Juan Barrera Barrera
Los diputados esperaban la comparecencia de la funcionaria, con motivo de la glosa del Sexto y último Informe de Gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, la presencia de Rosario Robles, Secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), en San Lázaro levantaba más pasión: la funcionaria más señalada políticamente por la trama de corrupción llamada “La estafa maestra”.
Sus sinodales, jueces, verdugos montaron un escenario no para demostrar con elementos tangibles y creíbles la culpabilidad de la ex titular de la Sedesol en el caso más escandaloso, después del de Javier Duarte de Ochoa, ex gobernador de Veracruz, de corrupción del gobierno federal que asciende a 7 mil 500 millones de pesos.
El viacrucis de Rosario
El martes en la máxima tribuna de la Cámara de Diputados, Rosario Robles vivió un verdadero viacrucis, pero muy echada p´a lante, no se arredró por los múltiples calificativos y acusaciones que le profirieron sus enemigos políticos de la poderosa bancada de Morena y aliados, antes colegas y compañeros de partido.
Como diría el ínclito perro Bermúdez en la jerga futbolera: “La tenían, era suya, la dejaron ir”. Muchas acusaciones, poca efectividad. La ex dirigente del PRD no se amilanó por la cascada de acusaciones y exagerada agresividad de algunos diputados, todo lo contrario fue retadora: “Ya viene un nuevo gobierno. Investiguen. Busquen debajo de las piedras. Tengo un solo patrimonio: mi nombre“.
“He sido la más abierta a que esto se investigue. Si hay ilícito que pague quien lo haya cometido. Pero tiene que haber pruebas. Pidan a Transparencia la evolución de mi patrimonio”. Pero la pregunta que muchos nos hacemos es en dónde quedó el dinero, quién se lo robó. No hay rastros, ni culpables y por supuesto nadie, ningún alto mando es investigado. Por eso la trama se llama “La estafa maestra”.
La escena en el Palacio de San Lázaro nos hizo recordar al pensador revolucionario Luis Cabrera cuando respondió al político que le exigía pruebas cuando lo había acusado de ratero: “Lo estoy acusando de ratero, no de pendejo”.
Muchos no le perdonan a Robles Berlanga su pasado, sus errores políticos derivados de su debilidad sentimental que sumieron a su antiguo partido, el PRD, y de paso al jefe de gobierno de DF en ese momento, Andrés Manuel López Obrador, en la primera gran crisis política de lo que era el principal partido de izquierda (con las manos de Carlos Salinas de Gortari y de Diego Fernández de Cevallos como telón de fondo en ese “complot”).
Violencia política de género, respondió la impugnada funcionaria a la investigación periodística que descubrió el cuantioso desvío de recursos públicos, y a sus desatados detractores que le exigían su renuncia. Pero el argumento no le resultó porque tuvo una respuesta puntual de la diputada Martha Tagle: “La condición de género no nos exime de asumir las responsabilidades por actos de corrupción”.
“La estafa maestra” es una investigación periodística de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCCI) y Animal Político que el año pasado descubrió un fraude de 7 mil 500 millones de pesos en una cadena de corrupción que involucra a 11 dependencias del gobierno federal, ocho universidades públicas y empresas fantasma, que desviaron recursos públicos que estaban destinado al combate a la pobreza.
La ex titular de la Sedesol, instancia encargada de la asistencia a los más pobres, ha negado todas las acusaciones de dicha operación, a pesar de que la Auditoria Superior de la Federación ha confirmado el desvío de los recursos. Robles dijo que los contratos de la Sedatu y de la Sedesol con las universidades se hicieron bajo el amparo de la Ley de Adquisiciones. “No hay uno solo con empresas fantasma”, subrayó.
Rosario ¿chivo expiatorio?
En algo tiene razón la funcionaria cuando se queja de violencia política de género, pero ésta no proviene de la prensa como ella afirma, ya que mientras a Robles la aventaron a la tribuna, a merced de los tiburones a mar abierto, a Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes, le dieron un trato terso, preferencial al comparecer ante comisiones de ambas cámaras, lo mismo que al titular de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida.
Rosario Robles tiene el beneficio de la duda. Tal vez no se haya quedado con los dineros, pero ¿sabía o no de la trama? Resulta impensable que no se hubiera enterado de lo que sucedía con el manejo de los recursos de Sedesol y quiénes los dispusieron. Si sabía y calló, es responsable por omisión.
¿Es Rosario Robles un chivo expiatorio? Puede ser que sí. La ex jefa de gobierno del DF le debe mucho a su jefe. Reconoce que el presidente Enrique Peña Nieto la rescató en su momento más difícil de su vida. Si ella sabe y denuncia las corruptelas del gobierno federal sería una mal agradecida o peor, una traidora.
¿Rosario Robles era una pieza central, sin saberlo, en una estrategia de corrupción al más alto nivel político? Si no hay crímenes perfectos, tampoco puede haber “Estafas maestras” perfectas. Algún día se sabrá la verdad.
La administración de Peña Nieto está por terminar y dejará una grave estela de corrupción e impunidad, él y sus colaboradores más cercanos, serán recordados como los maestros de la estafa.
Rosario, la verdad te hará libre.