Política Global

344
  • Golpe de Estado exilia a Evo Morales en México
  • Los errores del presidente indígena
  • Evo sacó a Bolivia del atraso económico y social

Juan Barrera Barrera

Evo Morales es destituido presidente constitucional de Bolivia, a través de un golpe cívico-policial-militar, quien había gobernador por 14 años, cuyo gobierno dio grandes resultados en lo económico como en el desarrollo social. Se abre un periodo grave de inestabilidad político-social con la llegada al poder de la ultraderecha nativista de Santa Cruz. En tanto la OEA aprueba la acción militar.

Evo, el indígena que nunca piso una aula de ninguna universidad, dirigente de productores de coca en el sur de Bolivia. Deja buenos resultados como gobernante. Hizo lo que ningún presidente de la casta oligárquica, de esos egresados de instituciones estadounidenses (uno de ellos, Gonzalo Sánchez de Lozada hasta le apodaban “el gringo”).

Evo logró no sólo grandes avances en el crecimiento económico (cuadriplicó su Producto Interno Bruto) durante ese tiempo el país creció a un 5 por ciento sostenido, sino también en cuanto al desarrollo social, disminuyó la pobreza en 35 por ciento que le dio estabilidad social y política durante a su país ese tiempo, contra todos los pronósticos de los mercados y sus opositores.

Sin embargo, el buen desempeño de la economía y los éxitos de los programas sociales de su gobierno no fueron suficientes para compensar el déficit democrático y legal que se echó encima tras su derrota en el referéndum de 2016 que le impedía la reelección pero se acogió a la decisión de los tribunales, afines a su persona, que lo habilitaron “legalmente”.

A partir de ese momento comenzó su desgaste y debilitamiento político, mismo que fue aprovechado por sus enemigos de clase que aprovecharon las anomalías en el conteo de votos de los comicios del 20 de octubre. Esa noche el Tribunal Supremo Electoral suspendió sorpresivamente, durante 23 horas, el conteo rápido con el 83% de votos escrutados y con tendencia a la segunda vuelta entre Morales Ayma y el candidato opositor Carlos Mesa.

Los errores de Evo

El presidente indígena se aferró a su triunfo y desoyó el descontento y las protestas callejeras. Se empezaba a trazar la crisis política y social que tiene al país andino enfrentado en un contexto de efervescencia social en la región latinoamericana. Los enfrentamientos entre los simpatizantes del Movimiento al Socialismo de Evo Morales y los opositores fueron escalando a tal grado que rebasaron a las fuerzas de seguridad y reactivaron a la ultraderecha de Santa Cruz, la región más opositora a Evo.

La crisis política se fue profundizando a tal grado que Evo Morales tuvo que renunciar a la presidencia, tras un golpe cívico-policial-militar a pesar de que había llamado a nuevas elecciones luego de conocerse las irregularidades detectadas por la OEA en su auditoría de los resultados electorales, que el mandatario también había solicitado.

Un golpe de Estado planeado

La de Evo no fue una renuncia pensada, la sombra del golpismo estuvo presente. La dimisión del presidente boliviano fue a sugerencia ¿una orden militar? del general William Kaliman, jefe de las Fuerzas Armadas, para desbloquear la crisis política. El mando militar le ordenó a su jefe que diera un paso al lado.

La OEA y su secretario general, Luis Almagro, hicieron mutis hasta que México pidió una reunión extraordinaria para analizar la cuestión boliviana. Almagro asumió posición, reconoció un autogolpe de Estado, pero del presidente destituido por haber fraguado un fraude electoral, arguyó el cuestionado dirigente del organismo regional.

La figura de Almagro se ha deteriorado y su trabajo al frente de la OEA ha sido muy cuestionado y su acusación más no reflexión sobre la causa boliviana lo único que hace es echarle más gasolina al fuego y dividir aún más al continente, pues el trato hacia los gobiernos latinoamericanos es muy diferenciado. Sobre la crisis chilena no ha habido una sola condena al gobierno de Sebastián Piñeira por la represión contra los manifestantes pacíficos.

La nueva presidenta, la senadora Jeanine Áñez Chávez, del ultraderechista opositor Partido Demócrata Social, tomó posesión, el martes por la noche, sin el quórum legislativo como lo establece la constitución boliviana. El MAS tiene la mayoría tanto en la Cámara de senadores como en la de Diputados, los cuales no se presentaron. Arropada por el ejército, el general Kaliman, el que le sugirió a Morales que renunciará al cargo, se encargó de colocarle la bandera presidencial.

Para cerrar la pinza en torno de la unción de la segunda vicepresidenta del Senado, a ella le correspondía asumir la presidencia por el orden de prelación, el Tribunal Constitucional, el mismo organismo que habilitó a Evo Morales para presentarse a la reelección, avaló la posesión. El golpe de Estado en Bolivia se consumaba y Áñez se autoproclamó presidenta.

El fanatismo regresó al Palacio de Gobierno

En el antiguo Palacio de Gobierno, en el balcón, Áñez Chávez, triunfalista, celebró que la Biblia volviera entrar a palacio, emulando al emergente dirigente de la rebelde Santa Cruz, el ultranacionalista (le llaman el Bolsonaro de Bolivia) Luis Fernando Camacho, quien había lanzado proclamas contra la pacha mama (la tierra madre, símbolo de los indígenas bolivianos).

Las manifestaciones de los dirigentes ultraderechsitas son muy peligrosas porque pueden abrir un nuevo escenario boliviano muy peligroso de revanchismo y racismo. Días antes, los opositores a Evo Morales y al MAS habían quemado la insignia indígena, la whipala, encendiendo la ira de los seguidores de Evo por la vejación.

La senadora Áñez tendrá que convocar a nuevas elecciones en por lo menos tres meses y enfrentar la tarea titánica de pacificar al país, pero no podrá hacerlo con métodos extremistas ni mucho menos fomentando el fanatismo. Debe haber un pacto político con el MAS que sigue siendo mayoría en el Congreso.

Mientras tanto Evo Morales desde su exilio en México tendrá que reflexionar sobre lo sucedido y analizar su posible regreso a Bolivia pero sin el ánimo de agrandar la división.