Juan Barrera Barrera
El fin de semana las oposiciones de derecha e izquierda tradicionales dieron un paso importante para caminar juntas en las elecciones del próximo año en las que estará en juego la presidencia de la República. Esta iniciativa ha provocado, como es natural, opiniones en pro y en contra.
Alejandra Barrales y Ricardo Anaya, dirigentes del PRD y del PAN anunciaron la formación del Frente Amplio Democrático (FAD) con el objetivo de conjuntar a todas aquellas las fuerzas políticas y ciudadanas, no importa la ideología, en torno a una candidatura fuerte para competir con posibilidades de triunfo contra PRI.
Ambos partidos vienen de pasar por una mala experiencia en el estado de México (desde la entidad mexiquense habían anunciado un acuerdo en ese sentido) en donde no fueron capaces de ir en alianza con resultados desastrosos, más para el PAN, y ahora mandan señales al electorado de que aprendieron la lección y pretenden reivindicarse con la construcción de un gran frente opositor. No está mal la idea, pero tiene sus bemoles.
¿Ahora sí, la alianza?
La iniciativa, sin embargo, ha provocado rechazos en ambas formaciones políticas, más en el perredismo en donde un sector importante insiste en una coalición con Morena, más por los lazos ideológicos que los identifican que por razones meramente pragmáticas, pero Andrés Manuel López Obrador, ha cancelado esa posibilidad, por lo menos a nivel de dirigencias partidistas, pues ha dicho que las puertas están abiertas para los militantes de todos las fuerzas políticas.
En el PAN ha habido voces aisladas, como las del senador Ernesto Cordero, que cree que su partido tiene la capacidad de ganar sólo la elección presidencial, antes no se opuso a las alianzas con el PRD en elecciones estatales y municipales. Todos los precandidatos (Margarita Zavala, Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle, Ernesto Ruffo, Luis Ernesto Derbez y Juan Carlos Romero Hicks) han expresado su apoyo a la iniciativa.
El caso del estado de México demostró que ningún partido opositor por sí sólo podrá ganar los comicios del 2018, es más ni siquiera el PRI. Por cierto, el Partido Verde, aliado del tricolor parece estar dispuesto a abandonarlo, pues ha anunciado su intención de integrarse al Frente Amplio. Es entendible que busque cobijo luego de su participación marginal en las elecciones del estado de México y siente que ya es hora de abandonar el barco priísta que no convenció a los electores, aunque haya triunfado.
Primero el frente opositor, después el proyecto y por último el nombre del candidato que compita con un programa común pero bajo la fórmula de coalición. Hay coincidencia en que es necesaria la creación de un bloque amplio electoral capaz de encabezar una “revolución pacífica” como dice Miguel Ángel Mancera pero no es suficiente. El país tiene la urgencia de un cambio para resolver el cúmulo de problemas que los gobiernos priístas y panistas han sido incapaces de resolver, por ello tienen que pensar en las bases para la posible formación de un gobierno de coalición.
Ese es uno de los retos que los aliancista tienen en su agenda, pues cómo ponerse de acuerdo si tanto el PAN como el PRD han mantenido amplias diferencias en torno al proyecto de nación. El actual modelo económico neoliberal que insistentemente cuestiona el perredismo se debe a la colaboración del PAN, incluso hasta han presumido que el PRI les robó su proyecto.
Proyecto y candidato, los escollos
Serán capaces, izquierda y derecha, de mirar por el país y por el interés de la mayoría de los mexicanos y lograr una estrategia novedosa capaz de atraer y retener la atención de los electores de ambos espectros ideológicos con una agenda programática, estructural que supere las inercias ideológicas. Lo veo difícil. PAN y PRD tendrán que arriesgar sus propios intereses partidistas para garantizar la viabilidad del FAD.
El otro escollo, no menos escabroso, que tendría que resolver el movimiento frentista son las candidaturas, especialmente el candidato presidencial en una plataforma electoral común. Los del PAN piden mano pues argumentan que por ser el partido más grande por el porcentaje en preferencias electorales y que a decir del senador Roberto Gil Zuarth, su partido debería encabezar ese frente en el 2018, como condición necesaria para negociar con las demás fuerzas.
Un amplio sector de corrientes del PRD Izquierda Democrática Nacional, por ejemplo) no estaría dispuesto a apoyar un candidato panista y preferiría otorgarle el voto a López Obrador y no me imagino a los azules votando por Silvano Aureoles, Graco Ramírez o Juan Zepeda; Miguel Ángel Mancera se cuece aparte. La opción en todo caso estaría en un candidato externo, pero dudo que los precandidatos perredistas y panistas renuncien a sus ambiciones personales.
De llegar a fracasar este intento de los partidos aliancistas solo favorecería las aspiraciones de AMLO y Morena, porque perderían toda credibilidad ante los electores y verían al tabasqueño como la única alternativa no solo para ganarle al PRI la elección presidencial, sino también como la mejor opción de gobierno.