Si me permiten hablar

376

¿No paga la UNAM?

Ana Celia Montes Vázquez

Como siempre y por desgracia la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Máxima Casa de Estudios de nuestro país, una de las mejores instituciones de educación superior en Latinoamérica y el mundo entero, es hecho noticioso porque, como siempre y por desgracia, la UNAM es utilizada para fines políticos no muy claros porque varios de sus campus están en paro, lo cual resulta contradictorio y hasta risible siendo que la emergencia por coronavirus continúa lo que implica, entre otras cuestiones, mantener el aislamiento social por lo que el paro ahora es de manera cibernética.

Así es. En otras palabras, resulta que las actividades académicas (entiéndase clases síncronas, talleres virtuales y situaciones en línea y a distancia) que involucren la participación de los estudiantes deben ser canceladas de momento y hasta nuevo aviso. Más claramente que no hay clases para no violentar el derecho a paro llevado a cabo por los propios alumnos en apoyo a todos los docentes universitarios que no han recibido su pago. Cabe recordar que en días pasados se manifestó un grupo de profesores adjuntos frente a Palacio Nacional exhibiendo sus talones de pago, en donde consta que, efectivamente, no han sido remunerados sus servicios académicos.

Resulta oportuno informar a los lectores y público en general que los profesores adjuntos son ayudantes de los profesores titulares; es decir, son docentes que apoyan las labores en el salón de clases como en la impartición de temas; elaboración de material didáctico; pase de lista del grupo y hasta calificar tareas y dar clase cuando el titular lo permita o lo requiera. Ahora bien, estas labores son desempeñadas en muchos de los casos por estudiantes recién egresados y no siempre titulados en algunas materias que lo contemplen, como es el caso de laboratorios o talleres y deben acreditar cursos de didáctica. Salvo severas excepciones, en términos generales, el cuerpo docente universitario es quien está en primera línea –literalmente– de atención con el alumnado y no goza de muy boyantes sueldos y las prestaciones se concretan al servicio médico estatal, aguinaldo, el equivalente a despensa mensual y bonos.

Y por supuesto resulta muy alentador el que el estudiantado se solidarice con estos profesores y también con titulares que no han cobrado, sean cuales fueren las razones. Sin embargo, en esa supuesta solidaridad tal vez se escondan otros intereses ni tan nobles ni tan académicos y siempre son los alumnos o supuestos alumnos quienes hacen el trabajo sucio paralizando a la UNAM, sin ver que quienes se ponen en desventaja son ellos mismos al interrumpir su preparación académica, misma que les permitirá enfrentarse a un mundo laboral competido y saturado, que quienes los motivan al paro no les advierten ni ayudan.

En fin, una vez más la Universidad Nacional Autónoma de México es una especie de ficha movida por oscuros intereses, mientras el rector Enrique Graue y demás altos dignatarios de la institución están en la inopia con discursos muy enternecedores relativos al espíritu universitario recibiendo premios y porras, pero la UNAM es la universidad de los mexicanos, la que forma a quienes a diario trabajamos por y en este bendito país.

Y desde luego que quienes organizan este tipo de actos no son ni los académicos que a diario cumplen con su deber altamente comprometidos, ni esos estudiantes que en línea y a distancia siguen su preparación con entusiasmo por ser de piel dorada y sangre azul.