En honor y recuerdo a mi padre por su 10o aniversario luctuoso, quien me enseñó que la verdadera belleza solo habita en el corazón y en la mente
Hugo Murillo
“Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen”. Maquiavelo
“El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento”. Yoda
El pasado 20 de septiembre ante la Asamblea General de la ONU el presidente colombiano Gustavo Petro pronunció un duro y veraz discurso que devela las causas de la violencia que vivimos tanto en su país como en México y lo más importante es que plantea soluciones pacíficas y sensatas:
“Vengo de uno de los tres países más bellos de la Tierra.
Allí hay una explosión de vida. Miles de especies multicolores en los mares, en los cielos, en las tierras. Vengo de la tierra de las mariposas amarillas y de la magia. Allí en las montañas y valles de todos los verdes, no solo bajan las aguas abundantes, bajan también los torrentes de la sangre. Vengo de un país de belleza ensangrentada.
Mi país no solo es bello, allí también hay violencia.
¿Cómo puede conjugarse la violencia con la muerte?, ¿cómo puede erupcionar la biodiversidad de la vida con las danzas de la muerte y el horror?, ¿quién es el culpable de romper el encanto con el terror?, ¿A quién o qué es el responsable de ahogar la vida en las decisiones rutinarias de la riqueza y del interés?, ¿quién nos lleva a la destrucción como nación y como pueblo?
Mi país es bello, porque tiene la Selva Amazónica, la del Chocó, las aguas, las cordilleras de los Andes y los océanos.
Allí en esas selvas se emana oxígeno planetario y se absorbe el CO2 atmosférico. Una de esas plantas que absorbe el CO2, entre millones de especies, es una de las más perseguidas de la tierra. A como dé lugar, se busca su destrucción: es una planta amazónica, es la planta de la coca, planta sagrada de los Incas.
Como en un cruce de caminos paradójico. La selva que se intenta salvar es, al mismo tiempo, destruida.
Para destruir la planta de coca arrojan venenos, glifosato en masa que corre por las aguas, detienen a sus cultivadores y los encarcelan. Por destruir o poseer la hoja de la coca mueren un millón de latinoamericanos asesinados y encarcelan a dos millones de afros en la América del Norte. Destruid la planta que mata, gritan desde el norte, destruidla, pero la planta no es sino una planta, más de las millones de especies que perecen cuando desatan el fuego sobre la selva.
Destruir la selva, el Amazonas, se convirtió en la consigna que siguen Estados y negociantes. No importa el grito de los científicos bautizando la Selva como uno de los grandes pilares climáticos. Para las relaciones del poder del mundo la selva y sus habitantes son los culpables de la plaga que las azota. A las relaciones de poder las azota la adicción al dinero, a perpetuarse, al petróleo, a la cocaína y a las drogas más duras para poder anestesiarse más.
Nada más hipócrita que el discurso para salvar la selva
La selva se quema, señores, mientras ustedes hacen la guerra y juegan con ella. La selva, el pilar climático del mundo, desaparece con toda su vida. La gran esponja que absorbe el CO2 planetario se evapora. La selva salvadora es vista en mi país como el enemigo a derrotar, como la maleza a extinguir. El espacio de la coca y de los campesinos que la cultivan, porque no tienen más que cultivar, es demonizado. Para ustedes mi país no les interesa sino para arrojarle venenos a sus selvas, llevarse a sus hombres a la cárcel y arrojar a sus mujeres a la exclusión. No les interesa la educación del niño, sino matarle su selva y extraer el carbón y el petróleo de sus entrañas. La esponja que absorbe los venenos no sirve, prefieren arrojarle más venenos a la atmósfera.
Nosotros les servimos para excusar los vacíos y las soledades de su propia sociedad que la llevan a vivir en medio de las burbujas de las drogas. Les ocultamos sus problemas que se niegan a reformar. Mejor es declararle la guerra a la selva, a sus plantas, a sus gentes.
Mientras dejan quemar las selvas, mientras hipócritas persiguen las plantas con venenos para ocultar los desastres de su propia sociedad, nos piden más y más carbón, más y más petróleo para calmar la otra adicción: la del consumo, la del poder, la del dinero.
¿Qué es más venenoso para el ser humano: la cocaína o el carbón o el petróleo? El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis, y más por las mezclas que provoca su clandestinidad dictaminada, pero, en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda, a toda la humanidad. Estas son las cosas del poder mundial, cosas de la injusticia, cosas de la irracionalidad, porque el poder mundial se ha vuelto irracional.
Ven en la exuberancia de la selva, en su vitalidad, lo lujurioso, lo pecaminoso; el origen culpable de la tristeza de sus sociedades, imbuidas en la profunda compulsión ilimitada de tener, de tener y de consumir. Cómo ocultar la soledad del corazón, en su sequedad en medio de sociedades sin afectos, competitivas hasta encarcelar el alma en la soledad, si no es echando la culpa a la planta, al hombre que la cultiva, a los secretos libertarios de la selva. Según el poder irracional del mundo, la culpa no es del mercado que recorta la existencia, la culpa es de la selva y de quienes la habitan.
Las cuentas bancarias se han vuelto ilimitadas, los dineros guardados de los más poderosos de la tierra ya no podrán siquiera gastarse en el tiempo de los siglos. La tristeza de la existencia que produce esa artificial convocatoria a la competencia, la llenan con ruido y con drogas. La adicción al dinero y al tener, tiene otra cara: la adicción a las drogas en las personas que pierden la competencia, de la carrera artificial en la que han transformado a la humanidad. La enfermedad de la soledad no se cura con el glifosato sobre las selvas. No es la selva la culpable. La culpable es su sociedad educada en el consumo sin fin, en la confusión estúpida entre consumo y felicidad que permite, eso sí, que los bolsillos del poder se llenen de dinero.
La culpable de la adicción a las drogas no es la selva, es la irracionalidad de su poder mundial.
Denle un golpe de luz, de razón a su poder. Prendan de nuevo las luces del siglo.
40 años ha durado la guerra contra las drogas, si no corregimos el rumbo y esta se prolonga otros 40 años, Estados Unidos verá morir de sobredosis a 2.800.000 jóvenes por fentanilo, que no se produce en nuestra América Latina. Verá a millones de afros norteamericanos ser apresados en sus cárceles privadas. El afro preso se convertirá en negocio de empresas carceleras, morirán asesinados un millón de latinoamericanos más, nos llenarán de sangre nuestras aguas y nuestros campos verdes, verán morir el sueño de la democracia, tanto en mi América como en la América anglosajona. La democracia morirá allí donde nació, en la gran Atenas occidental europea.
Por ocultar la verdad, verán morir la selva y las democracias.
La guerra contra las drogas ha fracasado. La lucha contra la crisis climática ha fracasado. Han aumentado los consumos mortales de drogas suaves, han pasado a las más duras, se ha producido un genocidio en mi continente y en mi país, han condenado a las cárceles a millones de personas. Para ocultar sus propias culpas sociales le han echado la culpa a la selva y sus plantas. Han llenado de sin razón los discursos y las políticas.
Yo les demando desde aquí, desde mi Latinoamérica herida, acabar con la irracional guerra contra las drogas. Disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras, de armas, necesita que todos construyamos una mejor sociedad: una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes. ¿Quieren menos drogas? Piensen en menos ganancias y en más amores. Piensen en un ejercicio racional del poder.
No toquen con sus venenos la belleza de mi patria. Ayúdennos, sin hipocresías, a salvar la selva Amazónica para salvar la vida de la humanidad en el planeta.
Ustedes reunieron los científicos, y ellos hablaron con la razón, con matemáticas y modelos climatológicos, dijeron que se acercaba el fin de la especie humana, que su tiempo ya no es de milenios, ni siquiera de siglos. La ciencia prendió la alarma y dejamos de escucharla. La guerra nos sirvió de excusa para no tomar las medidas necesarias.
Cuando más se necesitaban las acciones, cuando los discursos ya no servían, cuando era indispensable depositar los dineros en los fondos para salvar la humanidad, cuando había que alejarse cuanto antes del carbón y del petróleo se inventaron una guerra y otra y otra. Invadieron Ucrania, pero también Irak, y Libia y Siria. Invadieron en nombre del petróleo y del gas.
Descubrieron en el siglo XXI la peor de sus adicciones: la adicción al dinero y al petróleo.
Las guerras les han servido de excusa para no actuar contra la crisis climática. Las guerras les han mostrado cuan dependientes son de lo que acabará con la especie humana.
Si observan que los pueblos se llenan de hambre y de sed y emigran por millones hacia el norte, hacia donde está el agua; entonces ustedes los encierran, construyen muros, despliegan ametralladoras, les disparan. Los expulsan como si no fueran seres humanos, quintuplican la mentalidad de quien creó políticamente las cámaras de gas y los campos de concentración, reproducen a escala planetaria 1933; el día del gran triunfo del asalto a la razón.
¿Acaso no ven que la solución al gran éxodo desatado sobre sus países del norte es volver a que el agua llene los ríos y los campos se llenen de nutrientes?
El desastre climático nos llena de virus que pululan arrasándonos, pero ustedes hacen negocios con las medicinas y convierten las vacunas en mercancías. Proponen que el mercado nos salvará de lo que el mismo mercado ha creado. El Frankenstein de la humanidad está en dejar actuar el mercado y la codicia sin planificar, rindiendo el cerebro y la razón, arrodillando la racionalidad humana a la codicia.
¿Para qué la guerra si lo que necesitamos es salvar la especie humana? ¿Para qué sirve la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y los imperios, si lo que viene es el fin de la inteligencia?
El desastre climático matará centenares de millones de personas y oigan bien, no lo produce el planeta, lo produce el capital. La causa del desastre climático es el capital. La lógica de relacionarnos para consumir cada vez más, para producir cada vez más, y para que algunos pocos ganen cada vez más, es eso lo que produce el desastre climático. Le articularon a la lógica de la acumulación ampliada del capital, los motores energéticos del carbón y del petróleo y desataron el huracán: el cambio químico de la atmósfera cada vez más profundo y mortífero. Ahora en un mundo paralelo, la acumulación ampliada del capital es una acumulación ampliada de la muerte.
Desde las tierras de la selva y la belleza. Allí donde decidieron hacer de una planta selvática amazónica un enemigo, extraditar y encarcelar a sus cultivadores, les invito a detener la guerra y a detener el desastre climático.
Aquí, en esta selva Amazónica, hay un fracaso de la humanidad. Tras las hogueras que la queman, tras su envenenamiento, hay un fracaso integral, civilizatorio de la humanidad.
Detrás de la adicción a la cocaína y a las drogas, detrás de la adicción al petróleo y al carbón, está la verdadera adicción de esta fase de la historia humana: la adicción al poder irracional, a la ganancia y al dinero. He aquí la enorme maquinaria mortal que puede extinguir la humanidad.
Les propongo, como Presidente de uno de los países más hermosos de la tierra y de los más ensangrentados y violentados, acabar la guerra contra las drogas y todas las guerras y permitir que nuestro pueblo pueda vivir en paz.
Convoco a toda América Latina en este propósito. Convoco la voz de Latinoamérica a unirse para derrotar lo irracional que martiriza nuestro cuerpo.
Los convoco a salvar la Selva Amazónica, integralmente, con los recursos que puedan destinarse mundialmente a la vida. Si no tienen la capacidad para financiar el fondo de la revitalización de las selvas, si pesa más destinar el dinero a las armas que a la vida, entonces reduzcan la deuda externa para liberar nuestros propios espacios presupuestales y con ellos realizar la tarea de salvar la humanidad y la vida en el planeta. Lo podemos hacer nosotros si ustedes, los del norte, no quieren. Solo cambien deuda por vida, solo cambien deuda por naturaleza.
Les propongo y los convoco en América Latina para ello, dialogar para acabar la guerra. No nos presionen para alinderarnos en los campos de la guerra. Es la hora de la PAZ. Que los pueblos eslavos hablen entre sí, que lo hagan los pueblos del mundo. La guerra es solo una trampa que acerca el fin de los tiempos en la gran orgía de la irracionalidad.
Desde América Latina convocamos a Ucrania y Rusia a hacer la paz.
Solo en paz podremos salvar la vida en esta, nuestra tierra común. No hay Paz Total sin justicia social, económica y ambiental.
Estamos en guerra, también, con el planeta. Sin paz con el planeta, no habrá paz entre las naciones.
Sin justicia, no hay paz social.
Gracias, muy amables por escucharme”. https://nawwa.ink/3EumLXH
Conforme al presidente Petro el poder actual es irracional, es un poder adicto: “A las relaciones de poder las azota la adicción al dinero, a perpetuarse, al petróleo, a la cocaína y a las drogas más duras para poder anestesiarse más”.
¿Qué genera la adicción? El miedo, el miedo al futuro, el miedo a la soledad, al vacío de un existencia artificial y sin sentido, el miedo a la muerte, el miedo a desaparecer, al frío, a los depredadores, al desamor… miedo al fin y al cabo a la incertidumbre de vivir.
La ansiedad es la emoción que reina en nuestros tiempos.
El poder es adicto porque tiene miedo de extinguirse y cualquier poder sabe que siempre existe el riesgo de volver a ser débil o vulnerable o simplemente desaparecer, todo poder recuerda a los imperios que lo precedieron y se desplomaron. Por eso todo poder busca conservarlo y perpetuarse a como de lugar.
A más miedo más necesidad de fugarnos de la realidad, hoy no necesitamos imaginar un estado de terror crónico ya que lo estamos viviendo. Por eso la escalada de las adicciones a nivel mundial.
La palabra adicción viene del latín y significa “sin voz”, “sin palabra”, las adicciones se generan por quedar atrapados en la soledad de nuestro miedo sin poder comunicarnos con nuestros semejantes, sin poder hablar, aterrorizados en una especie de delirio paranoide que deja de ser delirio para convertirse en terrible y cotidiana realidad global.
¿Cuál es el remedio ante el terror? Trascender la adicción al hablar, diciendo la verdad, es el poder liberador de la palabra que en si conlleva ya la disposición a la acción.
Ya lo dijo Jiddu Krishnamurti: “Haced lo que teméis y el temor morirá” o antes Cristo: “La Verdad os hará libres”. El problema es que tal como están las cosas decir la verdad en México -o prácticamente ya en cualquier parte del mundo- implica asumir el riesgo con muy alta probabilidad de que te maten. En este sentido la muerte prematura no solo fue globalizada por un virus; sino también por el poder mundial que procura incansablemente controlar las vidas del resto de nosotros.
Hace un par de días se conmemoró al legislador y mártir (testigo) Belisario Domínguez, quien fue asesinado el 7 de octubre de 1913 por la polícía de Victoriano Huerta, precisamente por haber señalado en la tribuna del senado, en un par de discursos, que Victoriano Huerta era un dictador y asesino. https://nawwa.ink/3RPkUjd
En cualquier circunstancia decir la verdad siempre es un salto al vacío, en algunos casos un paso crucial o heróico para traspasar un umbral, como bien explica Joseph Campbell en “La ruta del héroe”.
El estado liminal o de tránsito para traspasar estos umbrales bien puede ser incorporado como parte de las ideas nodales y cotidianas que nos permitan ir navegando este mar tormentoso del espíritu de nuestros tiempos, en donde cada vez más requerimos de la heroicidad para hacerle frente a la realidad abrumadora.
En este sentido el presidente López Obrador se encuentra ante otra histórica encrucijada y bien podría aceptar la invitación de Gustavo Petro para construir desde Latinoamérica los mecanismos que desmantelen la inhumana guerra contra las drogas y rescatar así a nuestros devastados países.
Estoy seguro que si alguna persona de los que fueron “crédulas víctimas” del experimento social “La guerra de los mundos” de Orson Welles, leyera el periódico (La Jornada/061022) pensaría que es otra ficción, una vez más un experimento social versión 2.0 (o un mexicano volvería a revisar la fecha pensando que tal vez es en realidad el 28 de diciembre… de los santos inocentes, sin haberse percatado): masacres en poblaciones enteras desplazadas y presas del crimen organizado, hackeo a los servidores del ejército, acuerdos entre el gobernador de Zacatecas y el gobierno gringo sin la participación del gobierno federal mexicano, merma de ingresos en el 70% de la población en México, la guerra en Ucrania, la Opep+ recorta la producción de petróleo, en lo que va del año se han importado menos alimentos al doble de precio, asesinatos y “accidentes” mortales de legisladores, el avance de la extrema derecha en el norte global y… muchas otras terribles noticias más.
El artículo de Víctor M. Quintana S. (La Jornada/061022/p.18) precisamente retoma las palabras del secretario general de la ONU: “Las alarmas se encienden por doquier: se avecina un invierno de descontento a escala mundial. Ojalá solo fuera un asunto estacional, pero estamos en el umbral de un invierno global, un invierno del modelo civilizatorio”.
Cita Quintana que según el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Tiempos inciertos, vidas inestables: Configurar nuestro futuro en un mundo en transformación: “Las crisis que nos flagelan: climática, desigualdades sociales, polarización y violencia global, nuevas enfermedades y todas las abruptas transformaciones que acarrea el Antropoceno, generan un nivel de incertidumbre nunca visto, que afecta gravemente nuestra salud mental […] las sensaciones de sufrimiento están aumentando en casi todo el mundo. Se prevé que las incertidumbres del Antropoceno deterioren el bienestar mental de las personas principalmente a través de cuatro vías: físicas, ansiedad general relacionada con el clima e inseguridad alimentaria”.
Señala que: “Ante ello los liderazgos políticos del norte global se muestran no solo impotentes, sino retardatarios. Lejos de ser parte de la solución, agravan la problemática con sus pretensiones hegemónicas, discriminatorias, chauvinistas, ciegas a mediano y largo plazos. No por nada la extrema derecha avanza de modo preocupante en Europa y en Estados Unidos. Hay que voltear los ojos hacia el sur global, entonces. A pesar de todo, la llegada al poder de gobiernos progresistas en América Latina puede ralentizar o contener la deriva de estos tiempos sombríos.”
Un día como hoy 9 de octubre en el año 1967 matan al Che Guevara. En la sección EL CORREO ILUSTRADO (La Jornada/091022/p.2) Arturo García Alcocer señala: “A las 12 horas del 9 de octubre de 1967, en una humilde escuela de La Higuera, en Bolivia, el comandante Ernesto Che Guevara expiraba. Había sido asesinado por órdenes del Pentágono y el gobierno de Bolivia”.
“Con su muerte, los ideales de la revolución latinomericana sufrían un serio revés. Hora ante el Che, herido, a pregunta sobre qué pensaba, hecha por un soldado contestó: “Estoy pensando en la inmortalidad de la revolución, a la que tanto temen aquellos a los que ustedes sirven”.”
Este sábado Noam Chomsky en videoconferencia trasmitida en el Zócalo, entrevistado por el periodista Pedro Miguel (La Jornada/091022/p.3a) “…alertó que en los siguientes meses el impacto de las elecciones en Brasil y Estados Unidos determinará la sobrevivencia de la especie humana, ya que tanto Jair Bolsonaro como el Partido Republicano niegan el calentamiento global, por lo que bloquean todas las medidas para disminuir las emisiones de carbono que afecten la ganancia, mientras en el país sudamericano la cuestión esencial es el destino del Amazonas…”. (Nota de Alondra Flores Soto)
Para concluir y en nuestro descargo como especie considero que si algo nos une a los humanos es el miedo, la incertidumbre del futuro y la conciencia de nuestra fragilidad. El reconocer esta vulnerabilidad común nos permitiría mirar al otro como un semejante y edificar soluciones que trasciendan el miedo y dolor concomitante.
Abrir los ojos y constatar que todos somos uno, que estamos intrincadamente conectados, que todos tenemos miedo y que todos queremos ser felices, para entonces lograr construir pacíficamente modelos y alternativas que apuesten a la vida y no a la muerte. Es la única alternativa ya que se nos acabó el tiempo.
Hasta hace unos cuantos días me percaté al leer el Apocalipsis (la palabra significa “revelación) de San Juan que conforme a lo que él señala no solo el género humano tenemos en común el miedo incluso también los ángeles conforme la batalla que ahí se reseña y que libraron las fuerzas del Cielo contra las del Demonio:
“Ellos lo vencieron con la sangre del Cordero, con su palabra y con su testimonio, pues hablaron sin tener miedo a la muerte.”
“Por eso, alégrense, cielos y los que habitan en ellos. Pero ¡ay de la tierra y el mar! porque el Diablo ha bajado donde ustedes y grande es su furor, al saber que le queda poco tiempo.” (Apocalipsis 12, 11–12)
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