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Periodistas…

En memoria de Chava Flores Llamas

Moisés Sánchez Limón

Hace unos días el colega Francisco Gómez Maza me preguntó, en llamada nocturna, qué sabía de la salud de Salvador Flores Llamas, a quien diría que desde siempre llamábamos Chava, con respeto, afecto y confianza. El domingo último Chava se nos adelantó.

Hoy comienzo a recordar a Chava en la recapitulación de los tiempos idos en el ejercicio de esta profesión llena de anécdotas y vivencias personales, de victorias con la exclusiva y el contraste de un día ser nivel Pulitzer y luego irse a la calle corrido con miserable indemnización, porque se perdió la nota pitera, o por petición de un alto funcionario y hasta el jefe de prensa hoy llamado coordinador o director de comunicación social, eufemismo que no viste de sapiencia al que desempeña el cargo.

No, las formas de presión contra los reporteros no han cambiado, al contrario, trascendieron de ese nivel del jefe de prensa que pedía la cabeza del reportero incómodo, al de una virtual primera dama que primero vocera luego compartía la cabecera con el señorpresidente y le anunciaba que había pedido corrieran o corrigieran a tal o cual reportero de la fuente presidencial por no ceñirse a la línea por ella dictada.

Así era la señora Marta Sahagún y así es hoy el señorpresidente Andrés Manuel López Obrador que, desde el máximo cargo de poder en México descalifica a los reporteros y escoge a los que deben preguntar lo que responderá como le venga en gana y estigmatizará a todos y mandará una señal que jefes de información o directores de noticiarios acatarán dócilmente y censurarán contenidos y meterán en cintura a los reporteros.

Chava Flores Llamas fue uno de esos reporteros cultos que compartía experiencias y ponderaba logros de los colegas, de quienes hablaba largamente en esas reuniones del desayuno tempranero en la Zona Rosa junto con Polo Regalado y Alfonso de Aquino y Sergio Gómez, y con quienes quisieran sumarse a la tertulia matutina que podía extenderse a un lugar propio cercano a la estación Etiopía del Metro y, entonces, sí, hacer los honores a un buen vino y una excelente plática aleccionadora que no concluía más allá de las cinco y media de la tarde.

¿Sabrán los colegas de las nuevas generaciones, los millenials o como quiera usted llamarle, de esos días en los que a los periodistas se les respetaba lo mismo desde los púlpitos que las tribunas políticas?

¿Cuándo se perdió el respeto a los periodistas? Sin duda cuando hubo mimetización absurda de quienes cubrieron campañas electorales y se sumaron a la causa del candidato, olvidándose de su misión y la obligación ética; sí, en ese momento en que se echaron a los brazos de siglas y colores convirtiéndose en voceros de causas de grupo, que se sintieron parte del naciente gobierno y se quedaron, muchos, muchos, con un palmo de nariz y no solo no los llamaron a ocupar un cargo, al contrario: los ningunearon arrumbándolos con la jauría que aplaudía en busca de espacios a los que sólo son llamados los mercenarios y gacetilleros, éstos que hoy finalmente entendieron que ejercer el periodismo no es halagar y cobrar.

Por eso hay personajes como el vocero de Mario Delgado que denuncia a periodistas incómodos, por supuesto en busca de una reprimenda contra el colega que no se ciñe a sus lineamientos o simple y sencillamente porque no fue de su agrado la nota. Sí, de este funcionario camaral dado a responder a quién le importa y cortejar a quienes son de su interés para la causa del diputado Delgado Carrillo.

¿Chayoteros? Quienes pretenden descalificar a los periodistas con ese adjetivo que imaginan peyorativo y le suman la referencia presidencial que los llama fifí, son justamente como aquellos canes de rancho que ladran en coro pero sólo el primero que ladró sabe la causa de su ladrido.

¡Ah!, qué tiempos aquellos cuando en la fuente presidencial, sexenio de José López Portillo, Chava Flores Llamas y Polo Regalado eran puntales del grupo bautizado Pedal y Fibra, por la enorme capacidad de rendir culto al Dios Baco y trabajar como suplentes en busca de la fama.

Cómo no recordar en esa fuente en la que Chava era ejemplo de la experiencia y autoridad en la redacción pulcra; en esos días en los que se transmitía por télex la nota de la actividad del Presidente y por la tarde noche había reunión a la que no en pocas ocasiones se apersonó el gobernador del estado en esa ruta de la gira. E invariablemente el jefe de prensa que hacía su chamba y aportaba el recurso fresco que se llamaba chayo, embute, compensación, “saludo del señor gobernador” y ningún reportero se persignaba ni despreciaba la aportación, mucho menos la cuestionaba.

Hoy se estigmatiza severamente, en el propio gremio lleno de nuevos reporteros ayunos de esa experiencia y conocimiento de la razón de ser del embute o el chayo, y se ofenden cuando alguien refiere la posibilidad de que el chayo los salpique.

En algún momento hay que explicar a estos nóveles colegas qué quiere decir chacaleo y cuál es el punto del chayo, pero sobre todo qué significa la máxima perro no come perro y, puntualmente, la esencia de ser solidarios no sólo como fuente sino como gremio y que no se presten a las causas personalísima de quienes reparten cartoncitos como reconocimientos por personajes que han hecho del periodismo negocio personal.

Chava Flores Llamas y su pertenencia a la jauría que en aquellos tiempos de los años 70 tuvo una división del llamado Primer Mundo y el Infelizaje, que no entrañaba postura despectiva hacia quienes hacían sus pinitos en el gremio, como suplentes a los que pertenecí y luego fui aceptado en ese espacio donde brillaban Carlos Ferreyra Carrasco, Roberto Vizcaíno, Julio León Sardaneta, Toño Santoyo y Ángel Gómez Granados.

Chava Flores Llamas y esa enorme capacidad de redactar con las mangas arremangadas y el sudor que le perlaba la frente y le empañaba los lentes, en esa redacción en Los Pinos o en Palacio Nacional, en las giras por el interior del país o en el extranjero y esa bonhomía y la disposición de atender a una petición.

–Chava, tráigame un presente de la gira—le pedí cuando Mario Santoscoy me bajó de la fuente presidencial y, por ende, de la gira internacional de 15 días por Europa, Egipto y etcétera y etcétera…

Y Chava me envió una postal desde Londres recodándome que buscaba un presente para traérmelo. Tiempos más recientes, llegamos a desayunar en el Vips próximo a su casa en la calle de Cayao, en Lindavista; éramos vecinos y su sapiencia la compartía en entresemana.

Vaya tiempos en los que el Presidente respetaba el trabajo de los reporteros. Y no era neoliberal, aunque quienes lo fueron igual cumplieron con el trato hacia los reporteros, pese a serles agradable la información que de ellos se publicaba.

Y no fue Vicente Fox responsable de pedir la cabeza de reporteros incómodos ni Carlos Salinas lo hizo en esos días aciagos en los que desde El Universal le rindieron pleitesía y luego lo lincharon; tampoco Ernesto Zedillo levantó el auricular para pedir corrieran a un reportero, porque finalmente el reportero es la parte más delgada por la que se rompe el hilo del acuerdo prensa-gobierno, es decir, empresarios de los medios de comunicación y el gobierno, en sus tres niveles.

Por supuesto, cada Presidente y su jefe de prensa tuvieron su estilo en la relación con la prensa. Los acuerdos fueron del nivel de las grandes ligas; los periodistas, los reporteros de la fuente en otro espacio. Siempre.

El domingo se fue Chava Flores Llamas y, congruente con su postura como columnista, nivel al que ascendió después de larga carrera como reportero en Ovaciones, cuestionó y criticó actos de este nuevo Presidente que todos los días descalifica a los periodistas y los ofende como ofende al sentido común.

Sin duda, Chava debió haber cuestionado la actitud del vocero presidencial, Jesús Ramírez, quien personalmente y vía una de sus colaboradoras prohibió el ingreso, a una conferencia mañanera, al colega bajacaliforniano Alejandro Acuña que, en fase terminal de cáncer, pidió como un último deseo profesional estar en esa reunión y hacer una pregunta a López Obrador.

Hasta luego, Chava. La 4T nos alcanzó y estos salvadores de la patria andan con la brújula perdida; desconocen el trabajo de los periodistas y los quieren desaparecer por inanición. ¿Algún día entenderán la importancia de los medios de comunicación como empresas de interés social y de los periodistas de verdad? Porque los mercenarios andan y seguirán por ahí, carroñeros que se visten con piel de oveja y pretenden alzarse salvadores de la prensa. Conste.

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