Entresemana

Andrés, antes y después de Delfina

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Moisés Sánchez Limón

La diferencia y dispersión de opiniones en un equipo de campaña, no abonan a la causa electoral del partido que sea. Verdad de Perogrullo; es falso que esa dispersión entrañe un mensaje de pluralidad y tolerancia en la integración de un equipo de gobierno. Y no se trata de un supuesto escenario de campaña.

La denominada lluvia de ideas que surge en el cuarto de guerra de la campaña, o en el equipo del círculo cerrado del candidato a un cargo de elección popular, necesariamente debe sujetarse a un esquema de comunicación que trascienda al proceso y supere atavismos y acuerdos soterrados, porque no se debe experimentar en el tránsito a una jornada electoral sin esas herramientas de estructura de comunicación que habrán de acompañar al ejercicio del poder.

Se ha vuelto una constante el que los genios de la comunicación social, directivos y operadores de campañas, presuman estrategias salpicadas de ejercicios estadísticos y esquemas de sofisticados escenarios de suma y resta, flujos y contraflujos, crestas y declives relacionados con las encuestas y el resultado del acarreo que se asume con eufemismos de concentración de masas y opiniones de ciudadanos representativos que, al final, fracasan por engañosos y huecos.

Y es que no es necesario recurrir a esos sofisticados mecanismos de informática y estadística, logaritmos y cruce de información sobre imaginarios electores, para concluir que las bases de la comunicación no han cambiado más que de nombre.

Aunque sí es imperativo cambiar métodos de la comunicación oficial y corporativa, partidista y de campaña, para operar con las nuevas y recurrentes necesidades de los medios de comunicación que, en su inmensa mayoría son propiedad de empresarios que carecen del sentido periodístico y a la información, los contenidos, aplican sello y precio.

Porque, además, los equipos de comunicación en campaña, arrastran vicios harto conocidos y las estrategias, por más que ocurren encaramadas en mecanismos, dizque, innovadores y sofisticados, son de elemental mediocridad, plegada al culto a la personalidad que genera hastío y, por ende, el receptor –en esa fórmula básica del flujo de la comunicación–, carente de herramientas de opinión lo echará a la basura e incluso le negará el voto.

Además, si a las discrepancias en la propuesta y oferta de campaña entre los principales operadores y “voceros”, se suma la constante divergente con el mensaje central del candidato, entonces la composición del gabinete generará inquietud más que confianza, incluso más allá de la opinión de armonía del nominado.

Por eso, el tema de la comunicación en la campaña electoral de Andrés Manuel López Obrador, en vísperas de la jornada electoral del próximo 1 de julio, tiene un referente: la campaña de la maestra Delfina Gómez Álvarez, en el proceso electoral del Estado de México, que se significa como un antes y después de la propia candidata pero en especial de Andrés Manuel López Obrador.

Y es que, usted recordará, cuando la maestra fue nominada por López Obrador a la gubernatura mexiquenses, sus momios no levantaban en positivo, al contrario: su antecedente como presidenta municipal de Texcoco, con más pena que gloria en ese que en un tiempo fue bastión del Partido Revolucionario Instituciones.

Candidata que fue de Movimiento Ciudadano y del Partido del Trabajo a la alcaldía de Texcoco y después diputada a la LXIII Legislatura Federal, la maestra no trascendía. Cuando en julio de 2016 López Obrador la nominó como candidata de Morena al gobierno del Estado de México, la maestra Delfina había pasado inadvertida entre los 500 diputados en el Palacio Legislativo de San Lázaro.

¿Qué ocurrió? Luego del fallido cambio de imagen que le dio hasta nuevo peinado y le quitó la esencia y naturalidad que le generaba simpatías, operó un esquema de comunicación que, más allá de devolverle la naturalidad ciudadana le dio pautas de comunicación, centró su atención en el mensaje, en la difusión de contenidos y evitó las pautas de difusión o convenios con las empresas que suelen llevarse la tajada del león, porque presumen preeminencia y supuesto control de las audiencias.

Por supuesto, cuando los zares de la información pagada se quedaron sin esa tajada millonaria, emprendieron la contra campaña y lo único que lograron fue robustecer la imagen de la maestra Delfina, un elemental mecanismo que luego utilizó Andrés Manuel, pero sin los asideros del equipo de comunicación externa que tuvo la candidata al gobierno mexiquense.

¡Claro!, la información sustentada en contenidos y difundida por todas las vías al alcance, tuvo las pautas de publicidad autorizadas por el IEEM, y no se salieron un ápice de la línea del mensaje central de campaña, de forma tal que la maestra Delfina trascendió del apoyo local al respaldo de mayor amplitud que la instaló en la contienda con el candidato del PRI, Alfredo del Mazo.

Sí, la candidata de Morena perdió, pero dejó un antecedente con ese esquema de comunicación que la posicionó en tiempo récord en la preferencia del voto mexiquense. Y Andrés Manuel ha seguido esa línea, como se observa. El problema, empero, es que sus voceros suelen discrepar de él y evidencian protagonismos o, incluso, plantean escenarios futuros que obligadamente debe reencauzar mas no los desmiente. Conste.

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