Banxico dio a conocer que para 2024 pondrá en circulación su propia moneda digital; la adopción de este modelo tiene por objetivo alcanzar tanto a personas bancarizadas como no bancarizadas, con lo que se contribuiría a la inclusión financiera con una divisa más eficiente, segura e interoperable
José Ma. Gijón
Uno de los principales retos a los que se ha enfrentado México durante las primeras décadas del Siglo XXI, ha sido el de incrementar el acceso de la población a servicios financieros en entornos digitales, mismo que ha llevado a múltiples esfuerzos por parte de las últimas administraciones para paliar la situación.
Con la entrada en funciones del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se dio a su vez la llegada de la plataforma de Cobro Digital (CoDi), herramienta desarrollada por el Banco de México (Banxico) con la finalidad de aumentar la inclusión financiera y reducir el uso de efectivo mediante el uso de dispositivos móviles.
“No hay manera de competir entre una tarjeta de débito u otra forma de pago contra cero comisiones en operaciones por CoDi”, aseveró en su momento el entonces presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), Luis Niño de Rivera.
Pese a ello, la realidad es que, a casi 3 años del arranque de la plataforma, su uso no se ha generalizado, habiendo poco más de 12 millones de cuentas validadas frente a una meta inicial de 18 millones estimadas para el primer año de operaciones. En el mismo tenor, de los 28 millones de transferencias previstas apenas se han sumado aproximadamente cuatro millones 100 mil operaciones.
Mientras la implementación de servicios que buscan fortalecer el uso de pagos electrónicos convencionales ha ido quedando rezagada, las economías mundiales se han orientado gradualmente hacia el crecimiento sin precedentes de dos alternativas que prometen revolucionar por completo los mercados: las criptomonedas y las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés).
Criptomonedas, ¿oro virtual o mero espejismo?
Entre las principales tecnologías en boga en el mundo de las finanzas digitales se encuentran las criptomonedas, divisas virtuales que fungen como alternativa de las monedas de cada país, distinguiéndose de las mismas por su carácter anónimo e independiente.
Bitcoin, Ethereum, Litecoin, Tether, XRP, Binance Coin, USD Coin, Polkadot y Dogecoin son algunas de las principales criptomonedas en el mercado, las cuales operan por medio de tres componentes fundamentales: las funciones Hash, el Blockchain y el minado.
Mediante diversos algoritmos matemáticos, las funciones Hash transforman conjuntos de datos de cualquier clase en series de códigos alfanuméricos que resultan únicos, sirviendo a manera de huella digital del conjunto original.
Esto sirve de base para la creación de cadenas de bloques (Blockchain) con la información de las series, misma que se almacena a través de redes entre pares (P2P) de computadoras que sincronizan todos los datos entre sí.
El proceso genera eventualmente libros de registro digitales que son compartidos por todos los participantes de un sistema y cualquier actualización requiere del consenso de la mayoría, lo cuál les dota de un carácter autónomo frente a entidades reguladoras como los bancos centrales de cada país.
Finalmente, mediante el proceso de minado se resuelven operaciones producto de las funciones Hash a través de cálculos complejos, obteniendo como resultado la creación de la criptomoneda en cuestión, cuyo almacenamiento depende de una cartera virtual que cifra el contenido para su uso posterior en transacciones.
Dada la complejidad de los procesos necesarios para su creación y el carácter público, las blockchain que registran las transacciones complican la falsificación y robo de las criptomonedas, lo cuál las plantea como una opción segura y descentralizada de inversión.
Aunado a ello, casos como el del Bitcoin presentan suministros limitados como medida para prevenir un eventual proceso inflacionario, medida que las ha revalorizado tras el estallido de la pandemia de Covid-19 y la devaluación de las divisas como resultado de la crisis económica subsecuente.
Estas características han hecho que el mercado de las criptodivisas crezca a niveles estratosféricos, con fluctuaciones que las llevaron en 2021 a récords históricos de decenas de miles de dólares por cada una y las posicionaron entre los principales mayores activos por capitalización bursátil, a la par de empresas de la talla de Microsoft, Apple, Saudi Aramco, Alphabet y Amazon, entre otras.
Sin embargo, el uso de estas monedas no ha estado desprovisto de polémicas y posibles problemáticas que han generado escepticismo en torno a su popularización.
De acuerdo con Peter Schiff, jefe de Estrategia Global de Euro Pacific Capital, la falta de un respaldo financiero en el mundo real hace de esta clase de monedas una burbuja especulativa de alta volatilidad, cuyo valor puede evaporarse en cualquier momento.
«A muchas personas les gusta decir que es la versión moderna del oro. Pero eso no es verdad. El oro tiene un valor real en el mercado basado en su escasez y sus propiedades únicas. El bitcoin no es escaso ni único», aseveró.
A esto se suma la huella ambiental que produce el proceso de minado. Ya que se requieren equipos de computación potentes que estén trabajando constantemente, el consumo energético ha aumentado al grado de rondar los 200 teravatios hora de energía al año y los 100 megatones anuales de emisiones de carbono sólo para el caso del bitcoin.
Pese a esto, el alza en los precios y la desregulación de las criptodivisas han atraído a algunas naciones para volcar sus esfuerzos a lograr su implementación en el uso cotidiano, con resultados que no han resultado favorables.
En 2018, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció el lanzamiento del petro, criptomoneda garantizada por las reservas de petróleo, oro y diamantes del país latinoamericano.
De acuerdo con el mandatario, la idea del uso del activo digital era enfrentar el bloqueo financiero internacional al que se ha enfrentado la nación y la desconfianza en un bolívar altamente depreciado.
Con el lanzamiento de la preventa de la divisa digital se esperaba atraer inversionistas provenientes de países del Medio Oriente, así como europeos e inclusive estadounidenses.
No obstante, tras un mes de su lanzamiento, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prohibió expresamente cualquier transacción con la moneda, mermando el posible interés internacional ante la posibilidad de recibir sanciones económicas.
Por otro lado, a finales de 2021, El Salvador anunció que adoptaría el bitcoin como divisa de curso legal con la finalidad de impulsar el desarrollo económico del país y beneficiar al envío de remesas.
La medida se enfrentó a una baja aceptación en el comercio informal y a la realidad de que sólo el 45% de la población tiene acceso a Internet, requisito indispensable para el manejo de criptomonedas.
Para noviembre del año pasado, el mandatario de la nación centroamericana, Nayib Bukele, anunció su proyecto denominado Bitcoin City, una ciudad que sería instalada cerca del volcán Conchagua con la finalidad de aprovechar la energía geotérmica de la región para la minería de la criptodivisa.
Según las estimaciones del presidente salvadoreño, la iniciativa tendría un costo cercano a los 300 mil bitcoins (alrededor de 17 mil 454 millones de dólares al momento del anuncio) y estaría destinada a la atracción de inversiones extranjeras.
Para mediados de marzo de este año se tenía prevista la emisión de un bono destinado a financiar el inicio de la construcción, pero no sucedió.
«Esto es una cuestión de timing, de ir viendo, midiendo las tendencias del mercado, qué está en boga y básicamente a partir de eso salir», declaró el ministro de Hacienda, Alejandro Zelaya.
CBDCs, la alternativa más segura
Pese a las múltiples adversidades que van aparejadas al uso de las criptomonedas, su carácter volátil no ha desincentivado el incremento de sus transacciones en detrimento de las divisas tradicionales, lo cuál ha preocupado a gobiernos y reguladores en igual medida.
Ante esto, los bancos centrales han optado por desarrollar sus propias criptomonedas con base en las monedas soberanas, lo que permitiría facilitar los pagos internacionales y la eliminación del efectivo.
En 2021, China se colocó en la vanguardia de la creación de su propia CBDC con el proyecto del yuan digital (eCNY), mismo que empezó a probar en grandes ciudades como Shenzhen, Pekín y Shanghái.
De acuerdo con las autoridades chinas, los trabajos iniciales están enfocados a la mejora de la privacidad y la función antifalsificación de la divisa. Hasta el momento no hay una fecha para su implementación oficial en todo el país.
Por su parte, el presidente estadounidense Joe Biden ordenó al Departamento del Tesoro evaluar los riesgos y beneficios de crear un dólar digital de la Reserva Federal (Fed).
Banxico, en el 2024
En el caso de México, Banxico dio a conocer a inicios del año que para 2024 pondrá en circulación su propia moneda digital, sólo que a diferencia de la mayoría de las criptomonedas no se encontraría ligada a una blockchain.
La adopción del modelo de CBDC tiene por objetivo alcanzar tanto a personas bancarizadas como no bancarizadas, con lo que se contribuiría a la inclusión financiera con una divisa más eficiente, segura e interoperable.
“El verdadero reto que tienen los bancos centrales es cómo podemos brindar los mismos servicios que está buscando este segmento de la población al momento de usar sus stablecoins y activos virtuales”, explicó Othon Moreno, director de política y mercados de Banxico.
Hasta el momento, el banco central sólo ha adelantado que se pretende fortalecer los servicios con los que cuenta actualmente (incluyendo el SPEI y el CoDi) y que el costo inicial del desarrollo de la moneda sería de poco más de 10 millones de pesos.
“La moneda digital es parte estratégica de la visión que tiene el banco en los pagos a futuro, consideramos que va a ser un elemento muy importante para fomentar la inclusión financiera”, aseveró Victoria Rodríguez Ceja, gobernadora del Banco de México.