Ciudad de México.- El peso mexicano no logra sacudirse por completo el sentimiento negativo que persiste en los activos globales de mayor riesgo, aunque por momentos da señales de acostumbrarse a un escenario de inicio de reducciones de estímulos por parte de la FED y de presiones inflacionarias por un periodo más largo de lo anticipado originalmente.
Aunque los operadores se mantienen atentos a las dudas sobre la evolución de la inflación y al temor a una posible crisis energética a escala mundial, con sus respectivas implicaciones para los futuros pasos de los bancos centrales, a finales de la semana previa el tono del mercado se volvió más constructivo. Esto ayudó a que el peso mexicano por momentos se apreciara a niveles cercanos a $20.30 spot, después de que a inicios de la semana la moneda se ubicara en su peor nivel desde marzo pasado, en $20.90.
¿Podría el peso mexicano sostener estas ganancias de finales de la semana pasada? La respuesta dependerá en gran medida de cómo termine incidiendo en el ánimo de los operadores la cifra del PIB de China y los nuevos máximos de siete años del precio internacional del petróleo. Técnicamente tiene posibilidades de apreciarse hacia $20.20, pero lo más probable es que se termine presionando, por lo menos hacia $20.50 en el muy corto plazo.
China sigue dando señales de ralentización económica. En este caso, se esperaba una pérdida en el ritmo de recuperación en el tercer trimestre del año y así se confirmó. El PIB del gigante asiático en el tercer trimestre avanzó a un ritmo interanual del 4.9%, por debajo del 5.0% anticipado y del 7.9% del segundo trimestre.
No es difícil entender por qué el PIB del tercer trimestre ha perdido fuerza, con las diversas interrupciones portuarias que se han producido a lo largo del trimestre debido a las restricciones del Covid-19, los problemas de la cadena de suministro, así como el aumento de los costos de la energía y los cierres forzosos de la economía china. Los resultados de la economía no se han visto favorecidos por las diversas medidas
enérgicas adoptadas por las autoridades chinas en varios sectores de la economía, así como por los problemas en torno a Evergrande y el sector inmobiliario.
El nuevo impulso dual de la política china llevada a cabo en los últimos años por el actual presidente Xi Jinping, de redistribución y re-regulación, implica un ajuste directo a la estrategia previa que básicamente se traducía en aplicar «reforma y apertura» basada en el mercado que ha apuntalado el milagro del crecimiento de China desde los tiempos del presidente Deng Xiaoping en la década de 1980.
Esta nueva estrategia comienza a debilitar la actividad empresarial que ha sido tan importante para impulsar el dinámico sector privado chino, con consecuencias duraderas para la siguiente fase del desarrollo económico chino, impulsada por la innovación.
Llevamos varios años hablando de un aterrizaje forzoso del gigante asiático. Con la coyuntura actual, las autoridades chinas tienen muchos frentes abiertos en los últimos tiempos, con sus medidas regulatorias cada vez más estrictas que afectan a diferentes sectores, estas preocupaciones se han intensificado y tiene potencial para convertirse en un lastre para los mercados financieros en la última parte del año. Para todo 2021, nuestra expectativa es que el PIB de China crezca alrededor de 8.0%.
Por otro lado, el temor a que los elevados niveles de inflación sigan manteniéndose durante un periodo más largo de lo previsto, poniendo en duda la transitoriedad que los bancos centrales han defendido y convirtiéndose en algo más estructural, es creciente. En algunos países, como EUA, la tasa anual se encuentra en niveles no vistos en más de una década. Sin embargo, el mensaje de fondo de los bancos centrales no ha variado, esperando que se trate de un fenómeno temporal, y la recuperación económica continúa a pesar de perder algo de ritmo.
En este sentido radica la importancia de precios de materias primas, como el del petróleo crudo. El precio de este commoditie acumula seis semanas consecutivas con ascensos. La referencia WTI se acerca por momentos a los 84 dólares por barril, un máximo desde 2014. La expectativa es que pueda seguir subiendo en las próximas semanas, conforme se acerca el invierno en la mayoría de los países de Occidente.
El alza en el precio de este commoditie es vista con temor por los operadores y en ocasiones se traduce en episodios de aversión global al riesgo. Además de acentuar la crisis energética de los últimos meses, contribuye a especular sobre presiones inflacionistas y todo ello en un contexto en el que ciertos indicadores económicos a nivel global empiezan a evidenciar ciertos síntomas de desaceleración Los aumentos de los precios de crudo se producen en un momento en el que la OPEP y sus aliados están encontrando problemas para bombear suficiente petróleo y cumplir con sus objetivos de producción (Angola, Nigeria y Azerbaiyán que están sufriendo la falta de inversión y exploración). Este escenario no hace más que reafirmar el déficit de suministro a medida que el mundo se recupera de la pandemia de coronavirus y que el petróleo crudo es usado como sustituto ante la potencial crisis energética en Europa por el gas natural y en China por el carbón.
Aunque en anteriores episodios de subidas de precios del petróleo le terminaba beneficiando al peso mexicano por la vinculación que ciertos inversionistas le siguen haciendo a México como un país petrolero (dependencia del sector público a este tipo de ingresos), en esta ocasión ha sido lo opuesto, ya que el gran temor es que la inflación, que los bancos centrales insisten en calificar de transitoria pese a una persistencia mayor de lo esperado, termine por tener más calado de lo previsto y por forzar a un endurecimiento de las políticas monetarias. Una eventual aceleración en las subidas de tasas de interés provocaría ajustes significativos en los portafolios de inversión, reduciendo las posiciones y valoraciones de los activos considerados más riesgos y que serán además un duro desafío para la muy endeudada economía global que ha quedado tras la crisis de la pandemia por Covid-19.
Así, el entorno para la inversión es ahora mucho más incierto que meses atrás. El calado y dimensión de las presiones inflacionistas es la gran preocupación de los inversionistas, a lo que se añaden otros elementos no menos alarmantes, como un posible enfriamiento de la economía o la difícil disputa política por aumentar el techo de deuda en EUA.