Política Global

269
  • Trump desconoce a la Cámara de Representantes
  • Tiende cortinas de humo con Medio Oriente
  • El magnate convertido en un auténtico déspota

Juan Barrera Barrera

Cuando Donald Trump arreciaba la guerra contra el congreso estadounidense en su defensa por el proceso de destitución del cargo por traición a la patria, el cuestionado mandatario decide dejar paso libre a las fuerzas turcas para atacar al pueblo Kurdo en la frontera con Siria, y con ello la posibilidad de crear un conflicto de graves consecuencias para la población civil y geopolítico.

Estados Unidos tenía basadas tropas en la zona norte de Siria y era aliado circunstancial de las milicias kurdas en la lucha contra el grupo terrorista llamado Estado Islámico, pero Trump decidió retirarlas con el argumento de que no quiere participar “en estas guerras sin fin y sin sentido, especialmente aquellas que no benefician a Estados Unidos”.

Una vez más Trump traiciona a sus aliados y manda hacia el exterior el mensaje de que Estados Unidos no es un país en el que se puede confiar. Aunque ya no debería extrañarle a nadie la actitud imperial trumpista, pues ha abandonado olímpicamente otros acuerdos como el nuclear con Irán. Esa ha sido la historia de traiciones del mandatario republicano.

Trump, desafiante, desconoce uno de los poderes

Un día antes de la ofensiva de Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, Donald Trump desafiaba a sus impugnadores demócratas. Se alzaba con arrogancia desmedida y advertía a los congresistas que la Casa Blanca no cooperará con el proceso de investigación de juicio político contra el presidente, porque es “partidista” y “viola la Constitución”.

Trump y su equipo en su contraofensiva está decidido a obstaculizar en forma totalmente anticonstitucional las pesquisas que sigue la Cámara de Representantes porque está consciente de que incurrió en un grave delito y su futuro político inmediato, la reelección presidencial, está en alto riesgo.

La indecencia de Trump ha llegado a los extremos, porque no solo desafía al Congreso, sino que lo desdeña y lo desconoce. En una carta enviada a la lideresa demócrata Nancy Pelosi, la Casa Blanca sostiene que el Congreso no tiene derecho sobre el presidente y declara ilegal, anticonstitucional y antidemocrático todo el procedimiento, por cuanto su objetivo es corregir el resultado de la elección presidencial de 2016 y evitar la repetición de su victoria en la de 2020.

El embajador de Trump en la Unión Europea, Gordon Sondland, que también lo era en Kiev, es considerado por los demócratas como una pieza clave en el entramado del ucraniagate, en la llamada que el 25 de julio el presidente estadounidense habría presionado a su homólogo de Ucrania, Volodímir Zelenski, para investigar el desempeño de Hunter Biden, hijo del ex vicepresidente, Joe Biden, como consejero en una empresa de gas en ese país.

Se dice que el hotelero quien se ganó la embajada por el apoyo millonario que aportó a la campaña de Trump, está decepcionado y estaba dispuesto a comparecer ante las secciones de la Cámara Baja que llevan las investigaciones de impeachment contra el republicano, pero por órdenes del Departamento de Estado, del que depende como diplomático, se lo impidió.

Del Estado soy yo, al déspota soy yo

Convertido en un verdadero déspota, Donald Trump se pone por encima de las leyes y de uno de los poderes del Estado estadounidense que históricamente ha servido de verdadero contrapeso de los excesos del Ejecutivo, por su papel independiente que históricamente ha desempeñado y que hoy está a prueba.

La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, ha sido firme en su decisión de llevar las investigaciones de juicio político, le ha respondido a Trump sin rodeos de que “los esfuerzos continuos por esconder la verdad sobre los abusos del poder del presidente frente a los estadounidenses serán considerados como nuevas pruebas de obstrucción” y lo acusó de querer convertir la ilegalidad en virtud. “Señor presidente, usted no está por encima de la ley. Rendirá cuentas”, remató.

Con su decisión de retirar las tropas de Medio Oriente, Trump intenta quitarse presión de los demócratas y tender cortinas de huno, pero no solo no se la ha podido quitar sino que ha encendido los focos rojos entre dirigentes republicanos. Tal es el caso del mismo líder de la Cámara de Senadores, Mitch MaConnell, y Lindsey Graham, quien ha presentado un proyecto de ley bipartidista para sancionar al gobierno de Erdogan.

Los legisladores republicanos han reparado en el error geoestratégico que está cometiendo su presidente en la zona, pues Estados Unidos le estaría dejando un espacio importante tanto a Rusia como a Irán, considerados enemigos de la potencia del norte de América.