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La otra sociedad, llamada crimen organizado

Norberto Vázquez

De acuerdo a un estudio del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, en el año 2019 el costo total estimado de la inseguridad en México fue de poco más de un billón de pesos, lo que representó el 8.9% del Producto Interno Bruto (PIB).

Los estudiosos dicen que lo genera el capitalismo despiadado. Los clérigos, los ubican como las “ovejas que se salieron del rebaño”. Cuando te los has encontrado de frente preguntándote que haces por una carretera de Tamaulipas –reporteando– ellos mismos se identifican como la “maña”.

Lo cierto es que en los más recientes 30 años, han sido un verdadero lastre para la sociedad a la cual roban, secuestran, le cobran derecho de piso, le piden la mesada para su seguridad en comercios establecidos, le roban su ganado a los rancheros, cobran cuotas para transitar en carreteras del país, roban gas, gasolina, trafican con niño(a)s y con migrantes. Habrá que sumarle los más lucrativos: trafico de drogas, comercio ilegal de armas y lavado de dinero.

Piden adelantos por las cosechas a campesinos, te matan si no los das las llaves de tu rancho como le pasó a Don Alejo Garza Tamez. Este último, hombre ejemplar, que se volvió el símbolo de una sociedad harta de los embates de gente sin escrúpulos, pues él sólo, defendió su rancho a balazos contra un grupo de delincuentes, y, como suele suceder en estos casos, resultó muerto.

En las más recientes elecciones del 6 de junio, se les identificó como un ala estratégica que intervino con recursos para apoyar a candidatos, y también organizando a la gente para promover el voto a favor o en contra de ciertos abanderados a cargos de elección popular.

Sí, estamos hablando del crimen organizado, cuya violencia ocasionada por este sector de la sociedad se ha constituido como uno de los principales problemas en México en los últimos años.

Adicionalmente a las pérdidas humanas que ocasionan, han afectado las actividades económicas, lo cual disminuye la calidad de vida de la población. Si el gobierno no genera riqueza, súmele las mermas del crimen organizado.

En México se observa un incremento de los delitos violentos vinculados con el crimen organizado en el marco de la lucha contra el narcotráfico emprendido desde el sexenio de Felipe Calderón, ocasionando más de 40 mil víctimas, miles de desplazados y afectaciones económicas que se están comenzando a cuantificar. De acuerdo a un estudio del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, en el año 2019 el costo total estimado de la inseguridad en México fue de poco más de un billón de pesos, lo que representó el 8.9% del Producto Interno Bruto (PIB).

Lo peor, es que ya se está institucionalizando. El crimen organizado ya es una actividad criminal compleja a gran escala, llevada a cabo por grupos de personas que forman organizaciones criminales creadas con el propósito expreso de obtener y acumular beneficios económicos a través de actividades ilícitas y que asegure su supervivencia, funcionamiento y protección mediante el recurso de la violencia y la corrupción o la confusión con empresas legales. En pocas palabras, ya un sector de la sociedad, que se ha vuelto empresarialmente criminal.

Hay que ser claros con este problema. Una de las razones que explican esta grave situación es que la transición a la democracia en México, desde fines de los 80 hasta inicios de los 90, no contempló como parte de la reforma del Estado la transformación de los sistemas de seguridad pública, justicia, defensa e inteligencia. Hoy ese déficit, se refleja en la crisis de seguridad, que afecta a la democracia en la medida en que ya golpea la gobernabilidad y la estabilidad social y política. El crimen organizado, que antes era un poder paralelo y oculto, ha ampliado su radio de acción, con una descarnada lucha de poder entre los carteles, y se ha lanzado a la ofensiva contra el Estado y la sociedad.

¿Por qué no ir al problema del asunto? En México hay una cantidad de armas en manos de la población totalmente fuera de control. Esta amplia disponibilidad de armas se explica en buena medida por la legislación estadounidense, que permite la venta libre: estas armas son el alimento principal tanto del crimen común como del crimen organizado.

Hoy Aguililla, Michoacán, es un ejemplo de todo esto. Es, desde siempre, un territorio de tradición campesina ganadera, hombres y mujeres criollos cuyos ancestros formaron parte de una corriente migratoria desde la región de Los Altos, en Jalisco. Es, por supuesto, un territorio de tradición en la venta de marihuana.

En esa región surgió el llamado Cártel del Milenio en los años noventa, y de sus guerras intestinas y contra cárteles foráneos que intentaron invadir el territorio derivaron los grupos lo que luego se conocieron como Familia Michoacana y Caballeros Templarios. Es un punto estratégico en el movimiento de narcóticos de todo tipo, y territorio clave en la proliferación de las llamadas “cocinas” para la producción de drogas sintéticas. Por eso, pelea el territorio el Cartel Jalisco Nueva Generación. ¿Qué se puede hacer cuando los criminales están insertados en la sociedad?

Sólo es pregunta.