Juan Barrera Barrera
Por fin el esperado primero de julio está a la vuelta de la esquina en donde México estará en los reflectores de una buena parte del mundo, pues se pondrá en juego la credibilidad de su sistema democrático por la amplia posibilidad de que por primera vez un candidato de izquierda gane la presidencia de la República, en horas bajas de ese espectro ideológico en Latinoamérica.
En los recientes comicios en Colombia otro político de izquierda, Gustavo Petro, no ganó pero hizo historia, ya que por primera vez un candidato izquierdista llegaba a la segunda vuelta electoral, y aunque las encuestas no le favorecían, el ex alcalde de Medellín logró una votación asimismo histórica de ocho millones de votos, muy cerca del derechista Iván Duque que logró diez millones.
Si nos atenemos a los resultados de la mayoría de los estudios demoscópicos que han mantenido en lo que va de todo el 2018 a un candidato no sólo como puntero indiscutible, sino en ascenso imparable, Andrés Manuel López Obrador se convertirá en el primer presidente de izquierda de México.
Las últimas encuestas previas a la elección, de cierre de campaña, incluso adelantan un triunfo contundente, aplastante, del candidato de Juntos Haremos Historia, pues tiene un margen de ventaja insólito en la reciente historia democrática de México. Por ejemplo, la encuesta difundida por El Financiero el miércoles, AMLO le saca 30 puntos a sus competidores.
Según el estudio Andrés Manuel López Obrador cuenta con el 54 por ciento de la intención de voto efectiva, aventajando a sus competidores José Antonio Meade, de la coalición Todos por México que encabeza el PRI, quien capta el 22 por ciento. En tanto que Ricardo Anaya, de Por México al Frente, obtiene 21 por ciento; y el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, cuenta con tan solo el 3 por ciento.
Ni el presidente Peña Nieto, ni su consejero especial, Luis Videgaray, ni el propio José Antonio Meade, analizaron y sopesaron el tremendo peso de los negativos concretamente los asociados con la corrupción en la administración que salpicaba a buena parte de sus funcionarios y de la cual no estaba exento el ex secretario de Hacienda.
Apostaron todo su resto político en la trayectoria y capacidad de un personaje que no se identificaba con ningún partido político, de reputación probada y que tenía las manos limpias a diferencia de otros políticos tradicionales. Y si con esas cartas así le está yendo al abanderado oficial, no me imagino si el candidato hubiera sido Miguel Ángel Osorio Chong o Videgaray, o cualquier otro priísta de trayectoria cuestionable. ¿Pensaron en Meade porque era el más apto por su probidad para rescatar lo más que se pueda de votos en una elección que se advertía perdida?
AMLO y la rifa del tigre
El posible triunfo de López Obrador será muy amplio, aunque el porcentaje de diferencia con relación al segundo lugar pueda reducirse unos cuantos puntos, como es natural en cualquier elección, con toda seguridad el resultado le otorgaría una legitimidad incuestionable, gracias a su tenacidad y terquedad en la construcción paciente de un gran movimiento social sin parangón en la historia reciente de Latinoamérica.
La gente quiere un cambio. Ya no quiere más de lo mismo. El país ha transitado por tres décadas basado en las promesas del cambio estructural, orden en las finanzas públicas, reformas estructurales y “medidas dolorosas, pero necesarias” y varios etcéteras. La gente no ha visto mejoría en sus bolsillos, la desigualdad y la pobreza afloran por todos lados como la corrupción. Los tecnócratas han dejado un futuro incierto a los mexicanos. El discurso oficial dejo de ser creíble.
De ganar el llamado “Peje Lagarto”, México no se convertirá en la Venezuela ni él en Chávez como quisieron espantar a los electores y al país entero sus detractores. Es un populista de izquierda seguramente, pero gobernó a la ciudad de México con moderación, con pragmatismo político, pero alejado de los excesos.
Son muchos compromisos que se ha echado a cuestas durante su campaña. No esperamos a un mago o al gran estadista como Presidente, solamente a un mexicano con sentido común, que sepa gobernar.
Este primero de julio no habrá necesidad de soltar al tigre, porque AMLO se sacará la rifa y no tendrá que irse a la chingada.