Carstens, en la era de los superhéroes

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  • Paradojas inflacionarias y peso devaluado
  • Imaginaria estabilidad de precios y del peso

 Agustín Vargas *

En pleno proceso electoral del 2006, una vez que arrancaron las campañas de Felipe Calderón Hinojosa (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD) y Roberto Madrazo Pintado (PRI), los tres candidatos presidenciales de ese entonces tenían en la mente incorporar en su gabinete a un personaje de suma importancia para ellos, pues gozaba y goza actualmente, de un gran prestigio en los círculos económicos y financieros del mundo.

Tratarían a toda costa de convencerlo de que se incorporara como su secretario de Hacienda si el destino y el voto de millones de mexicanos los favorecían con la Presidencia de la República en el 2006.

El destino y los votos le alcanzaron a Felipe Calderón para arribar a la Presidencia de México. De inmediato invitó a Agustín Carstens Carstens —personaje apartidista pero siempre institucional— a incorporarse como secretario de Hacienda y Crédito Público, cargo que ocupó del primero de diciembre de 2006 al 9 de diciembre del 2009.

Para ese entonces Carstens Carstens ya había sido llamado de vuelta al Fondo Monetario Internacional para ocupar de nueva cuenta el cargo de director adjunto de ese organismo financiero multilateral, al cual renunció para regresar a México a apuntalar el proyecto económico de su jefe Felipe Calderón.

Agustín Carstens duró sólo tres años como titular de Hacienda, cargo que dejó para irse como gobernador del Banco de México, con la recomendación expresa del señor Calderón Hinojosa. Ahora Carstens está a punto de irse (30 de noviembre de 2017) y dejar la titularidad del Banxico

Para muchos personajes de la política, la economía y las finanzas Carstens es algo así como un súper héroe, por haber contribuido durante todo este tiempo a mantener estable la economía, pero para otros, los duros y los críticos, el gobernador del Banco de México fracasó en su política de estabilización, además de que su estrategia aplicada es insostenible, por los altos costos económicos y sociales.

Paradojas inflacionarias

Cuando Carstens asumió el cargo de gobernador del Banco de México en diciembre de 2009, se comprometió a mantener la inflación anual entre 2% y 4%, con una tasa objetivo de 3%.

En esa fecha la inflación anual era de 3.57%, la tasa de interés 4.5% y el tipo de cambio de 13.07 pesos por dólar. La deuda externa total, incluyendo la deuda interna en manos de extranjeros, era de sólo 192 mil millones de dólares. A ese total, la deuda pública, incluyendo la inversión de extranjeros en deuda interna, aportó 120 mil 300 millones de dólares.
 
Ahora que Carstens se retira, ocho años después, la inflación anual en México es de 6.37%, la tasa de interés de referencia está en 7.0% y el tipo de cambio en 19.00 pesos por dólar. Por lo que respecta a la deuda externa total, las cifras del propio Banco de México apuntan que en 2016 ya fue de 412 mil millones de dólares, de los cuales la deuda pública externa contribuyó con 283 mil millones de dólares, incluyendo la deuda interna en manos de extranjeros. Un verdadero fracaso.
 
Lo más grave del acelerado crecimiento de la deuda externa con Carstens, incluyendo la pública, es que no se reflejó en una mayor inversión productiva, sino que sirvió en parte para financiar los activos de mexicanos en el exterior, que entre 2010 y junio de 2017 sumaron 126 mil millones de dólares, además de una cuenta de errores y omisiones que Carstens no ha querido explicar que suman casi 100 mil millones de dólares.
 
 Al inicio de su responsabilidad, México disponía de dos empresas, PEMEX y CFE; ahora que deja el cargo, esas empresas están en proceso de ser desmanteladas o malvendidas a unos cuantos.
 
Cuando tomó el cargo de gobernador del Banco de México, se aceleró la inversión extranjera en la industria automotriz, la cual permitió, junto con las remesas, mantener bajo el déficit de la balanza de cuenta corriente. No fue gracias a Carstens el ingreso de esa inversión; se debió fundamentalmente a la posición geoestratégica de nuestro país.

Desafortunadamente, la llegada de Donald Trump al gobierno de Estados Unidos demostró que no podemos asumir que los demás países van a dar prioridad a nuestras necesidades. Por cierto, la llegada de esas inversiones permitieron recuperar el empleo manufacturero e incrementarlo en poco más de 300,000 plazas respecto al nivel que alcanzaron los asegurados permanentes en ese sector en el año 2000, hace 17 años. El riesgo es que ahora se pierda ese beneficio.
 
Habrá quien argumente que la presión sobre el tipo de cambio y su efecto inflacionario, contrario a sus objetivos, no es responsabilidad de Carstens, sino de factores externos. Ese argumento debe reconocer que la inflación menor a 3% que se logró entre mayo de 2015 y septiembre de 2016, también se benefició de factores externos, además del efecto de la concentración del ingreso.  

Se afirma que la política aplicada por Carstens es la única posible para bajar la inflación, que es un fenómeno que afecta a la población de menores ingresos. Cierto, pero reducir la demanda, combinada con un aumento de las importaciones, no es la única forma de bajar los precios. 

¿Por qué no poner en marcha políticas que propicien un aumento eficiente de la oferta interna? ¿Por qué no, en lugar de promover los negocios privados se impulsan políticas públicas que proporcionen con eficiencia servicios públicos y de calidad en salud, educación, infraestructura social, transporte y seguridad?, ¿Por qué no en lugar de pedir prudencia salarial, presiona al Ejecutivo para que vigile que el gasto y la inversión pública contribuya a reducir los costos de los asalariados en el uso de servicios públicos?.

Estabilidad de precios y del peso, de imaginaria
 
Mientras no exista la intención de cambiar la política económica nacional,  millones de familias mexicanas seguirán sin completar los gastos básicos para el bienestar como son: salud, vivienda, alimentación, educación, transporte todo lo anterior con  un ingreso de dos o más salarios mínimos al mes.

No es ocioso recordar que tan sólo en la primera semana del mes de noviembre se observó un  alza en el precio de la tarifa eléctrica con un aumento para el sector industrial de 2.6% a 3.5% y 1.5% en la tarifa residencial, también aumentó el precio del gas para uso doméstico, el cilindro de 10 kilogramos pasó de $175.0 a $185.0  y  el de 20 kg de $375.0 a $380.0.

A lo largo de este año, la inflación siguió sin control y  los precios de los alimentos básicos igual como el caso del jitomate de $15.00 kg hasta  $26.50 kg, la cebolla con un precio de $20.00 kg, el huevo a $29.00 kg, carne de res $169.0 kg, el frijol negro $30.00 kg, el arroz $22.00 el kg, el limón a $23.00 kg y el aguacate $ 50.00 kg. (Precios tomados e Profeco). 
 
Los aumentos constantes en bienes y servicios así como el aumento en los precios de los alimentos que componen la canasta básica,  en 10 meses desde que inicio el 2017 impiden que más de la mitad de la población mexicana alcance una mayor calidad de vida social y alimentaria.

La estabilidad de precios si son –o eran– responsabilidad de Carstens, al igual que mantener el poder adquisitivo del peso. Algo, por supuesto, que estuvo muy lejos de mantener, pero se va ovacionado, con todo y aplausometro.

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*Periodista, director de la Revista Hábitat Mx