Moisés Sánchez Limón
En aquellos días del foxismo en el poder, corría el tercer año de la LVIII Legislatura de la Cámara de Diputados y Martí Batres rindió protesta como presidente de la Junta de Coordinación Política y una voz cercana le recomendó aprovechar el cargo para demostrar capacidades en ese órgano legislativo, cuyo poder incluso llega a ser superior al del presidente de la Mesa Directiva.
Seis años atrás el priista Arturo Núñez había sido defenestrado de la presidencia de la Gran Comisión de la Cámara baja. Poderoso, el tabasqueño que luego se echó a los brazos del PRD, no pudo y no supo enfrentar a la rebelión de los opositores Carlos Medina Plascencia, Porfirio Muñoz Ledo, Pablo Gómez e Ifigenia Martínez.
Así que Martí llegaba a la presidencia de la Junta de Coordinación Política luego de que, como coordinador de la bancada del PRD, había enfrentado rebeliones como la encabezada por la diputada Petra Santos por aquellos dineros no entregados a la bancada como la parte proporcional del aguinaldo del periodo septiembre-diciembre del año 2000.
No, no fue sencillo el debut de Batres en el Congreso de la Unión. Llegaba al Palacio Legislativo de San Lázaro proveniente de la Primera Asamblea Legislativa del Distrito Federal, donde igual tuvo un paso accidentado. Pero la libró.
Así que, cuando debutó en la presidencia de la JUCOPO, esa voz cercana de un periodista que aún cubre la fuente legislativa le recomendó aprovechar el cargo.
–Es tu oportunidad, Martí, no la desaproveches; demuestra que tienes capacidad para cargos superiores—le insistió esta voz del periodista entre las curules, al término de la sesión en la que Batres había sido elegido en la presidencia de la JUCOPO.
El joven legislador asintió, quizá sólo para no ser desatento con la recomendación.
A la distancia de aquellos días de 2003, cuando por acuerdo de las principales bancadas fue designado presidente de la Junta de Coordinación Política, con una repetición como diputado federal en la LXII Legislatura, breve porque pidió licencia para irse a hacer campaña con Andrés Manuel López Obrador. Luego renunciaría al PRD incorporándose a Morena, partido del que fue presidente, aunque acotado.
Es evidente que Martí aprendió el trabajo legislativo mas no maduró políticamente, como había entrañado aquella recomendación para asentarse como político e ir en busca de nuevos espacios pero despojado de la vestimenta porril, del agandalle y el oportunismo cimentado en grupos de poder por el poder.
Hoy está en la ruta de dinamitar al Movimiento Regeneración Nacional, de la mano de Yeidckol Polevnsky, que nunca fue empresaria sino vendedora de pinturas en las entonces delegaciones políticas dependientes del Departamento del Distrito Federal, en tiempos de la regencia de Manuel Camacho Solís, de donde viene su vínculo con Marcelo Ebrard.
No hay duda de que Martí enfrentó a un peso completo de la política de oposición que ha llegado al poder, experimentado, joven dinosaurio que en las filas del PRI aprendió las artes del cabildeo, el consenso y, sobre todo, escuchar y llegar a acuerdos, como es Ricardo Monreal Ávila.
Y no es este un texto panegirista, en forma alguna porque para hacerse promoción Monreal se pinta solo. Es, elemental, hosco y desconfiado cuando el terreno le es difícil, desconocido y adverso.
¿Usted cree que en las coordenadas de Monreal esté hacerse del poder de Morena? No, incluso estuvo a un tris de irse del partido cuando se le negó la posibilidad de competir por la Jefatura de Gobierno, y ayer repitió el amago de dimitir a la coordinación de la bancada de Morena en el Senado, si ello abonaba a la unidad de los senadores afines a López Obrador.
Y justamente en ese escenario es en el que Monreal asumió la postura de no responder en los términos rijosos y excluyentes de Martí Batres, si usted quiere apenas normal en alguien que no logró su objetivo de reelegirse en la presidencia senatoria, pero evidencia de inmadurez política o, en todo caso y más riesgoso que la inexperiencia, el ejemplo mejor elaborado de quien busca el poder por el poder, que temprano abriga sueños de una sucesión que está a por lo menos cinco años de distancia.
Dijo que Monreal es un político faccioso y acomplejado que debe renunciar a la coordinación de la bancada. Dijo que frente a él, Monreal le aseguraba que estaba realizando un buen trabajo en la Mesa Directiva, pero “me daba la vuelta y me clavaba un puñal, hablaba con cada senador para que no me apoyaran”.
Indignado porque su plan no prosperó, ni siquiera con las llamadas que el pasado fin de semana hicieron integrantes del gabinete presidencial a senadores de Morena para que votaran por él, acusó que el proceso fue irregular, inequitativo, ‘lleno de trampas’ conducido por Monreal.
En conferencia de prensa, despotricó y no estuvo de acuerdo en que, en urna transparente, 33 votos hayan decidido que la senadora tabasqueña –tabasqueña, amiga y paisana de López Obrador– Mónica Fernández Balboa haya sido elegida por sus pares de bancada como presidenta de la Mesa Directiva Senatorial. La semana entrante el pleno camaral confirmará con su voto esta elección.
Insistió en que Monreal “se ha exhibido como un político acomplejado que no puede sobresalir si yo me encuentro al frente de la Mesa Directiva”.
No, Martí no ha madurado políticamente. Su postura, acompañada por la de Polevsnky y legisladoras como Tatiana Clouthier; apoyada incluso, según trascendió, por la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, no abona a esa unidad requerida por Andrés Manuel López Obrador para apisonar el terreno de la 4T y que, en el Congreso de la Unión, tiene apostadas sus cartas como parte sustancial del gobierno.
Dicen que las cabezas de Morena y buena parte de esa militancia morenista tienen el ADN priista, o como dijo en su momento Felipe Calderón que todo mexicano lleva a su pequeño PRI dentro. Bueno, ese es el gran problema de Martí: no olvida su nacencia perredista, el trabajo en las tribus, la ausencia de convicciones de la tarea compartida y se ha concentrado en la lucha por el poder.
Es evidente que la pataleta por la derrota se adereza con la descalificación del compañero de bancada, con quien rompió lanzas desde hace rato, junto con Yeidckol y otros personajes que han llegado de otros partidos en los que su espacio se había agotado y no tenían futuro porque tuvieron todo, todo.
¿Cuál es el futuro mediato de Morena? Martí apostó por la ruptura, mínimo la división que nada bueno acarreará y Andrés Manuel López Obrador está, sin duda, está preocupado y solo blofea con eso de que no se inmiscuye en la vida doméstica de Morena. Cuidado, Martí está encabronado y lo que le sigue. Urge un buen consejero, aunque está visto que no les hace caso, como desoyó al colega hace 16 años. Conste.
@msanchezlimon