Política Global

176
  • El fujimorismo y Odebrecht tiran a PPK
  • La Cumbre de las Américas y de la corrupción

Juan Barrera Barrera

No soportó la fuerte presión política de la oposición fujimorista y presentó su renuncia a la presidencia del Perú. Pedro Pablo Kuczynski (PPK) dejo este miércoles el cargo a un día de que el Congreso debatiera sobre la “vacancia por incapacidad moral permanente”, es decir, su destitución.

El Perú atraviesa por una descomposición política e institucional con un gobierno dividido. El mandatario impugnado PPK, además de los errores propios en la conducción del gobierno, siempre estuvo presionado por la bancada del partido Fuerza Popular de Keiko Fujimori, que domina el Congreso peruano y que finalmente terminó por echarlo del poder. Kuczynki enfrentaba por segunda ocasión un proceso de destitución a 20 meses de haber asumido el poder.

En diciembre la sesión parlamentaria de remoción fue promovida por FP y la izquierda, debido a pagos por más de cuatro millones de dólares de la empresa Odebrecht a dos empresas de PPK a mediados de la primera década. La iniciativa no prosperó por el rompimiento de Kenji Fujimori con su hermano Keiko. Él y nueve parlamentarios se abstuvieron de votar a cambio del indulto humanitario de su padre, Alberto, quien purgaba una condena de 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad cometidos durante su gobierno, de los cuales llevaba 12.

El fujimorismo y Odebrecht hunden a PPK

El mandatario peruano había reiterado que no le daría el indulto al dictador, pero faltó a su palabra para salvar su investidura, generando una crisis al interior de su gobierno y el repudio de los peruanos que se sintieron agraviados por esa acción tan denigrante que de inmediato expresaron su rechazo en las calles. Mal quedaba el presidente ante sus bases, la opinión pública y sin poder político real para seguir gobernando.

Las presiones contra PPK continuaron, a pesar de que la oposición fujimorista en el Congreso siguió disminuyendo, hasta que el martes legisladores fujimoristas difundieron tres videos y un audio en los que Kenji Fujimori y Guillermo Bocángel, aliados de Kuczynski, intentan comprar el voto del keikista Moisés Mamani para que no votara por la destitución del mandatario a cambio de prebendas, lo que terminó por hundir al débil mandatario.

Esta película ya la vimos en el 2000 cuando Vladimiro Montesinos sobornaba a parlamentarios para que favorecieran las políticas de Alberto Fujimori. Perú es como el ícono principal de la trama de corruptelas de Odebrecht. Directivos de la empresa han revelado que aportaron dinero para el financiamiento de las campañas de los ex presidentes Alejandro Toledo, Alán García y Ollanta Humala, único preso por la causa y a Kuzcynski; así como a la ex candidata, Keiko Fujimori, y a la ex alcaldesa de Lima Susana Villarán en 2013 para que no fuera destituida y asegurar sus intereses.

El fenómeno de la corrupción peruana no es ninguna novedad, pero ha llegado a niveles insospechados que se ha nutrido por el caso Odebrecht, la empresa constructora brasileña que ha corrompido a políticos de la élite de por lo menos una decena de países latinoamericanos, entre ellos México, en donde las investigaciones no avanzan y no hay culpables como en los demás países afectados.

En la guerra política entre los hermanos Fujimori, Keiko la está ganando. Pero el descrédito no es privativo de la figura presidencial, alcanza a todas la clase política. El sistema político peruano está en un proceso de descomposición que será muy difícil volver a la estabilidad.

El primer vicepresidente, Martín Vizcarra, asumirá el máximo cargo en medio de un tsunami político y del repudio generalizado contra los políticos a los que un amplio sector de la población pide de plano “que se vayan todos”. El embajador en Canadá gobernará en solitario, no tiene un sustento político real, en un ambiente totalmente adverso, incluyendo el de su formación política, el Partido Por el Kambio (PPK) fundado por Kuczynski. Convocar a elecciones podría ser la alternativa, pero la situación de incertidumbre no garantiza un proceso democrático.

La Cumbre de las Américas y de la corrupción

La crisis política del Perú estalla a tres semanas de la reunión de la VIII Cumbre de las Américas que se llevará a cabo en la ciudad de Lima y cuyo tema será la Gobernabilidad democrática frente a la corrupción, a la cual asistirán algunos mandatarios que están salpicados por el escándalo de los sobornos de la trasnacional Odebrecht: Kuczynski, quien sería el anfitrión, ya no podrá estar; Michel Temer, de Brasil; Juan Manuel Santos, de Colombia y desde luego, no podrá faltar México a tan importante evento.

La asistencia del presidente Enrique Peña Nieto llamará la atención, ya que no ha podido sacudirse la sombra de Odebrecht. El ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, ha sido señalado por la empresa de haber recibido dinero para la campaña presidencial del 2012.

El nuevo anfitrión de la Cumbre, Martín Vizcarra, quien se encentraba en Canadá en realidad exiliado, después de renunciar al ministerio del Transporte por anomalías en el manejo de recursos en la construcción de un aeropuerto, tampoco canta mal las rancheras en este tema.

¿Se imagina cómo abordarán estos personajes el tema de la corrupción? ¿Qué tipo de acciones propondrán para combatirla? ¿Se atreverán a condenar los actos de corrupción sin que se sonrojen? Bueno.