- Bolivia: renuncia Tuto Quiroga, el “matoncito cobarde”
- México busca reposicionarse en la región con la CELAC
Juan Barrera Barrera
Los pronósticos económicos para la región latinoamericana no son nada halagüeños para este 2020, además de enfrentar fuertes movilizaciones de protesta y vaivenes en las elecciones presidenciales mediante las cuales se han desplazado a gobiernos de izquierda e instalado nuevamente a la derecha en el poder, es el caso de Ecuador, Chile, Perú, Brasil, Paraguay, Uruguay, sin contar los centroamericanos y caribeños.
Pero no todo ha sido pérdida total para los partidos de izquierda, pues ésta obtuvo dos grandes triunfos en México y Argentina, dos países importantes por su posición geográfica y el peso político diplomático que puede desplegar su influencia de una manera más eficaz en una alianza norte-sur en lo regional y subregional.
Sin embargo, para que esa alianza sea real y fructífera será necesario un protagonismo más activo de la parte mexicana, cuya política exterior, para algunos de sus críticos el gobierno de la Cuarta Transformación, carece de una estrategia en esa materia, la cual se ha caracterizado por mantenerse al margen de ciertos acontecimientos con el argumento de seguir los lineamientos de la Doctrina Estrada de no intervención.
Al gobierno de López Obrador se le crítica las expresiones de simpatía por gobiernos impresentables por antidemocráticos y autoritarios como el de Nicolás Maduro como quedó explícito en el reciente cambio de liderazgo en la Asamblea Nacional cuando no dejaron entrar a los diputados de oposición que apoyan a Juan Guaidó. No hubo condena ni crítica, solo un comunicado de prensa de Relaciones Exteriores muy escueto.
Igualmente a AMLO se le hacen señalamientos porque no mide con la misma vara y actúa según su conveniencia. Es el reciente golpe de Estado que dirigió la ultraderecha boliviana de Santa Cruz de la mano de Fernando Alberto Camacho y de Jeanine Áñez, “presidenta” interina y que México no ha reconocido.
Esa situación y la decisión del gobierno mexicano de otorgarle asilo político a Evo Morales y de mantener en su sede diplomática a nueve de sus colaboradores, desataron un conflicto diplomático entre Bolivia y México que terminó en la expulsión de la embajadora María Teresa Mercado y de paso a la encargada de negocios y el cónsul de España, Cristina Borregero y Álvaro Fernández, respectivamente, por un incidente ocurrido el 27 de diciembre en la embajada de México.
Bolivia: renuncia el “matoncito cobarde”
El gobierno mexicano no actuó en consecuencia y decidió mantener un bajo perfil en el diferendo diplomático, más el gobierno de facto de Bolivia (el país que registra más de 120 golpes de Estado en Latinoamérica) decidió incrementar las presiones y represalias contra nuestro país y tomó la ruta beligerante hasta el grado de la vulgaridad, en su afán de ganar credibilidad internacional, cuando el expresidente Fernando “Tuto” Quiroga, insultó al presidente Andrés Manuel López Obrador llamándolo “matoncito cobarde”.
Tuto Quiroga, quien tenía el cargo de delegado internacional para lavarle la cara al gobierno golpista (presidente de Bolivia 2001-2002, sucedió a Hugo Bánzer que renunció por problemas de salud y que 1970 encabezó un golpe militar hasta 1978), junto con los expresidentes de México, Vicente Fox, y de Costa Rica, Miguel Ángel Ruiz, se convirtió en promotor de la destitución de Nicolás Maduro. Es decir, querían interferir en asuntos de otros países con métodos golpistas.
En entrevista, por allá del 2007, Vicente Fox, siempre muy orondo, cuestionaba la pasividad de los gobiernos latinoamericanos y exigían más dureza contra el gobierno de Caracas para que dejara el poder, y afirmó que “los expresidentes haremos lo que no hacen los presidentes”, pura palabrería del bocón panista como es su estilo.
Fernando Quiroga exhibió su pobreza mental, no aguantó la presión y el miércoles presentó su renuncia al gobierno de facto de Jeanine Áñez, pero el daño internacional ya estaba hecho.
México al frente de la CELAC
Paradojas del destino, antier el gobierno mexicano sustituyó al de Bolivia en la presidencia protempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) a la cual asistieron 29 de 33 países (faltaron Bolivia, Brasil y dos países caribeños). Quiroga Ramírez, del derechista Partido Democrático Nacionalista, denunció con un lenguaje macartista que el gobierno de México buscaba «robarse» la presidencia del organismo regional para «arrodillarse» ante Castro y Maduro y excluir a Bolivia.
México en una semana ha tenido una agenda diplomática muy intensa, además de las insolencias del gobierno de La Paz. AMLO tuvo reunión con los cónsules, inauguró junto con el secretario general adjunto del Departamento de Operaciones de Paz de la ONU, Jean Pierre-Lacroix, el Centro de Entrenamientos Conjunto de Operaciones de Paz en el estado de México, y la visita del director general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), José Ángel Gurría.
Horas antes de la reunión de la CELAC, el presidente López Obrador había afirmado que a México ya lo empiezan a ver nuevamente como el hermano mayor de la región latinoamericana. Me parece una opinión desproporcionada, toda vez que ha habido un alejamiento del subcontinente por darle atención prioritaria a Estados Unidos que es comprensible por la política agresiva hacia México de Donald Trump.
Pero el gobierno mexicano tiene todos los instrumentos para volver a ser la referencia diplomática regional, pero tiene que alejarse de las posiciones políticas-ideológicas que en lugar de lograr acercamientos y entendimientos en la solución de las diferencias, tienden a la división.
El gobierno de AMLO tendrá un año al frente de la CELAC y tiene el compromiso que expuso el jefe de la diplomacia mexicana, Marcelo Ebrard Casaubón, de que la comunidad de países sea el mejor instrumento de cooperación más poderoso de América Latina. Vaya que hace falta, pero también destreza.