Entresemana

1826

No querían que viniéramos…

Moisés Sánchez Limón

¿De qué color es la democracia?

En México, el último domingo de febrero de 2023 se pintó de rosa y blanco y sus portadores entonaron el Himno Nacional que enchinó la piel y anegó miradas.

Más si osare un extraño enemigo…

“Aquí solo hay hombres y mujeres de conciencia libre, no tenemos miedo, no tenemos miedo a los desplantes autoritarios que intentan callarnos. No querían que viniéramos, pero aquí estamos”.

Refrescó memoria Beatriz Pagés con esa pretensión de boicotear la convocatoria, la perversa idea de azuzar a la jauría para desestimular a la concentración dominical en defensa del Instituto Nacional Electoral, de la democracia.

¡Ah, la jauría!

Como esa enorme manta azul con la foto de Genaro que por ahí de las nueve de la mañana se desplegó en el edificio al poniente de la peana que es el Zócalo para descalificar al motivo de la convocatoria e hilar latrocinios con defensa del derecho ciudadano a votar y ser votado.

Pero…

“(…) no solo hemos querido llenar el Zócalo, venimos a ocupar respetuosa y temporalmente la Plaza de la Constitución”, bordó José Ramón Cossío en esa historia que recién ha comenzado a escribirse en defensa de la imberbe democracia mexicana.

Sin nombres ni apellidos.

¿Para qué, primo hermano; para qué?

–¿Y cómo cuántos fueron a la concentración en el Zócalo?

–Oficialmente como 90 mil.

–No, no, menos, como medio millón.

¡Sopas!

–Sí, primo hermano, nomás cuenta la gente que se embotelló en Cinco de Mayo, 20 de Noviembre, Venustiano Carranza, 5 de Febrero, Madero y Tacuba…

Y, bueno, usted reclamará con justa razón:

–¿Y los ciudadanos vestidos color democracia que se reunieron en más de un centenar de ciudades del interior del país y en el exterior, digamos en España, Ginebra, Chicago, Puebla, Monterrey, Chihuahua y Guadalajara?

Sí, sí. Ahí desfilan temprano por Paseo de la Reforma y Avenida Juárez y colman el servicio del Metro que desparrama usuarios en la estación Bellas Artes porque cerraron Allende y el Zócalo.

Alegres, sonrientes, bromistas van ellas y ellos, jóvenes, niños, adultos, señoras y señores, ciudadanos y ciudadanas de eso que llaman tercera edad, rumbo al Zócalo. Y alzan el puño y corean “¡México…México!”, “¡El INE no se toca!”, “¡Mi voto no se toca!”

Y no hay kilométricas filas de autobuses rentados ni transporte público pagado con el erario disfrazado de apoyo ciudadano.

Y no hay pase de lista ni acarreadores que se desgañitan en las concentraciones políticas en busca de su clientela. ¡Acá los de la Gustavo! ¡Acá los de Neza y Chalco!

No, no hay presión ni oferta fácil ni advertencia “si no asistes te quitamos el apoyo de Bienestar”.

Y los adultos mayores no esconden el rostro temerosos de perder el apoyo bimestral, porque caminan rumbo al Zócalo libres, por cuenta propia, por convicción, porque, ¿a poco no?, se les pegó la gana ir a exigir lo exigible.

Sin nombres ni apellidos.

Pero…

Ni tardos ni perezosos –reza el lugar común– en las redes aparecen los oficiosos y los no tanto que descalifican a esta concentración.

¿Por qué el miedo?

La autoridad se ha quedado callada como momia –SAS dixit—y hasta evita adelantar números. Y policías y elementos del H. Cuerpo de Bomberos pueden darse el lujo de bostezar porque no hay incidente que atender.

Bueno, al final un ciudadano que al parecer se infartó pero fue atendido por diligentes servidores del ERUM. Y ya.

¡Recórcholis, Kalimán!

Los trabajadores del Departamento de Limpia del gobierno de la CDMX andan medio sorprendidos.

No hay basura en el Zócalo. Será porque entre los asistentes corrió mano en mano una bolsa para depositar basura y acataron aquella vieja convocatoria de educación cívica: ponga la basura en su lugar.

Sí, señoras y señores, ayer domingo no hubo banda musical ni la presentación de una o un cantante de moda, nada para atraer público, nada para llenar al Zócalo más que la convocatoria a defender a nuestra joven democracia.

¿Y qué será del INE y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y de quienes han hecho posible el recuento del voto en los últimos 26 años, desde que el PRI perdió hegemonía en el Congreso de la Unión y el PAN llegó, primero y Morena después, a la Presidencia de la República?

–¡Buenos días México! ¡Seguimos en marcha! Este es un encuentro de alegría y libertad, estamos aquí en el corazón de la República para defender la democracia, para insistir una y mil veces más, el INE no se toca, nuestro voto no se roba, y para decir a quien nos quiera escuchar: estamos listos para impedir un golpe a la institución a nuestras libertades—enfatiza Beatriz Pagés Rebollar, primera oradora, de dos, en la magna concentración.

Y los miles de mexicanas y mexicanos a pie firme y bajo este sol de invierno que quema, alzan la voz, corean y en sus miradas brilla la alegría, o aquello que el poeta podría asumir como la esperanza.

Luego, Beatriz, Beatriz Pagés quien poquito después de las once de la mañana ya es víctima de la perversidad en las benditas redes sociales, dice la enorme verdad de ese gentío que colma la peana con ánimo de fiesta democrática:

“Ni el Zócalo ni el país es de un solo hombre. México es de todos o no es de nadie. Callar,
callar nos haría cómplices de un crimen de Estado en contra de la democracia, de una reforma electoral maquinada para despedazar al INE y facilitar una ruta a una dictadura electoral.

“Se utilizó al INE y se utilizó la democracia para llegar al poder, y hoy, hoy quieren matarlos para impedir la alternancia y no lo vamos a permitir”.

Y estalla el aplauso y el rotundo “¡No!” que secunda a la periodista que convoca: “vayamos por cerrar la brecha social que ha profundizado el populismo demagógico. Pongamos a los jóvenes al frente de esta gran sala democrática”.

Y el coro es una voz: “¡La ley es la ley! ¡La ley es la ley! ¡La ley es la ley!”

¡Vaya!, con estos ciudadanos que se funden sin distingos de clases sociales y se sonríen y saludan como si fuesen conocidos de larga vecindad.

Sombrillas de papel y seda y polietileno y gorras de marca y clonadas y sombreros de hilo y de fieltro y otros que han librado batallas varias en concentraciones indistintas.

Zócalo color democracia, rosa y blanco.

Ciudadanos reunidos en respaldo a los once ministros de la Sala Superior de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que, sin presiones, analicen y resuelvan las demandas de acción de inconstitucionalidad contra las seis leyes del llamado Plan B de reforma electoral aprobadas en el Congreso de la Unión e impulsadas por el Ejecutivo Federal.

Y en el estrado, el turno del ministro en situación de retiro, José Ramón Cossío Díaz, descalificado e insultado para desprestigiarlo como dueño de esa voz que, vaya contraste, es libre por la palabra libre, parafraseando al doctor Belisario Domínguez Palencia.

En el ínterin, el moderador-animador Fernando Belauzarán alude a un punto que es aplaudido por los asistentes:

“(…) por eso venimos aquí a reforzar a los Ministros, porque sí necesitamos la reconciliación, sí necesitamos que los mexicanos nos veamos fraternamente a pesar de nuestras diferencias, porque vaya que tenemos problemas, pero esta reconciliación requiere convivir y coexistir
en la democracia, con reglas en las que aceptemos todos, ahí sale el respeto y otra cosa el respeto a la Constitución que es el acuerdo fundamental. Por eso decimos que ‘La Corte tiene misión, respetar la Constitución’ “:

¡Ah! Y los refrescantes gritos estudiantiles en miles de gargantas de todas las edades:

“¡Goya, goya!, ¡Cachún cachún!, ¡ra ra!, ¡Goya!, ¡Universidad!

“¡Huélum, Huélum! ¡Gloria! A la cachi cachi porra; a la cachi cachi porra; pim pom porra; pim pom
porra, Politécnico, Politécnico ¡Gloria!

Sin nombres y apellidos…

Y es que, recuerdan los que saben de estos menesteres, lo dicho, el 29 de septiembre de 2020, por un alto personajes:

“En la primera manifestación de 100 mil personas en mi contra me voy a Palenque, Chiapas, Ni siquiera espero la revocación de mandato. Ahí nos vemos porque tengo principios e ideales”.

Bueno, bueno, disculpe usted, pero como diría mi amigo, el señor Eduardo Arvizu: un dato. Y es de mí también amigo y respetado colega Roberto Vizcaíno, quien recuerda que el primer opositor que llenó el Zócalo fue Cuauhtémoc Cárdenas.

Era 1988 y México otearía poco después al nacimiento del entonces IFE al que luego acompañaría el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Santiago Creel sabe harto de esta historia.

Pero…

José Ramón Cossío Díaz, ministro de la Corte en retiro, al bate. Y batea de hit al central field:

“Rechazamos las calificaciones que quieren imponernos a quienes pensamos distinto y solo por ello. A quienes consideramos que las recientes reformas a las leyes electorales quieren controlar las próximas elecciones.

“(…) Quienes estamos en la ciudad de México no solo hemos querido llenar el Zócalo, repito, venimos a ocupar la Plaza de la Constitución; el espacio físico que alude a la estructura jurídica que reconoce nuestra pluralidad política y nuestra composición pluriétnica, nuestros derechos humanos como proyectos de vida a realizar, la diversidad de nuestras regiones y nuestra gente, los frenos y los contrapesos para quienes temporalmente ocupan el poder temporalmente, también a nuestro sistema democrático.

“Los procesos electorales previstos en la Constitución son la única manera de elegir y de renovar pacíficamente todo lo que aspiramos a ser, conforme a ese texto supremo delegamos parte de nuestro poder soberano en representantes electos periódicamente”.

Y advierte:

“Si estos procesos, los electorales no se realizan debidamente, una persona puede asumir, puede creer que su proyecto de Gobierno puede sernos impuesto sin importar lo que pensemos”.

Luego puntualiza, sin nombres ni apellidos, “el Presidente ha dicho que si los Ministros declaran la inconstitucionalidad de las reformas, serán aliados de los más privilegiados de nuestra población, y esto no es así.

“Los Ministros podrían ser tenidos como defensores de los privilegios solo si debilitan a las instituciones electorales para que los poderes fácticos, la delincuencia organizada incluida, puedan determinar el rumbo de las elecciones y la conformación de nuestros representantes populares”.

Y el aplauso estalla nuevamente. Los asistentes a la concentración atienden y entienden los mensajes.

Por eso la relevancia de la cita de Cossío Díaz por cuanto a que, “en las próximas semanas, los señores y las señoras Ministras, tendrán la oportunidad de demostrarse y de demostrarnos si los calificativos presidenciales tienen o no fundamento”.

Y deja en el ambiente un mensaje refrescante para nuestra democracia adolescente:

“(…) Estoy seguro de que los Ministros considerarán que las irregularidades en los procesos legislativos tienen un serio potencial invalidatorio”.

Porque, acota, “hasta ahora, los Ministros solo han escuchado las palabras ofensivas del Presidente y de sus seguidores, quienes estamos aquí queremos hablarles con otro lenguaje, con el lenguaje de la confianza y el respeto que corresponde a los demócratas”.

En el corolario, la voz del ministro en retiro se une a la de cientos de miles de los ciudadanos que fueron al Zócalo por convicción y voluntad propia: “Mi voto no se toca”.

Y la rúbrica con cientos de miles de gargantas que entonan el Himno Nacional. Se enchina la piel con patriotismo puro patriotismo. No querían que viniéramos. Digo.

COMO ME LO PLATICARON. Para investigar denuncias de corrupción y sentencias basadas en falsos testimonios, el Poder Judicial de Veracruz separó de su cargo al juez Florencio Hernández Espinoza, perteneciente al Sistema Penal Acusatorio con sede en Coatzacoalcos.

Entre otras irregularidades, Hernández Espinoza sentenció a 70 años de prisión por el delito de feminicidio a la joven ingeniera petrolera de Minatitlán, Andrea Aguilar Jara, basado en el testimonio de una testigo que “la reconoció” como la mujer que ayudaba a cargar un cadáver en una zona oscura, alrededor de las 11 de la noche y a quien había visto “de espaldas”. Así las cosas con este juzgador. Disculpe usted el exceso, pero se vale abusar del espacio. Conste.

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