Nueva era de expectativas

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  • Polarización social, el legado
  • Ardua labor de Sheinbaum
  • Voluntad ante el poder omnímodo

Agustín Vargas *

Desde el primer día del inicio del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el uno de diciembre de 2018, hasta el 30 de septiembre (el último de su administración) los mexicanos nos quedamos esperando al menos ver cumplida fehacientemente una de sus promesas para mejorar la calidad de vida de la población y el bienestar de las familias.

Eso sí, el tabasqueño se despidió orgulloso de actuación al frente del gobierno de México, para muchos el peor que ha tenido el país en su historia moderna, con un Estado fallido en donde las bandas criminales gobiernan de facto en la mayoría de los estados de la República.

El peor gobierno, sí, con casi 195 mil muertos asesinadas en el actual sexenio, cifra 59.95% más que las registradas en el gobierno de Felipe Calderón y 23.78% más alta que en el sexenio de Enrique Peña Nieto, según el último informe del gabinete de seguridad de López Obrador.

El gobierno del tabasqueño nos deja a los mexicanos más violencia, más corrupción, menos servicios de salud, sin medicinas y, lo peor, un gobierno coludido con el crimen organizado, con elevado endeudamiento y con un creciente deterioro de las relaciones con otros países, sobre todo con los principales socios comerciales de México.

Concluye el sexenio de Andrés Manual López Obrador, que lejos de la promesa de hacerlo con elevadas tasas de crecimiento y bienestar, termina con una economía debilitada y a la baja, con niveles de incertidumbre elevados, pero especialmente con un ambiente político deteriorado que aumenta de manera considerable la preocupación por el andar futuro de la actividad económica y el bienestar de la población.

De acuerdo con el documento de Perspectivas económicas de la OCDE más reciente, el organismo estima que en 2024 nuestro país crecerá 1.4%, extendiendo su debilidad para el 2025, cuando se estima que la economía crezca solo 1.2%. Esto implica una corrección a la baja de ocho décimas de punto porcentual, que en ambos casos fue la mayor reportada por la OECD, organismo al que, por cierto, México forma parte.

El legado más visible que deja AMLO no es el “pueblo feliz, feliz, feliz” que tanto prometió, sino una sociedad profundamente polarizada, llena de odio y confusión.

Las políticas sociales, lejos de resolver los problemas estructurales, sólo han sido paliativos temporales, y la famosa frase de “no mentir” quedó en el olvido cuando él mismo rompió su juramento de respetar la Constitución. Resultó ser un violador nato de nuestra Carta Magna y de eso las pruebas y evidencias sobran.

La toma de posesión de Claudia Sheinbaum marca el fin de una era y el inicio de otra. La figura de AMLO queda en la historia como un líder que polarizó e intentó perpetuarse en el poder.

Sheinbaum tiene el reto de ser una presidenta que escuche, actúe y resuelva. Igual que su antecesor, tiene poder omnímodo para hacer de México una gran nación, con crecimiento, unidad y cohesión social. Lo que quizá haría falta para lograrlo es voluntad.

Su éxito dependerá de su capacidad para abordar los problemas que enfrenta México y cumplir con las expectativas de un electorado que busca cambios reales y, sobre todo, bienestar y vivir con tranquilidad y en paz, sin violencia, en donde predomine el Estado de Derecho y la justicia. A la primera mujer presidenta de México, le espera un arduo trabajo.

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*Periodista, director de la Revista Hábitat Mx