Si me permiten hablar

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Hombres en el día de la mujer

Ana Celia Montes Vázquez

Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer como una forma de recordar al mundo que las féminas también tenemos derechos y una voz que llama a la igualdad y al respeto en lo físico, ético y psicológico, todo lo cual está muy bien. Y así pues, en literalmente todas las grandes metrópolis del mundo habrá manifestaciones –con todo y coronavirus presente– con muchas pancartas en favor del libre ejercicio del derecho a abortar y a exigir seguridad en las calles, entre varios reclamos, todos los cuales muy justos y oportunos.

Sin embargo, también los protagonistas serán los hombres… ¡Sí! Aunque arrinconados y entre penumbras, los varones observarán y tímidamente felicitarán a las mujeres que los rodean, eso sí, con mucho tacto porque esta fecha no es para celebrar sino para reflexionar y máxime si se trata de feminista recalcitrantes, quienes no admiten un halago porque lo consideran denigrante para una mujer libre e independiente.

Por ello resulta oportuno resaltar que, como ya se mencionó, el 8 de marzo se instituyó para recordar lo que se ha ganado y también lo faltante para una verdadera libertad y reconocimiento de las mujeres, pero al mismo tiempo se requiere hacer lo mismo para los hombres por una sencilla razón: Si no se reconocen sus derechos, jamás podrá haber una verdadera equidad de género.

Porque pero por supuesto que así como hay hombres irresponsables, violentos y machistas hay mujeres que tienen hijos sin planear y los dejan al cuidado de otros familiares sin responsabilizarse constituyendo eso un delito por omisión de cuidados; incluso, literalmente se los botan a los padres (de las criaturas o de ellas mismas). Asimismo, hay hombres violentados de palabra y obra por sus parejas mujeres, o, incluso, acosados sexualmente por compañeras de trabajo, pero si se quejan ante la autoridad correspondiente, como procede, son minimizados y hasta ridiculizados. Aquí cabe recalcar que libertad no es libertinaje ni imitar en lo negativo a los hombres.

Y ni qué decir de las actitudes machistas femeninas. ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!??? Sí, esas que consisten en denigrar a otras damas con críticas sobre su aspecto y calidad moral, por decirlo de alguna manera, y ni qué decir en cuanto a su estado civil, pues una manera de hacer sentir mal a una mujer de parte de otra es resaltar que es soltera, aunque sea muy letrada, estudiada, atractiva e independiente económica y emocionalmente. O sea, de nada sirve todo esto si no tiene a su lado

a un señor que le dé sentido a su existencia.
Todas estas cuestiones representan apenas una muestra de muchas tantas que reflejan la inequidad de género y mucha injusticia. Y estuvo muy bien que en las marchas muchas mujeres griten, se desnuden y pinten el torso exigiendo sus derechos, pero que no lo hicieran los hombres porque de menos se les califica de tontos u homosexuales porque la libertad de expresión parece monopolio exclusivo de las féminas y entre más la ejerzan con gritos y sombrerazos, mejor. Está perfectísimo que así sea, pero no tanto si se tiene en cuenta que es atribución de todo ciudadano mexicano plasmada en la Carta Magna.

¿Entonces? A los espacios ganados por las mujeres a los largo de la historia de la humanidad también se deben añadir los de los hombres, pues no son los villanos eternos y sí víctimas de un sistema que les requiere demasiado, pero que les ha escatimado sus derechos en especial uno: El de demostrar sus emociones y sentimientos en aras de una supuesta fortaleza viril.