El cuatróte de la cuatroté
Francisco J. Siller
Poco a poco, sin grandes anuncios –sin bombo ni platillos—, el país se ha militarizado…
Hoy construye aeropuertos, trenes, sucursales bancarias, hospitales, da asistencia social a la población, proporciona servicios de salud y cuida nuestras calles, nuestros puertos y terminales aéreas. Además funge como policía migratoria.
Llámese Secretaría de la Defensa Nacional, Marina o Guardia Civil.
Poco a poco los militares han desplazado a la iniciativa privada, que antes del actual gobierno obtenía contratos para hacerse cargo de lo que ahora hace la milicia.
No son pocas las voces que se levantan, porque el ejército no esta hecho para esas tareas, su misión es la de defender al país, pero la arrogancia y las ocurrencias de la cuatroté y su presidente nos llevan a los extremos.
El poder que los militares han adquirido en los 20 meses del la presidencia de López Obrador supera lo imaginable.
En este país de contrastes contamos con un gobierno pobre, muy pobre, con un ejército rico, muy rico.
Los recortes presupuestales del 75 por ciento a las dependencias federales contrasta con las carretadas de dinero entregadas a la milicia.
Claro es para las obras civiles que les han encomendado y para otras acciones, como las referidas líneas arriba.
López Obrador dice confiar ciegamente en que dentro del ejército no hay corrupción. Por eso les entrega las aduanas y los puertos.
Puede que tenga razón, pues en su gran mayoría soldados, marinos y guardia civil, hay vocación, pero la historia también ha demostrado lo contrario.
Surgen reflexiones que no deben quedar de lado.
¿En un futuro cercano, la milicia querrá renunciar a ese poder económico y político que esta ganando y simplemente regresar a sus cuarteles para seguir como si nada con sus labores?
López Obrador tiene los ojos en el pasado, quiere ser como Juárez y pasar a la historia como el mejor Presidente de México, pero está llevando al país a un estado en que el ejército sea el que sostenga al poder político.
Aún más, que esté en camino de sustituirlo, dado el momento.
Y no me refiero a un golpe militar en México, sino al regreso del generalato al poder.
Historias hay muchas comenzando el siglo pasado con Porfirio Díaz, Victoriano Huerta, Juan N. Mendez, Manuel González, Francisco I Madero, Eulalio Gutiérrez Ortiz, Roque González, Venustiano Carranza o Adolfo de la Huerta. Todos ellos generales, militares por formación.
Y en un panorama pos revolucionario, los generales Alvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Abelardo L. Rodríguez, Lázaro Cárdenas del Río y Manuel Ávila Camacho, el último presidente de origen militar y quien cedió el poder a un civil —Miguel Alemán Valdés— en 1946.
A 20 meses de este gobierno no ha pasado nada. La economía cayó el año pasado a cero crecimiento y este año decrecerá hasta dos dígitos. 75% de la población productiva ha visto reducido su salario de acuerdo al INEGI. 12 millones perdieron sus ingresos, de ellos 1.2 millones estaban afiliados al IMSS.
Estamos inmersos en una crisis de salud, pues por mala planeación y por un equívoco sentido de combate a la corrupción, se ha fallado en la compra de medicamentos esenciales, dejando de lado lo que sí funcionaba, para mal reconstruirlo.
La pandemia nos sorprendió y lo evidenció.
Por la destrucción de las instituciones que estorban al absoluto poder presidencial, por el cual México ha sufrido, en especial en la época del generalato, del poder omnímodo al que no se le puede contradecir.
Y qué decir de la seguridad pública, pues por más retórica de la mañaneras, las cosas siguen peor que en 2018.
Los asesinatos violentos van al alza y los delitos también. Los feminicidios imparables.
El tráfico de drogas sigue sin freno en México y hacia Estados Unidos.
Pero el discurso es triunfalista, para el presidente no pasa nada y dentro de su gabinete no hay quién le abra los ojos. Él no lo permite, solo su visión prevalece. Tiene fija una idea de cómo debe ser este país y está dispuesto a transformarlo como sea.
No ve al futuro, no corrige los errores de los gobiernos del PRI o del PAN. gobierna con golpes mediáticos, como la rifa del avión, o su venta, Y de las reformas estructurales del sexenio pasado, pues hay que destruirlas, en vez de perfeccionarlas.
México ha sido un país sexenal, sin un plan a largo plazo y eso es lo que nos diferencia de otras naciones de un mundo del que no podemos sustraernos.
Cada seis años nos adecuamos a visiones y estilos diferentes de gobernar. O vamos hacia la cima o caemos en el despeñadero.
Es como la investigación científica de la prueba y error.
Cada presidente aplica sus fórmulas, buscando mejorar los resultados, pero siempre garantizando la confianza de la iniciativa privada, de los inversionistas nacionales y extranjeros, pero eso no lo hemos visto en este gobierno.
En ese afán de destruir reformas e instituciones, la desconfianza ha crecido así como las acciones erráticas y contradictorias, pensando que con los programas sociales o el dinero que se entrega, la economía se resolverá por sí sola.
El rescate Pemex y la CFE como monopolios de estado le está costando demasiado a México, incluso ponen al país en gran riesgo de perder su calificación soberana para el 2021.
Eso obligaría a México a comprometer miles de millones de dólares en el pago de intereses por el ejercicio de la deuda externa.
Por ello no es extraño que en Palacio Nacional se piense que el gobierno debe ser apuntalado por la lealtad del ejército al poder presidencial, por eso regresó a las calles, por eso construye y participa en labores que la Constitución Mexicana no le confiere.
Que no sea solo para “ponerle un cuatro” a la confianza de los mexicanos…
CEO y Editor de Infórmate