Entresemana

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Porfirio, Morena y el poder

Moisés Sánchez Limón

De la entrevista que Porfirio Muñoz Ledo concedió a Jesusa Cervantes y la que a Mario Delgado hizo José Gerardo Mejía, la conclusión es la misma que de lo referido en este espacio el jueves de la semana pasada por cuanto a que “Solo quienes no conocen a Porfirio Muñoz Ledo en el papel de Porfirio Muñoz Ledo se sonrojaron, ofendieron y santiguaron por la mentada de madre que, desde la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados recetó a sabiondos legisladores el presidente Muñoz Ledo”.

Porque Muñoz Ledo no es, con mucho, un anciano con problemas mentales seniles. Cuando las huestes de Morena corearon su nombre y lo elevaron al Olimpo Legislativo, en el salón de plenos de la Cámara de Diputados, Muñoz Ledo cumplió como el factor en que se ha convertido en el Movimiento de Regeneración Nacional y su influencia con el poder, el máximo avecindado y concentrado en Palacio Nacional.

Y, por supuesto, Porfirio es muy peligroso como legislador y libre pensador, fiel a ese ADN que lo acompaña como suero que lo revitaliza en cada sexenio, frente a cada Presidente y aliado, cuando debe, de quienes transitan rumbo a los estancos del máximo cargo de elección popular en el país.

Hubo quienes, hace un año, se atrevieron a decir que Porfirio Muñoz Ledo cumpliría sólo el primer periodo del primer año de la galopante LXIV Legislatura Federal y luego se iría al gabinete, a una dependencia en la que el presidente López Obrador lo mantendría ocupado y, por ende, alejado de la actividad política.

Por supuesto que quienes hacían esa previsión sencillamente no conocen a Porfirio, no saben que el poder, su ejercicio, cuando lo detentó formalmente y luego como factor de influencia en lo que más se acercara a la praxis democrática, han sido el bálsamo de la eterna vigencia y juventud mental.

Porfirio no se iría en diciembre de 2018 ni pensaba hacerlo el último día de agosto de 2019 de la Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, que en estricto sentido es la Presidencia del Congreso de la Unión. No obstante, Porfirio requiere de aliados, siempre lo ha hecho para lograr sus fines. Es director de orquesta y no le gusta desafinar.

Por eso, en la entrevista que otorgó al colega José Gerardo Mejía, reportero del diario La Razón, Mario Delgado Carrillo, coordinador de los diputados federales de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, pretendió alojar la crisis vivida en este órgano legislativo en la responsabilidad absoluta de Muñoz Ledo.

Delgado dijo que Porfirio estaba llevando a la bancada de Morena al camino de su reelección y que era necesario tomar en cuenta la opinión de la secretaria de Gobernación, quien dijo a la bancada de Morena que el tema estaba afectando al presidente López Obrador.

Mario, aspirante a la dirigencia nacional de Morena, decidido al liderazgo del partido al grado de abonar a favor de que el Presidente de la República no se vaya del Movimiento, cuando es elemental que Andrés Manuel lo que menos piensa es dejar a su organización y que por ello trabaja en cada programa de su gobierno.

Además, Mario Delgado es hombre de todas las confianzas del Presidente; las fotos en Palacio Nacional lo demuestran; el problema de Mario es que no ha podido controlar a los 259 diputados que coordina y muestra de ello es que, pese a la recomendación de Olga Sánchez Cordero, pese a tener la planilla de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados negociada, hubo una buena cantidad de diputados morenistas que votó contra Laura Angélica Rojas Hernández.

¿Perdió Mario frente a Porfirio? No hay punto de comparación entre la mínima experiencia política de Delgado con la enorme de Muñoz Ledo. Entonces, cuando Mario dice que no hay línea y ésta no se aplicó para que Porfirio renunciara a la idea de reelegirse en la presidencia cameral merced a una mañosa interpretación de la Ley Orgánica del Congreso General, pretende esconder bajo la alfombra el cordón umbilical que de siempre ha existido entre el Presidente de la República y su partido, del que es, quiérase que no, el máximo dirigente, el fiel de la balanza.

“(….) no hay línea, pero hacían falta llamadas y visiones del gobierno para que diera su punto de vista de cuál era la afectación política para el Gobierno, la política del país y la representación de Morena”, dijo Mario al colega José Gerardo.

Y si no, lea usted:

–En la elección de la Mesa Directiva, ¿qué tanto influyó aquella llamada que puso en altavoz de la Secretaría de Gobernación para que hubiera un viraje en la votación de la Mesa? –preguntó José Gerardo.

— Nosotros formamos parte del proyecto político del Presidente y de su gabinete, es normal que escuchemos sus sugerencias y comentarios; no hay línea, por supuesto, pero no estamos cerrados a escuchar sus opiniones, son válidas y claro que pesan—respondió Mario Delgado. No hay nada nuevo, salvo que Porfirio Muñoz Ledo no es ni será un diputado más de los 259 de la bancada de Morena.

Porfirio, el factor Porfirio. A Jesusa Cervantes, reportera de Proceso, en la larga entrevista que le concedió y publicó la revista en su edición del domingo último, dejó sentado el nivel de su influencia y acotó algo que ni el mismo Presidente se ha atrevido a exponer:

“Yo le pido a Olga que no vuelva a caer en la tentación de influir sobre la vida de la Cámara de Diputados, porque yo no soy Belisario Domínguez, no me cortaron la lengua. Les recuerdo a quienes no les gusta mi actuar en la Cámara de Diputados que a mí no me han cortado la lengua —enfatiza—, me la han fortalecido, porque ahora no represento la unidad de la Cámara, sino mi propio pensamiento”.

–¿Usted es el único de Morena que cuestiona la política migratoria?

–Y voy a seguir, advierto que voy a seguir.

— ¿Influyó esa posición para frenar la ley de la Cámara que permitía a Morena mantenerse seis meses más en la presidencia y usted en ella?

—Te contesto con precisión: sí y no. Porque como presidente de la Cámara yo represento la unidad de la Cámara. Creo haber conducido con seriedad, responsabilidad y ponderación.

Enseguida, el político lanza una sentencia y entre líneas parece enviar mensajes a funcionarios de Relaciones Exteriores: “Allá abajo soy muy peligroso. El que quiso bajarme, no sé quién, se va a arrepentir. Ahí sí soy peligroso para los intereses creados. Abajo sí, me hicieron un gran favor.”

Pero en este affaire legislativo con elementos golpistas, los que cuestionó cuando Martí Batres pretendió reelegirse, no estuvo solo y contó con los mismos apoyos que tuvo a su lado el senador Batres. Y tiene nombre y apellido: Dolores Padierna con la iniciativa reeleccionista ante la Comisión Permanente y luego Pablo Gómez con la propuesta salomónica que no prosperó. Y, en ese equipo que se enfrentó al presidente López Obrador, al grado de llevarlo a amagar con salirse de Morena, Yeidckol Polevnsky. ¿Quién cree usted que salió beneficiado de todo este desorden morenista? ¡Adivinó! Conste.

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