Entresemana

Cuentas alegres

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Moisés Sánchez Limón

Que el próximo viernes arranquen formal y oficialmente las campañas de los aspirantes a la Presidencia de la República y otros cargos de elección popular no es sorpresa ni inquieta a nadie, porque en esta feria de la oferta y la demanda nunca es tarde ni temprano.

Y es que, a quién sorprende que Andrés Manuel López Obrador vaya a la delantera en las resbaladizas encuestas y que José Antonio Meade Kuribreña esté a la zaga de la carrera por Los Pinos, según los porcentajes de las dizque más prestigiadas y reconocidas firmas encuestadoras, éstas que han enviado al mismo sitio a Ricardo Anaya Cortés, a consecuencia del escándalo en el que se usó a la Procuraduría General de la República.

Nada nuevo, son los mismos temas reciclados, las mismas mañas y estrategias en la lucha por el poder. Dicen que éstas, las que se dirimirán en las urnas el próximo 1 de julio, son las campañas más sucias en la historia nacional contemporánea.

Cuestión de ver el presente sin acusar factura del pasado. Es lo mismo con diferentes actores que, por cierto, prácticamente tienen la misma raíz política y las relaciones que los juntan y alejan, según sea el momento y la pieza en juego.

¿Adelanta Andrés Manuel López Obrador? ¡Por supuesto! Y mal estaría el ex presidente legítimo si, en uso de su muy personal forma de hacer política, no se hubiese encaramado en el top ten nacional como un referente contestatario, opositor contumaz e irreverente activista en pos del máximo cargo de elección popular del país, desde aquellos días en que, de la mano de Enrique González Pedrero, soñó con pertenecer a las grandes ligas del partido hegemónico que, en Tabasco, su terruño, tenía una buena producción de votos verdes.

¿Es una amenaza para México? Para nada; López Obrador juega con los tiempos, con los amagos, con la estridencia que vende y genera zozobra entre los dueños del dinero y provoca discusiones barrocas y huecas, porque hay un simple y elemental hecho: es sólo un candidato, un aspirante con capital político y un buen número de seguidores que no alcanza ni siquiera 40 por ciento de la preferencia del voto, pero sólo un aspirante.

¿Le ganó el domingo 2 de julio de 2006 a Felipe Calderón? Quienes saben de estos menesteres, indudablemente atizadas las percepciones por una buena post campaña electoral emprendida por el equipo de Andrés Manuel, refieren que hubo trampa.

Pero no hay una evidencia contundente de que así haya sido. Se trató de una elección cerrada, en la que 35.89 por ciento de votos fueron para Felipe Calderón y 35.29 por ciento para Andrés Manuel. La reacción de las huestes del entonces candidato presidencial perredista, fue de antología, contrastante con la del equipo jurídico, encabezado por Horacio Duarte. La toma de Paseo de la Reforma, la manifestación frente al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, superaban previsiones contra el resultado de la elección.

Horacio Duarte sorprendió con multitud de cajas acarreadas al TEPJF para sustentar la demanda de revisión de voto por voto y casilla por casilla. Pero no comprobó el fraude; presentó documentos de una misma matriz. ¿Se vendieron los magistrados electorales? ¿Sucumbieron a la presión del poder los consejeros electorales? La embestida del equipo perdedor fue ejemplar, en esto de generar la idea de un descomunal fraude electoral.

Pero, la ausencia de una sola prueba de ese fraude habría sido oro molido para quienes, desde todas las tribunas disponibles, urgían a revocar la calificación de la jornada electoral y la entrega de la constancia de mayoría a Felipe Calderón.

Fue estridencia, fue una campaña mediática y callejera, en la que la llamada sociedad civil, ésta que ahora le causa prurito y desconfianza a Andrés Manuel, tuvo una participación sustancial en el “desconocimiento” del triunfo de Calderón Hinojosa.

Pasado el tiempo y con un control más amplio de las tribus que dieron vida a Morena, con simpatizantes y seguidores que en esos días aciagos estuvieron en el poder, podrá entonces López Obrador hacerse de las pruebas que sustenten el calificativo de usurpador endilgado a Calderón y que hicieron del tabasqueño una caricatura de “Presidente Legítimo”.

¿El Peje es una amenaza para México? Nadie se muere en la víspera y mal empieza la semana a quien ahorcan en lunes.

Estamos ante las elementales cuentas alegres; básicas para meter ruido a la competencia, distraer si usted quiere voluntades, generar inquietudes y hasta la zozobra elemental de quien se imagina a un México diferente al amanecer del lunes 2 de julio.

Mire usted, en la campaña que inicia el próximo viernes 30 de marzo y habrá de concluir el 27 de junio, se contempla el manejo de 26.9 millones de anuncios de radio y televisión, compartidos entre autoridades y partidos.

En el denominado periodo de reflexión del voto, es decir, entre el 28 de junio y el domingo 1 de julio la autoridad electoral utilizará 1.1 millones de spots para promocionar el sufragio.

Vaya, no todo está dicho, nada se ha consumado y nadie puede llamarse victorioso de una contienda que, pese al eufemismo de las precampañas, tendrá su ruta crítica con definiciones ciudadanas. El margen de indecisos, ha sido factor que inclina la balanza. ¿Punteros? Asumirse como triunfador y dictar la agenda, es parte de la estrategia. Ni temprano ni tarde; todo en su momento y nadie se llame sorprendido por este voto que no se ha decidido, por mucho que las encuestas provoquen cuentas alegres. Digo.

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