Juan Barrera
La primera ministra británica, Theresa May, en su lucha por salvar el acuerdo del Brexit para su país, “avanza” en lo interno tras lograr que una mayoría de diputados conservadores (200 frente a 117), decidiera respaldar su liderazgo y con ello derrotar la moción de censura interna de su partido presentada por 48 parlamentarios euroescépticos.
Sin embargo, a pesar de que la lideresa del Partido Conservador consideró que la votación del miércoles fue una victoria, no fue más que un leve respiro, ya que el acuerdo del Brexit con la Unión Europea del 25 de noviembre sigue sin contar con el respaldo mayoritario del parlamentario británico.
Un punto importante que le dio un apoyo más de lo esperado a Theresa May entre los euroescépticos de su partido fue el anuncio de que ya no se presentaría a la reelección en las elecciones del 2022, además de que cambiar de liderazgo a estas alturas de la negociación con la Unión Europea sería desastroso para un nuevo primer ministro.
La votación favorable a la dirigente conservadora de igual forma echa por tierra la estrategia del Partido Laborista de Jeremy Corbyn, que esperaban a que fueran los propios conservadores que derribaran a la gobernante británica y así evitar presentar su moción de censura.
May, muy debilitada políticamente
Las negociaciones entre Londres y Bruselas para firmar el divorcio comercial, que iniciaron hace ya casi dos años y deben concluir en marzo del próximo año para finiquitar la salida de Gran Bretaña de la comunidad europea, han sido complejas y dramáticas como ya lo adelantaban la mayoría de los analistas internacionales.
La primera ministra británica está muy disminuida políticamente, por ello debió aplazar la votación, este martes, en la Cámara de los Comunes sobre el acuerdo del Brexit alcanzado con la UE el 25 de noviembre, cuando era evidente una vergonzosa derrota del Gobierno (los laboristas iban a votar en contra, lo mismo los norirlandeses, los nacionalistas escoceses y hasta 80 conservadores).
No hay fecha alternativa para este compromiso, pero May tendrá tiempo para reunirse este jueves y viernes con los unionistas para tratar de renegociar el punto más sensible del acuerdo, el backstop o salvaguarda irlandesa (la delicada cuestión de la frontera las dos entre Irlandas).
Hay que reconocer la valentía de Theresa May para seguir al frente de las negociaciones del Brexit, a pesar de sufrir duros golpes. Los dos últimos: en un hecho sin precedentes en la historia parlamentaria de la Gran Bretaña, el Parlamento declaró en desacato a su Gobierno y obligado a publicar los documentos legales del Brexit.
El segundo golpe: si el acuerdo alcanzado con los socios europeos no tiene el respaldo de la Cámara de los Comunes, May tiene la obligación de entregar la conducción del proceso legislativo. La gran mayoría de los parlamentarios británicos desconfían del texto pactado por el gobierno de Londres con Bruselas y creen que la primera ministra les ha mentido y por eso no quiere dar a conocer el contenido legal del documento. May no logra convencer a propios y extraños de que el acuerdo “es el mejor posible para salvaguardar el interés nacional”.
La Unión Europea da portazo a May
Ahora, la sobrevivencia política de la dirigente conservadora depende de las negociaciones que este jueves y viernes sostenga con los mandatarios europeos que siguen con su posición inamovible respecto al texto acordado para la retirada ordenada del Reino Unido de la Unión Europea.
El acuerdo de salida de la UE contempla que el Reino Unido permanezca en la Unión Aduanera al menos durante los dos años de transición posteriores a la fecha del Brexit prevista para el 29 de marzo del 2019, fecha en que Gran Bretaña dejará de pertenecer a la Unión Europea.
Los 27 miembros de la UE aprobaron en noviembre el acuerdo de retirada y la declaración política sobre las futuras relaciones UE-Gran Bretaña. Según las conclusiones, la UE aboga por una relación política, comercial y de seguridad lo más estrecha posible con Reino Unido tras el Brexit.
Se avecinan momentos tensos para la primera ministra británica que busca salvar su Brexit, pero ello depende de los líderes comunitarios. El punto conflictivo con los parlamentarios británicos que May busca renegociar es que se garantice que la unión aduanera con Europa no será definitiva y que Reino Unido podrá abandonarla en ciertas condiciones.
Reino Unido permanecerá en esta unión aduanera, prevista en el acuerdo de salida, hasta que se alcance un pacto sobre la futura relación comercial entre la UE y el Reino Unido, previsto para el 2020. La permanencia ataría a Londres a establecer su propia política comercial con terceros países a través de acuerdos sin el concurso de Bruselas.
Al momento de redactar estas líneas empiezan a llegar los primeros informes de la cumbre Europea en Bruselas a la que Theresa May acudió en busca de ayuda para lograr la ratificación en el Parlamento británico del acuerdo de salida de Reino Unido de la UE, pero los 27 estados miembro rechazaron su petición de ayuda si antes no logra convencer al Parlamento británico de aprobar el acuerdo del Brexit de salida de Bruselas.
May no solo no logró ninguna concesión jurídica de Bruselas, sino que incluso del texto borrador se vino abajo la posibilidad de ofrecer “nuevas garantías” que se había ofrecido a Londres, con lo cual quedan más claro las abismales diferencias con el gobierno británico.
Vapuleada una vez más May regresará a Londres con las manos vacías y volver a tratar de convencer a los parlamentarios de aprobar el texto acordado con la UE o explorar otros mecanismos muy riesgosos como un segundo referéndum o echarse para atrás unilateralmente, como lo permite la sentencia del Tribunal de Luxemburgo. El drama del Brexit pareciera que no tiene fin. La expectación internacional crece por ver los siguientes capítulos.