¿Exceso de confianza?
Francisco J. Siller
Más dudas que certezas dejo la mañanera del pasado martes. El presidente Andrés Manuel López Obrador dejo en claro que mantendrá sin cambio sus proyectos estratégicos y aseguró tener un guardadito de 400 mil millones de pesos, del que nadie sabe de donde va a sacar.
Así que si hay alguien preocupado por la construcción del Aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas, el proyecto ferroviario del Istmo o el Tren Maya, pues se equivoca. Hay dinero para todo, pero sobre todo para cumplir con los programas sociales, aún cuando la recaudación de Hacienda haya disminuido en 2019.
Y del coronavirus COVID-19 que nos amenaza, dijo poco, más bien nada. Excepto por sus consejos de bajarle al consumo de sal y cuidar a los adultos mayores, prefirió mantenerse alejado del tema, quizá por aquello de las críticas de los últimos días por contradecir a los especialistas que le recomendaron mantener distancia y actos públicos sin gente.
Pero López Obrador tiene confianza que la familia mexicana reaccionará y que millones de hijas y madres –y algunas abuelas– se convertirán en diligentes enfermeras, pues en ellas ve la institución de seguridad social más importante de México. ¿Será porque espera que los enfermos se curen en casa y no en los hospitales?
Lo cierto es que para esta pandemia no hay cura conocida y para las mutaciones que vienen, tampoco. En los hospitales públicos –Imss, Issste o Insabi–, la instrucción es regresarlos a casa, a los cuidados de la familia, con medicinas que solo sirven como paliativo. 14 días y el mal se va. Ojalá así sea.
En esa mañanera donde no hubo preguntas y si muchas dudas, López Obrador pidio que actuemos con prudencia, sin desesperarnos, sin apanicarnos, con la firme convicción de que tenemos muchas fortalezas. En su opinión el pueblo de México está hecho para resistir adversidades y para salir adelante.
Lo que informó el subsecretario de Salud, doctor Hugo López-Gatell careció de las precisiones que requiere de un plan para enfrentar la pandemia y ahora resulta que antes que la OMS diera la alerta, aquí en México ya se ponía atención a los 44 casos de neumonía detectados en Wuhan, China.
Que cuando se registró el 27 de febrero el primer caso del COVID-19 en México, “nos encontrabamos comodamente preparados” y quizá eso sea cierto, pero los enterados eran solo unos pocos, que no supieron o no quisieron alertar a la población. Ahora solo esperamos que las medidas sean certeras.
¿Por qué no reconocer que el exceso de confianza retardó la implementación de un plan bien armado, con rigor científico –que no digo que sea inexistente–, con una excelente campaña de información, que disipe dudas y de confianza a la población y sobre todo con la implementacion de medidas preventivas tempranas?
Hasta ahora solo hemos recibido señales encontradas por parte del gobierno. Unos funcionarios dicen una cosa y otros, otra. Se ve al presidente dando bechos y abachos en sus actos públicos, saludando de mano y sorteando el riesgo de contagiarse, porque él esta protegido por el Sagrado Corazón, su trebol de la suerte y el famoso billete verde.
Se ha dado el lujo de difundir videos comiendo en fondas y sobre todo de decir al pueblo de México, que lo imiten, que salgan a comer a restaurantes, que sigan haciendo su vida cotidiana, que será él el que diga hasta cuando tendrá que interrumpirse la actividad y las familias se resguarden en la protección del hogar.
En algo tiene razón el presidente López Obrador y es que el mexicano es organizado y solidario, pues siempre actúa antes de que el gobierno lo haga. Tiene que reconocer que el pueblo lo aventajó. Que empresas y universidades –donde estan los especialistas y científicos– tomaron las medidas preventivas, antes que él.
Que México está en crisis, no hay duda y no solo es el coronavirus, sino en lo económico, con un dólar que ronda los 25 pesos, con el fantasma del desempleo y la caida de nuestra economía que avisora ser estrepitosa, con la crisis de desabasto de medicamentos, de insumos para los hospitales y con una violencia desatada a nivel nacional.
Y no hablemos de la certeza jurídica que las empresas deben tener para invertir en México, lesionada cuando se tomó la decisión de interrumpir las obras del aeropuerto en Texcoco, de la revisión de contratos por gasoductos, la inversion petrolera privada y la interrupción de la construcción de la cervecera en Mexicali. 900 millones de dólares que se iran al caño.
Triste futuro nos depara…
CEO y Editor de Infórmate