Moisés Sánchez Limón
“¡Insisto en que el grito anónimo es cobarde, jóvenes!”, acusó voz en cuello el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez, la mañana del viernes 14 de marzo de 1975, en el auditorio “Salvador Allende” de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Echeverría, a quien se responsabiliza la autoría intelectual de la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y la del Jueves de Corpus el 10 de junio de 1971 en el Casco de Santo Tomás, había acudido a declarar la apertura de cursos en esa institución; a unos pasos estaba la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde el hoy inquilino de Palacio debía haber asistido a clases, pero…
La terca historia de la lucha del poder por el poder se repite, por más que se niegue lo evidente después de la campaña de 18 años.
Cíclica lucha enfundada en nueva piel, perversa nunca filantrópica, sus motivos son esencialmente los mismos en ese ánimo de desvirtuar o ponderar, utilizar para beneficio de intereses mafiosos o infiltrar a la movilización social para ofrecerla públicamente corrupta.
Así, movilizaciones contra el resultado de elecciones federales o locales, han transitado con contenidos que irritan al olfato por el nauseabundo olor de la corrupción que entraña la opacidad y el manto de impunidad hacia actos vandálicos, hoy superados por aquellas huestes que se asumen defensoras acompañantes de manifestaciones contra la inacción oficial en materia de feminicidios que insultan a la civilidad.
El pretexto ha sido éste de gritar y golpear, destruir, vandalizar para generar animadversión hacia los grupos cuyos motivos para protestar y demandar justicia, son respetables sin maniqueísmos y, sin duda alguna, merecen el apoyo social porque se trata de un sector ofendido y expuesto a ser víctima de criminales, pederastas, violadores, acosadores.
¿A quién beneficia la violenta acción de esas jóvenes encapuchadas que incluso en la marcha del domingo 8M llevaron artefactos explosivos y los detonaron? ¿Por qué descontextualizar a la declaración de una chica manifestante, en términos de que quieren derrocar al presidente López Obrador?
Porque, ¿a quién o quiénes, sirven esas jóvenes infiltradas que fueron rechazadas por las mujeres marchistas?
Fue evidente que las mujeres que protestaron contra la ausencia de voluntad política de los tres niveles de gobierno, pero especialmente del federal y de la Ciudad de México, para atender al feminicidio como un mal endémico que aterra porque además transita impune.
¿Por qué regatear un pronunciamiento contra los feminicidios y negarse a asumirse feminista? Son, en principio, factores del atavismo social, de la educación atada a programas caducos, pero también de temor a perder el control político con una pueril convicción de que aquí no pasa nada o simplemente hay otros datos.
¿Usted cree que no están identificadas las jóvenes y otras no tanto que, encapuchadas y martillo o varilla de acero en ristre, rompieron cristales, puertas, ornamentos públicos, y aerosol en mano pintarrajearon monumentos históricos y, lo extremo, intentaron incendiar, convertir en teas humanas a mujeres policía y reporteras gráficas o cualquier muchacha que se les atravesara cuando lanzaran la bomba molotov hacia la multitud?
Es pueril la declaración desde Palacio Nacional y del viejo edificio del Ayuntamiento, que se congratula porque la marcha no pasó a mayores, pero la descalifica con la referencia de que marcharon unas 80 mil personas. ¿Ochenta mil? Solo faltó decir que fueron pirrurris, en atención a la referencia de una columnista cuyos mejores tiempos han pasado y que descalificó a las señoras de Polanco y de Las Lomas por haber marchado y llevado en mano bolsas de marca.
¿Para qué pelearse con fantasmas? ¿Para qué si ya están en el poder?
Pero, la vicepresidenta de la Cámara de Diputados, Dolores Padierna Luna, primero aliada con el priismo de los días del terremoto de 1985 y junto con su marido el profesor René Bejarano, beneficiaria de la industria de la protesta y en demanda de vivienda para sus simpatizantes, luego perredista recalcitrante devenida en morenista de tiempo completo con activismo, incluso, dominical, se alzó desde su privilegiado espacio en la Cámara de Diputados, detractora de los opositores al inquilino de Palacio, porque los imaginó en la marcha del domingo 9, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer,
Y, mire usted, de acuerdo con un comunicado de su oficina de prensa, aseguró que los sectores de la derecha que pretendieron subirse a la ola feminista no encontraron eco porque las causas de las mujeres no sólo les son ajenas, sino que están en contra.
Y más: dijo que las luchas por la igualdad, la equidad y el ejercicio pleno de las libertades han indigestado a la derecha desde siempre.
Luego, sin duda con línea discursiva de la mañanera del Salón Tesorería, presumió académica:
“En esta coyuntura histórica, para las mujeres y sus causas, y para el país entero, las izquierdas, a pesar de las responsabilidades de gobierno, o precisamente por ellas, deben estar en su sitio natural: al lado de la justicia y los derechos, que en esta hora mexicana están en el movimiento feminista”.
Usted se preguntará cuál es la relación entre lo declarado por el inquilino de Palacio y la hoy diputada federal de Morena con un cargo en la Mesa Directiva cameral junto a una frase de Luis Echeverría.
Veamos unas líneas más del mensaje que en unos quince minutos dijo aquella mañana del viernes 14 de marzo de 1975, el entonces presidente Echeverría Álvarez, a quien por cierto mano anónima descalabró en la huida de la Facultad de Medicina, acompañado por el teniente coronel Jorge Carrillo Olea:
“¡Escuchen, jóvenes profascistas!, ¡ustedes! La universidad y el gobierno desempeñan funciones complementarias, de ninguna manera opuestas en el seno de la sociedad; el enfrentamiento entre la universidad y el gobierno lo lamenta la nación y lo celebran los heterogéneos enemigos de México.
“Quienes agreden las universidades, desde dentro o desde fuera, temen a su influencia política y social; temen a la libertad, a la verdad y a la inteligencia, ¡jóvenes fascistas!; son las minorías privilegiadas, y sus homólogos extranjeros (a quienes afecta la denuncia de la explotación, la miseria y la injusticia social) son los beneficiarios de la dependencia; quisieran detener la formación de generaciones técnica y moralmente capacitadas para fortalecer nuestro desarrollo autónomo. Esos grupos ven en toda expresión de disentimiento motivos de alarma y excusas represión”, gritó literalmente Echeverría Álvarez en esa mañana de celebre recordatorio porque los jóvenes universitarios tenían frescos los agravios.
“Pasó el tiempo de las conciencias tranquilas… ¡así gritaban las juventudes de Mussolini y de Hitler!; ¡las juventudes de Salvador Allende sabían discutir!… pasó el tiempo de las conciencias tranquilas, de la mezquindad profesional, de la mediocridad lucrativa, del aislamiento intelectual; pasó también la época de la política como irresponsable juego de intereses y pasiones. Desligar el proceso de modernización de nuestros verdaderos objetivos equivale a consolidar la dependencia, la dependencia de los países imperialistas a los que ustedes les hacen el juego, ¡ustedes!
“¡Escuchen, jóvenes manipulados por la CIA! Desligar el proceso de modernización de nuestros verdaderos objetivos equivale a consolidar la dependencia; un esfuerzo que se concentra exclusivamente en el mejoramiento de los sistemas pedagógicos sin considerar los propósitos nacionales de la educación correría el riesgo de volver más eficaces los instrumentos que atentan contra la soberanía.”
¡Qué le parece! Casualmente a la Universidad Nacional Autónoma de México la han asediado con tomas de facultades, colegios de Ciencias y Humanidades, Preparatorias. Y, también casualmente, como en las marchas de organizaciones feministas han irrumpido mujeres y hombres, jóvenes en su mayoría, encapuchados con el objetivo de reventar marchas y desacreditarlas.
Las versiones son varias. Como la pretensión de tumbar al rector Enrique Graue para instalar en el cargo a John Mill Ackerman Rose, marido de la señora secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, destacados académicos con doctorado y defensores cuanto más simpatizantes de López Obrador.
Pero, pero, pero… ¿Quién financia a los y las encapuchados cuya encomienda es infiltrarse en movilizaciones estudiantiles o sociales, como las feministas, para desacreditarlas ante los ciudadanos y dejar sembrada la idea de que se trata de enemigos del gobierno, organismos y personajes pagados por intereses de la derecha, por los conservadores?
¿Por qué tanta impunidad si son cien por ciento localizables? Porque eso de que no se reprime ni se persigue y pedir no se proceda contra estas jóvenes que pretendieron incendiar a mujeres policías y reporteras y quienes se les pusieran enfrente, tiene olor a protección. La historia de la lucha por el poder es cíclica y tiene olor a corrupción. Conste.
@msanchezlimon