Política Global

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  • Fracasa intentona golpista en Brasil; “Lula” se fortalece
  • Bolsonaro es parte de un proyecto derechista del español Vox

Juan Barrera Barrera

La ultraderecha brasileña intentó un golpe de Estado contra el presidente Luiz Inácio da Silva “Lula”, quien asumió por tercera ocasión la presidencia de Brasil este primero de enero. Jair Bolsonaro, su antecesor, no esperó al cambio de poderes y huyó a Estados Unidos, porque no reconoce el triunfo del izquierdista del Partido de los Trabajadores y ahora se ha convertido en la mano que mueve el movimiento contra las instituciones democráticas establecidas constitucionalmente.

Este domingo las imágenes que empezaron a dar vuelta por todo el mundo desde Brasilia, nos remontaron inmediatamente a las vistas el 6 de enero de 2021 en Washington, cuando un turba de ultranacionalistas estadounidenses tomaron el Capitolio por la fuerza, azuzados por el presidente Donald Trump, quien pretendía presionar a los congresistas para que no reconocieran el triunfo electoral de Joe Biden.

En Planalto miles de seguidores ultraderechistas del ex presidente Jair Bolsonaro asaltaron de manera violenta la sede de los tres poderes del Estado brasileño: la Presidencia, el Congreso y el Tribunal Supremo, sin que las fuerzas de seguridad opusieran resistencia, porque las autoridades de la capital siguen la agenda electoral negacionista de Bolsonaro.

Estas acciones violentas, sin embargo, de ninguna manera pueden considerarse hechos aislados, ya que desde la campaña Bolsonaro que ya advertía una posible derrota cuestionando, sin bases, el papel de las autoridades electorales mandaba mensajes de un posible fraude en su contra a través del voto cibernético, el mismo argumento de Trump para no reconocer el triunfo de Biden.

Movimientos anti “Lula” parte de un plan derechista amplio

El ex presidente carioca no ha dejado de incitar a sus partidarios para que rechacen el legítimo triunfo de “Lula” da Silva, quienes han pasado de las protestas violentas a la exigencia a las Fuerzas Armadas para derrocar al nuevo Presidente mediante un golpe de Estado.

Por fortuna, “Lula” Da Silva demostró inteligencia y habilidad para controlar la ola de inconformes con las instituciones democráticas y asumió el control de Brasilia, destituyendo al gobernador y al responsable de las fuerzas de seguridad, ambos identificados con Jair Bolsonaro, y corresponsables del asalto y destrozos que ocasionaron los ultraderechistas.

La intentona golpista contra el presidente Da Silva, sin embargo, no fue una acción fortuita. La ultraderecha brasileña estaba ávida de recuperar el poder que habían perdido después del regreso de Brasil a la democracia y vieron en la figura de “Lula”, que había anunciado su interés en volver a contender en los comicios del 2018 frente al candidato ultraderechista, un riesgo real para sus objetivos

El temor por un posible triunfo de la izquierda por parte de los sectores conservadores quedó evidenciado, por eso sometieron a “Lula”, desde el gobierno de Temer, a un proceso judicial que no pudieron sostener, ya que el Tribunal Supremo Federal consideró que el juez Sergio Moro (después fue parte del gobierno de Bolsonaro) no fue imparcial en el enjuiciamiento por corrupción del ex presidente en el caso de la operación Lava Jato.

Desde entonces, la derecha carioca ha venido maquinado acciones para obstaculizar y evitar por todos los medios (incluyendo la vía militar) a un personaje que goza de amplias simpatías entre la mayoría de la población del país sudamericano por su gestión de gobierno exitosa en beneficio de las mayorías olvidadas, hecho que lo ha convertido en un gran dique contra los intereses mezquinos y antibrasileños, los cuales son representados por el bolsonarismo.

Los manifestantes que se apoderaron de la explanada de Planalto tenían como antecedente inmediato los bloqueos que se suscitaron en varias ciudades del país por el triunfo electoral de Luiz Inácio “Lula” da Silva y la exigencia de la derecha de derrocar al Presidente, son parte de un plan amplio que viene de por lo menos del 2018, cuando impidieron la candidatura del sindicalista del Partido de los Trabajadores.

Bolsonaro parte del proyecto derechista regional

La corriente bolsonarista, no se puede negar, ha echado raíces en tan poco tiempo en sectores ultraconservadores en el gigante sudamericano. Los resultados de una elección muy disputada es un botón de muestra. Además, el ex mandatario, con una larga carrera en el Congreso, es un declarado defensor de los golpes militares que sufrió su país.

Esa identificación con el factor castrense se fortaleció con los seis mil empleos que el coronel Bolsonaro cedió a militares en activo, algunos en puestos clave como en el Ministerio de Defensa o el de Sanidad en plena crisis sanitaria por el COVID-19, que el gobierno derechista negó en un principio, esa es otra similitud con Donald Trump.

El apoyo a la retórica bolsonarista de altos mandos militares que afirma que Luiz Inácio da Silva no fue elegido por el voto del pueblo, sino por el Tribunal Supremo y por el Tribunal Federal Electoral, también mostraron sus simpatías a las manifestaciones golpistas.

Por fortuna, gobiernos de países de todas las regiones el mundo han expresado su apoyo y solidaridad al nuevo gobierno electo democráticamente, encabezado por “Lula” y los militares no han salido con los tanques a las calles, a pesar de que el alto mando uniformado guardó silencio y no condenó los actos de barbarie cometidos por las bases ultraderechistas. Todo esto representa un revés para Jair Bolsonaro y su movimiento ultraderechista, cuyas pretensiones golpistas no lograron hacer eco.

Sin embargo, el peligro no se ha disipado, si tomamos en cuenta la existencia de un movimiento derechista que recorre Latinoamérica, que viene auspiciado por Vox, la formación ultra de España que tiene como objetivo precisamente detener el avance del “comunismo” en la región, desde el Río Bravo hasta la Patagonia, y que seguramente estará muy complacida con las movilizaciones desestabilizadoras en Brasil, pues no ha emitido una declaración de rechazo, porque el ex presidente era uno de sus activos más representativos.

En México existe una corriente de ese proyecto tanto en el PAN como en sectores emergentes neo ultraderechistas. A finales del año pasado realizaron varios encuentros disfrazados de actos humanistas en favor de la familia, con la marca del partido Vox.