- Informe menos beligerante, pero triunfalista
- No es igual, pero hace lo mismo
- Congreso, parapeto en rendición de cuentas
- Consumo, debilitado
Agustín Vargas *
Como era de esperarse, Andrés Manuel López Obrador esbozó al pueblo de México durante la lectura de su cuarto informe de gobierno, una realidad totalmente distinta a la que vivimos y enfrentamos millones de mexicanos.
El presidente ofreció su discurso relativo a su cuarto informe de gobierno -pero el número quince de una serie de informes a lo largo de los primeros cuatro años de gobierno-. En esta ocasión el discurso fue más articulado y menos beligerante que los informes previos, porque, sin duda, su objetivo principal es el apoyo electoral para la llamada cuarta transformación.
Como se anticipó, su discurso mantuvo el tono triunfalista característico a lo largo de todo este gobierno. Una estrategia política eficiente que de alguna manera le ha permitido al titular del Ejecutivo mantener altos niveles de aprobación.
Resalta el hecho de que el discurso en materia de un beneficio social, particularmente de menor desigualdad en la población, se apoyó en cifras de 2020 y a una información diversa poco o nada verificable, pero que aparentemente ha rendido frutos favorables en la percepción de la población.
Es claro, de acuerdo con el discurso presidencial, que el gobierno vive una realidad alterna a la que arrojan las cifras oficiales. Subraya una recuperación de la economía a los niveles prepandémicos cuando la mayoría de los países la alcanzaron hace tiempo.
Relativo al bienestar social, la realidad es que la última información disponible consigna un mayor número de pobres. El sistema público de salud sufre severas deficiencias ampliamente documentadas en la atención médica y hospitalaria y en el suministro de medicamentos que ha dejado a los hogares en la indefensión y con un elevado gasto en sus bolsillos para atender sus necesidades médicas.
La inseguridad pública es claramente preocupante por sus elevados niveles de violencia e impunidad. Además, el sistema educativo ha sufrido graves retrocesos y su perspectiva es sumamente inquietante; más preocupante aún, por el hecho de que la nueva titular de la Secretaría de Educación Pública, Leticia Ramírez, no tiene ni la más remota idea de cuál es su tarea al frente de la SEP, pues ella misma reveló que no sabe de programas escolares básicos.
Estas debilidades, entre otras, han sido acusadas por múltiples analistas, expertos y estudiosos independientes de prácticamente todas las orientaciones políticas, con excepción, claro, de las filas morenistas.
El tono triunfalista de los informes presidenciales es tradicional y el señor López Obrador hace lo mismo que sus antecesores, aunque pocas veces, si acaso, tantos indicadores han mostrado el deterioro que ahora muestran en el cuarto año de gobierno. Ello por diversas razones exógenas, pero también otras atribuibles a la gestión de gobierno.
Congreso, parapeto
La verdad es que los presidentes no se ven restringidos a informar respecto a métricas claras y transparentes. El Congreso no cuenta con los elementos necesarios para exigir cuentas y exigir responsabilidad de manera objetiva al Ejecutivo. Aunque si tiene a su alcance algunos instrumentos jurídicos que lo pueden obligar a transparentar sus operaciones, pero el mismo Legislativo se ha dado a la tarea de complicar su aplicación.
Por ejemplo, el sistema de planeación del desarrollo de la Constitución obliga a la administración pública federal a ceñirse al Plan Nacional de Desarrollo (PND), a sus programas y al Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) aprobados por el Congreso. Pero lo hace mediante un proceso de planeación demasiado complicado y oneroso, que finalmente termina siendo inoperante y de letra prácticamente muerta.
Sería deseable considerar una reforma al sistema de planeación que lo hiciera más sencillo, ágil, transparente y útil, para que el pueblo, a través de sus representantes, tuviera la oportunidad de exigir cuentas al Ejecutivo sobre su gestión, en sesiones democráticas presenciales.
Consumo debilitado
El Inegi dio a conocer el dato del Indicador de Consumo Privado en el Mercado Interno de junio de 2022, el cual creció 6.6% a tasa anual, con cifras originales, y 0.1% con relación al mes anterior.
Luego de su caída anterior, el indicador rebotó mensualmente gracias al avance en el componente de bienes de importación, que pudo obedecer al desahogo de algunos cuellos de botella en cadenas globales de suministro. Ello compensó las caídas en bienes nacionales y servicios, que se debilitaron por tercera y segunda caída consecutiva, respectivamente.
Si bien la inflación podría desacelerarse al cierre de año, seguirá siendo elevada, y con ello seguirá afectando el poder adquisitivo de los hogares. Además, según los especialistas, los incrementos en la tasa de interés encarecerán el crédito al consumo y la desaceleración económica afectará la creación de empleo. Por todo ello, advierten, el consumo interno seguirá enfrentando un panorama adverso en los próximos meses.
Síganos en www.habitatmx.com
Escríbanos también a [email protected]
*Periodista, director de la Revista Hábitat Mx