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¿Sacudida al Tribunal Superior de Justicia de la CDMX?

Moisés Sánchez Limón

En esto de la ruta hacia la anunciada y prometida IV Transformación del país, en el Congreso de la Unión hay prisa por allanar el camino al licenciado Andrés Manuel López Obrador; mientras tanto, en ámbitos del renglón harto resbaladizo de la impartición de justicia, mañana viernes habrá de decidirse por la sacudida al máximo tribunal de la Ciudad de México, o mantenerlo atado a más de lo mismo, aunque ello implique torcer el brazo a la propia ley que los magistrados han jurado servir.

Mire usted, en las cámaras de Diputados y Senadores, presidentes de las respectivas mesas directivas y de las juntas de coordinación política, el lunes pasado se declararan en conferencia permanente, es decir, en la discusión y análisis de iniciativas para aterrizarlas en dictámenes, con la oferta de aprobarlos en las próximas dos semanas.

Dichos dictámenes, están relacionados con reformas de dizque fondo, con el riesgo que entraña eso de legislar al vapor y luego encontrar que, como ocurre con las obras realizadas en el Centro Histórico de la Ciudad de México o en las alcaldías donde escurre el presupuesto en obras de relumbrón, los adoquines no cuadren o se les olvidó meter el cableado y las coladeras se perdieron. En fin.

Camina, por ejemplo, la resurrección de la Secretaría de Seguridad Pública y (el añadido) Protección Ciudadana, de la época calderonista que luego no funcionó y volvió a ámbitos de la Súper Secretaría de Gobernación, bajo control del amigo del presidente Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong; o la desaparición de la Secretaría de Desarrollo Social para convertirla en Secretaría del Bienestar, aunque mantendrá prácticamente toda la estructura de programas sociales. En fin.

Pero, vaya, el tema que nos ocupa y que está a unas horas definirse, es el del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, en el que, dicen los enterados, soplan vientos de cambios profundos, aunque por ahí hay un fantasma de la reelección, éste deporte que en nombre de la ley que prometió cumplir y hacer cumplir, respetar y hacer respetar, practicó el entonces magistrado presidente Edgar Elías Azar

Bueno, bueno. El caso es que mañana viernes, los magistrados elegirán a su presidente, es decir, al Presidente del máximo tribunal de la capital del país y, para el efecto, solo hay dos opciones, la del actual presidente que, contra viento y marea, pretende reelegirse –pese a que este procedimiento está acotado legalmente–, y la del que está en la ruta de la cooperación sin sumisión con los otros poderes de la ciudad, pero es cercana con la fracción de Morena en el Congreso de la Ciudad de México, y con el más alto nivel del próximo ejecutivo de la CDMX.

Hay que puntualizar que la no reelección permitirá terminar con privilegios, negocios y despachos que pretenden mantenerse. Vaya, se avista que llegó el cambio real en el TSJCDMX y no hay vuelta de hoja.

Por tanto, luego de dos semanas de campaña interna y los elementales golpes por debajo de la mesa, hay dos punteros: Álvaro Augusto Pérez Juárez, quien busca reelegirse en la Presidencia, y se le liga casi incondicionalmente a Edgar Elías Azar quien mantuvo el poder durante más de diez años al frente del órgano colegiado, mandato que interrumpió para atender la invitación de Enrique Peña Nieto e irse de mbajador de México en los Países Bajos, cargo al que ha renunciado porque no es diplomático de carrera y, el virtual canciller Marcelo Ebrard, determinó que los políticos beneficiados con embajadas, dejen esas encomiendas que, en muchos casos, son premios.

Y, de lo que se pudiera llamar la disidencia en busca de la presidencia del TSJCDMX, la encabeza el magistrado Rafael Guerra Álvarez, quién ha sido ponderado por tener la mejor relación tanto con la electa jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y el presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

El actual presidente, Pérez Juárez, ha dejado ver una eventual confrontación con los poderes Ejecutivo y Legislativo, pretendiendo con ello ganar adeptos ante una supuesta amenaza a la independencia del Poder Judicial; en contraste, Guerra Álvarez, asegura que su buena relación con el poder ejecutivo venidero garantiza respeto cordial e instalación institucional entre ambos poderes, así como con el Legislativo pues la confrontación no es la vía para mantener una relación de cooperación y comunicación republicana en beneficios de los habitantes de la ciudad.

Esperemos que prive la ecuanimidad entre los magistrados y la elección sea tersa, en beneficio de los habitantes de la gran Ciudad de México. Porque si se trata de encauzarse en el cambio, éste debe ser efectivo, no rollero ni con el ánimo de más de lo mismo. ¿Habrá sacudida?

Por cierto, en la paráfrasis del filósofo de Juárez: ¡Pero qué necesidad!, de que José Ramón López Beltrán metiera un gol en la portería de la austeridad republicana que enhiesta como bandera personal el licenciado López Obrador. Amén de ese viaje a España, con su pareja sentimental, con quien se habría hospedado en el caro hotel Villa Magna, en Madrid, la filtración de la llamada que lo evidencia como aviador en la Cámara de Diputados, en la bancada de Morena. Lo de la revista ¡HOLA!, es un añadido, pero de que hay doble moral, la hay. Tema pendiente. Conste.

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