Moisés Sánchez Limón
Permítame ocupar este espacio para un asunto personal que quiero compartir con usted, con ustedes, con mis amigos y mis colegas, con todos…
Quiero, a la distancia de un año, agradecer y reconocer las muestras de solidaridad, de apoyo, las palabras de aliento que me brindaron desde la misma noche del domingo 18 de diciembre en que mi amada hija se me adelantó.
A mis colegas que estuvieron a mi lado, a mis hijos Daniel y Carlitos que asumieron un papel de responsabilidad que siempre recordarán, a Moy y su fortaleza, a las compañeras reporteras que me obligaron a comer y urgieron a no desplomarme.
A mis amigos todos, mis compadres y hermanos, mis ex compañeros ceceacheros; a mi familia y los amigos, a la enorme solidaridad de Marco Antonio Reyes, y colegas de mi amada Yaz que le llevaron una lágrima de recuerdo salpicada de anécdotas relativas a su fortaleza.
¡Caray! Yaz, se me nubla la vista y te lloro y te traigo en el corazón y en el pensamiento y estás en todos los recuerdos y detalles que dejaste en mi casa, tu casa, de la que saliste para convertirte en esposa, aquel día en que tus hermanos fueron tus pajes y la iglesia estaba radiante y llena de caras felices.
¿Te acuerdas, hija? Qué fiestón ese día de tu boda, cuando ya no volviste a casa como mi pequeña y rebelde soltera, naciente periodista que había comenzado otra etapa en su carrera profesional en la agencia Notimex. ¿Te acuerdas, hija?
Te recuerdo, hija, te recuerdo.
Sí, sin duda, con dolor porque me ha dolido, me duele tu partida. Estás en todas partes, en mi entorno, en mis tareas, en mi actividad cotidiana como reportero igual que tú, admirada y amada reportera.
Te comparto. Carlitos, como sabes, colabora en entresemana y te dedicó un texto, al que tituló Un año. Lo retomo, es para ti, hija:
“De nuevo otra nota, la cual no será sobre algún tema religioso, sino de algo que me gustaría compartir.
“Pareciera que fue hace poco cuando todo era normal, un día normal, misma rutina…, pero no fue así, lamentablemente hace un año mi hermana Yaz partió de este mundo, lamentablemente mi querida hermana hace un año se fue, parece que todo este 2017 se pasó volando, pero llegar a este día parece que todo vuelve a ser eterno.
“Mi hermana a quien extraño tanto fue la mejor en todo lo que hacía, jamás se dio por vencida, superó todo lo que se proponía y siempre sorprendía logrando lo que los demás le decían que no, aunque los días hayan pasado tan rápido el sentimiento sigue siendo el mismo, superar esto resulta muy difícil, pero hay que avanzar.
“Compartiendo el mismo dolor que tiene mi papá, hermanos y otros conocidos, sabemos que Yaz siempre estará aquí, solo me quedaría agradecerle por las veces que estuvo conmigo, me cuidó y las enseñanzas me dio”.
Fortaleza, hija, fortaleza de la que dieron ejemplo Carlitos y Daniel, tus hermanos menores, que presumías eran tus guardaespaldas y, ¡vaya, cómo es el destino!, te acompañaron en esas horas recientes de tu partida.
Y, ¿sabes, hija?, a partir de esa noche del domingo 18 de diciembre de 2017 comenzó ese reencuentro familiar que provocaste. En la nochebuena, como habías previsto, nos reunimos en tu casa. Tus hermanos, Selene siempre brindándome su apoyo, mi hermano César y su familia y la familia de Arturo y todos sumados a la alegría que nos exigías.
Sí, te recordamos con el dolor elemental provocado por tu partida, pero nos llenamos las horas con anécdotas en la que eras, eres, serás la figura central, porque fuiste dinamo familiar y, en ese impulso provocaste el reencuentro y el borrón y cuenta nueva de los etcéteras que derivan de los desencuentros.
Y en la cena del Año Nuevo en casa de César, recordamos que un año antes habías estado en Morelia y, otro anterior, en casa de César y el amanecer del 1 de enero lo recibimos Selene, Anel, César y Arturo, Daniel y Carlitos, Astrid Daniela y César Aarón, entre brindis y una rica plática familiar en la que, elemental, las bromas eran el condimento. ¡Ah!, cómo nos divertíamos.
Hoy, amada Yaz, somos una familia más unida, más amorosa y tolerante. Y estás entre nosotros. Me han enviado mensajes con palabras amables quienes, qué le voy a hacer, saben de lo que traigo en el alma, como mi amiga Ercilia y mi prima Paquita
Debo confesarte, hija, no me acostumbro a vivir sin ti. Estás en todos lados y me siento protegido; traigo tus palabras amorosas, las que compartíamos, esos temas que sólo tú y yo sabemos, nuestras complicidades y las canciones que te cantaba y tus exclamaciones de broma.
En la cena de Navidad y en la del Año Nuevo estarás ahí con nosotros, con tu familia, con quienes te amamos por siempre, con esa sonrisa muy tuya, con ese brillo de felicidad en los ojos, como el que me compartiste aquella noche de bienvenida al año nuevo en Guayabitos y me invitaste a llorar juntos, pero de felicidad.
Hace un año, Yaz…
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