Ciudad de México.– En las últimos semanas, las tres principales agencias calificadoras (S&P, Moodys y Fitch) han realizado recortes a la calificación de la deuda soberana de México y de Pemex. La última en pronunciarse fue Moody´s, destacando el hecho de que le quitó el grado de inversión a los bonos de Pemex.
Así, dos agencias (solo S&P no lo ha hecho) ubican la deuda de la petrolera como bono basura, por lo que muchos fondos de inversión en automático se deshacen de este tipo de títulos.
Esto ya era esperado por los mercados financieros. La situación actual de bajos precios internacionales del petróleo, los altos niveles de endeudamiento, junto con los planes de inversión de la actual Administración Pública, son elementos suficientes para pensar en un deterioro adicional en las finanzas de Pemex. Moodys ha comentado que la calificación de Pemex podría subir si el gobierno mexicano asume su deuda financiera.
Aunque esperado, el ajuste es sin duda una mala noticia para las finanzas públicas del país, y no abona en la situación compleja e incierta que actualmente enfrentamos.
En el caso de la deuda soberana del país, para perder el grado de inversión se necesitarían tres recortes por parte de Moodys, dos de S&P y uno de Fitch.
En CIBanco vemos difícil que degraden el bono de la deuda del gobierno mexicano a grado especulativo en este año, pero en el mediano plazo existe algo de riesgo de que suceda, por lo que es necesario tomar medidas para que este escenario se aleje por completo.
La situación actual es muy compleja y de elevada incertidumbre por la situación de la emergencia sanitaria y el parón económico. Sin embargo, todo el mundo está en una situación similar.
Las agencias calificadoras están bajando las notas crediticias de países y empresas por todo el mundo como consecuencia de las medidas de confinamiento provocado por la emergencia sanitaria. Si solo un país fuera degradado en su calificación crediticia, ese país debería de preocuparse, pero si el conjunto de emisores están experimentando bajas en su calificación, entonces los inversionistas no escaparán de ese país para irse a otro si todos están sufriendo recortes.
La economía global ha dejado de ser normal en el sentido en el que estábamos acostumbrados hasta hace uno o dos meses. Por eso es que la reacción de los mercados financieros (en activos denominados en pesos mexicanos) no fue tan negativa a los recientes recortes de las agencias calificadoras.
Sin embargo, a pesar de ello, es imperativo que se trabaje en evitar mayores bajas en la calificación de la deuda soberana de México.
Aunque no se sabe cuánto durará la pandemia por COVID-19, lo que sí es un hecho es que habrá un momento en que terminará la emergencia.
En este sentido, es necesario trabajar en dos frentes. Primero, enfocarse en que la recuperación económica se maximice en el menor tiempo posible. Esto ayudaría a mejorar un poco las fianzas públicas y a contener (un poco) la difícil situación de Pemex.
Bajo la actual normalidad, las economías con poca deuda ya no son vistas necesariamente como los modelos a seguir. Las medidas de apoyo anunciadas alrededor del mundo para combatir la pandemia suman cerca del 25% del PIB global y sin duda implican aumentos significativos en sus indicadores de finanzas públicas, como lo son el déficit público y la razón deuda como porcentaje del PIB.
La frugalidad en el sector público ahora luce como una estrategia sub-óptima. Reducir o no el gasto público hoy, muy probablemente pueda resultar en una posición fiscal más complicada dentro de algunos meses, ya que las afectaciones económicas y una recuperación más lenta se traducirá en dificultades de pago de la deuda y una razón deuda/PIB más alta.
Este escenario aumentará el riesgo país de México y aumenta la probabilidad de más reducciones en la calificación de la deuda soberana del país, al grado que podría perder el grado de inversión, en al menos una agencia calificadora.
Así, es necesario llevar acciones de política fiscal contundentes que eviten que la coyuntura actual de debilidad económica se transforme en un daño estructural y/o permanente.
En segundo lugar, una vez que se inicie la recuperación económica, es necesario trabajar en los asuntos internos que habían mermado la capacidad productiva del país. En particular, se necesita mejorar el ambiente de negocios y fortalecer el estado de derecho, sobre todo lo relacionado con el cumplimiento de los contratos, para así reactivar los niveles de inversión, sobre todo la privada.
Estas dos acciones no eliminan el riesgo de que degraden la deuda de México a grado especulativo, pero si lo podrían reducir de forma significativa.
Un baja a grado especulativo por parte de la deuda soberana implicaría alzas en las tasas de interés (las de fondeo por encima del 10%), en detrimento del desarrollo del país.