- Biden-Putin: de asesinos a personajes prácticos y constructivos
- Acuerdan retorno de embajadores y pacto nuclear, pero no ciberseguridad
- Los líderes de EU y Rusia “se mascan, pero no se tragan”
Juan Barrera Barrera
No, no se acusaron de asesinos los líderes de las dos máximas potencias mundiales Estados Unidos y Rusia. Pero en la esperada cumbre entre Joe Biden y Vladimir Putin, en los momentos en que las relaciones bilaterales atraviesan por su peor momento desde la Guerra Fría, las hostilidades y las desconfianzas prevalecieron en todo momento.
Aunque ciertamente no se esperaba que fuera tersa, ya que la cita en Ginebra venía precedida de acusaciones mutuas que derivaron el retiro de sus respectivos embajadores por los recientes informes de las agencias de inteligencia que responsabilizan al Kremlin de interferir en elecciones, ataques cibernéticos contra áreas estratégicas estadounidenses y por la represión a sus opositores (Alexander Navalni).
Biden y Putin son viejos conocidos desde hace una década. A pesar de mantener relaciones tensas, ambos líderes globales, ya cara cara, no se agredieron verbalmente como lo habían hecho en marzo, cuando el presidente demócrata respondió afirmativamente a una pregunta en el sentido de que si consideraba a su homologo un asesino.
Pero el nuevo zar ruso no se arredró e hizo gala de su capacidad de reacción, aunque sin agresividad, al responder al fuerte señalamiento del mandatario estadounidense con una frase colegial que se puede resumir en “quien lo dice lo es”.
Los ataques cibernéticos seguirán a pesar de todo
Aunque en la reunión se impuso la diplomacia tanto el estadounidense como el ruso no ocultaron sus desconfianzas (no hubo conferencia de prensa conjunta, ni mucho menos comida, como lo marcan los protocolos). Biden rechazó hablar de confianza hacia Putin. “Esto no va de confianza, va de interés mutuo”, y añadió “el verdadero test llegará dentro de seis meses. Hay una posibilidad de mejorar sin ceder en ninguno de nuestros principios”, subrayó el mandatario estadounidense.
En la cumbre que duró más de cuatro horas a orillas del lago Lemán, en Ginebra, el líder ruso más cauteloso matizó su animadversión hacia su par americano intentando una suerte de comparación política con una frase del escritor León Tolstoi: “Creo que en esta situación no puede haber ningún tipo de confianza familiar. Pero creo que hemos visto algunos destellos”.
Los destellos de confianza del antiguo espía de la desaparecida policía política KGB se concretan en la posibilidad de crear un grupo de expertos sobre ciberseguridad, porque, justificó, Rusia también sufría de amenazas cibernéticas desde Washington al negar que Moscú tenga que ver con los ataques informáticos contra infraestructuras clave estadunidenses, por lo que dejó entrever una posibilidad de cooperación cuando habló de llegar a acuerdos en “reglas de comportamiento”.
Joe Biden (en Ginebra culminó su viaje por Europa en reuniones con la OTAN, Unión Europea y el G-7) siempre en su papel de acusador (“mi agenda no es contra Rusia, sino a favor del pueblo estadounidense”) entregó a Putin una lista de 16 sectores clave que deben quedar al margen de los ataques cibernéticos. Pero “responderemos”, en clara advertencia al Kremlin, en caso de persistir las agresiones informáticas y recalcó que habrá “consecuencias devastadoras” para Rusia si Navalny muere en la cárcel.
Será difícil detener a los delincuentes informáticos cuando no hay un claro compromiso para combatirlos y cuando alguno de los gobiernos se ha beneficiado de esos servicios extralegales sin que haya habido mayores consecuencias más allá del enfriamiento diplomático.
Biden y Putin “se mascan, pero no se tragan”
La cumbre de Ginebra no fue nada parecida a la que sostuvieron Donald Trump y Vladimir Putin en 2018, en Helsinki, cuando el mandatario estadounidense fue duramente cuestionado en medios de comunicación mundiales porque prácticamente se puso de tapete frente al líder ruso que lleva 20 años en el poder y que ampliará hasta el 2035.
A pesar del ambiente áspero de la reunión, ambos mandatarios dejaron entrever una rendija de entendimiento con el regreso de los embajadores a sus misiones diplomáticas que fueron llamados por sus gobiernos cuando las relaciones bilaterales se encontraban en su nivel más bajo, y el reinició de las reuniones para extender el pacto de control de armas nucleares, sin embargo, las sanciones estadounidenses contra Rusia se mantienen.
El encuentro bilateral se realizó justo cuando Moscú agregó a Estado Unidos a su lista de países hostiles a Rusia, del cual Putin salió beneficiado pues la cumbre con Biden lo reposiciona en el medio global que lo mantenía alejado de Occidente desde el inicio de la pandemia sanitaria, sólo dando conferencias virtuales.
Por su parte, con su viaje a Europa para reunirse con sus aliados (OTAN, UE y G7), Biden restauró el liderazgo geopolítico estadounidense pues hubo consenso en los acuerdos logrados que incluyen sanciones contra los otros aliados emergentes: Rusia y China.
Biden y Putin son dos líderes que se repelen. En Ginebra dejaron claras sus fobias y la huella de que el conflicto seguirá marcando el tono de las relaciones bilaterales entre Washington y Moscú, a pesar de que a ninguno de los dos les conviene, ni al resto del mundo, otra versión de la Guerra Fría. Ambos líderes son como los chicles Adams “se mascan, pero no se tragan”.
Ambos países se han puesto como reto, en tiempos de tensión, “avanzar en los objetivos compartidos de asegurar la estabilidad en un contexto estratégico, reduciendo el riesgo de conflictos armados y la amenaza de guerra nuclear”. Cuestión de tiempo.