Entresemana

Seamos serios, Presidente

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Moisés Sánchez Limón

¿Por qué aceptar que el Presidente en turno falte al respeto a los mexicanos todos, hayan o no votado por él?

Hoy, la desmemoria política y la ausencia de seriedad del inquilino de Palacio Nacional como la de aquel que lo fue en Los Pinos recién derrotado el partidazo tricolor y arrollado el perredé. Uno con baladronadas y simplismos circenses –¡Fuchí!—y el otro lenguaraz con tepocatas y víboras prietas.

Uno con la oferta de pacificar a Chiapas y meter en cintura al EZLN en quince minutos y el otro en ese sueño de opio que imaginó a la delincuencia abatida y la paz retornada al país apenas rindiera protesta ante el Congreso de la Unión.

No hay seriedad; se miente con largueza encaramados en los millones de votos obtenidos en las urnas y que, ley de la vida, se disuelven en la dinámica elemental que descubre paulatinamente el engaño, la demagogia que se enmascaró con echar la culpa a los neoliberales, a los malditos corruptos que, cierto, muy cierto, desbarrancaron al país en ese enorme abismo que divide a ricos ricos con pobres miserables.

¿Por qué aceptar un desplante de una jefa de Gobierno que pasa por encima de la Ley Federal del Trabajo y obliga a sus subalternos a convertirse en vigilantes que contengan a mafiosos sedicentes anarcos que se infiltran, desde hace siete años en marchas y las revientan, violentan y les importa un pito la ley y la fuerza pública.

¿Cuántos detenidos? Millones de pesos en destrozos, policías heridos, civiles lesionados, imágenes que ahuyentan a turistas e inversionistas porque, básico, ¿cómo visitar a una ciudad en poder de jovencitas y jovencitos que impunes transgreden al orden y la ley? ¿Cómo invertir en un país, en una ciudad en la que la jefa de Gobierno está aterrada y carece de protocolos para atender y combatir a la violencia?

¡AH, la historia! Nuestros gobernantes, los que se fueron y están bajo la lupa de la investigación como Al Capone, es decir, por asuntos de dineros corruptos, la defraudación fiscal y el enriquecimiento explicable (son pillos de cuello blanco) pero el licenciado López Obrador dice que no los perseguirá.

Y los nuevos gobernantes que se escudan con el manto de honestidad tendido por Andrés Manuel, político que no explica –porque no se le pega la gana– de qué ha vivido desde que dejó al PRI que, por lo menos, le pagaba bien en Tabasco y en la Ciudad de México.

Sí, estos funcionarios que utilizan al poder para beneficio personal, como la secretaria de la Función Pública que contrata a su suegra para que dicte conferencia magistral en el tema de la honestidad, mientras el marido despedaza a los que se fueron en panegíricos morenistas desde el Canal Once de Televisión, un medio público.

¡Ah!, la historia patria…

En aquellos días en que Vicente Fox Quesada y Marta Sahágun Jiménez irrumpieron en el escenario político como la pareja imperial desprovista de rubor y decidida a romper reglas no escritas y hacer de la Presidencia de la República hacienda familiar, la enorme avalancha nacionalista que votó por el guanajuatense le aplaudió hasta las botas de charol y el desplante de llamarle “mi reina” a la Reina Sofía, o que doña Marta se trepara a una hummer verde olivo atrás de la del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas que estrenaba el cargo con el pase de revista a los aguiluchos del H. Colegio Militar, pero ella no era la primera dama, era la vocera, la jefa de prensa. Diciembre del año 2000.

Hoy la pareja imperial. Ella se niega a asumir el papel de primera dama pero en los hechos actúa como vicepresidenta con todo lo que ello implica. Y con dineros públicos hace tareas privadas y teje la historia nacional a su antojo, como lo hace el marido con ese simplismo del intelectual de biografías de primaria o solapas de libros.

Porque si fuera lector habría aprendido a leer y no diría “hubieron” en lugar de hubo ni incurriría en barbarismos y menos tomaría el pelo a los mexicanos, reitero, todos, los que votaron a favor y en contra de él.

Como ayer, cuando dijo “vamos a recordar en este día los hechos lamentables del 2 de octubre de 1968. Tenemos que tomar en cuenta que el uso de la fuerza no es la opción para resolver problemas que se originan por la falta de libertades y por la falta de justicia”. ¿Sabrá el señorpresidente cuál fue la chispa que encendió el movimiento estudiantil de 1968?

Dijo que saben quiénes son los sedicentes anarquistas, éstos a los que calificó integrantes de la derecha, al servicio de los conservadores. ¿Y por qué no los detienen? ¿Cuál es el temor? Por qué obligar a trabajadores del gobierno capitalino a servir de escudos, integrantes de un llamado “cinturón de la paz” que fueron agredidos por esos vándalos colmados de impunidad.

Y cómo castigarlos, cómo aplicarles la ley si el licenciado López Obrador los amenaza con acusarlos con su mamacita, con su papacito y sus abuelitos para que los regañen y hasta les den un zape, mientras éstos hijos, hijas, sobrinos, sobrinas, nietos, nietas destrozan mobiliario público y vandalizan comercios y agreden, vejan, insultan a policías, ciudadanos, periodistas, camarógrafos…

“De modo –dijo en la mañanera el licenciado López Obrador– que vamos a estar apoyando a la jefa de gobierno y al mismo tiempo no olvidar el 68 (…).

Y el colega Antonio López, reportero de La Razón, plantea al señorpresidente una pregunta, cuya respuesta es preocupante.

–Este lunes –cita Antonio López– La Razón da a conocer que autoridades capitalinas tienen bajo la lupa precisamente a cuatro grupos radicales. Estos cuatro grupos son integrados principalmente de mujeres, pero están liderados por hombres, quienes fungen como ‘halcones’ y se encargan de resguardar la seguridad de estos grupos.

Estos grupos radicales cuentan con chats en WhatsApp, algunos nombrados Muerte al pito’‘Anarcas violadoras, y en estos grupos ellas establecen sus logísticas para violentar las manifestaciones pacíficas, así como determinar sus rutas de escape e incluso puntos de reunión donde van a festejar si todo sale conforme a lo planeado.

En esa materia, presidente, preguntarle si ustedes ya tienen información acerca de estos grupos, si están siendo patrocinados por la oposición.

¿Qué información tiene al respecto?

Bueno –responde el señorpresidente–, esto lo maneja el gobierno de la ciudad y deben tener toda la información, aunque nosotros ya no hacemos espionaje, sólo inteligencia, se hace investigación para enfrentar, sobre todo a las bandas de delincuentes, toda la parte política ya se suprimió.

Sí debe de haber investigación cuando se trata de violencia. No tengo yo más información sobre esto.

¿En estas reuniones de gabinete no le han informado, toda vez que ellos vandalizan instalaciones federales?

–Sí –atiende López Obrador–, todo, sí, pero no es nuestro propósito señalar a nadie. Se tiene la información, se sabe todo. Miren, ahora que no hay espionaje, tenemos más información que antes, porque quien más nos informa es la gente, es que es un gobierno apoyado por los ciudadanos, entonces la gente es la que nos ayuda.

¿Qué le diría yo a los que se tapan la cara y se encapuchan y hacen estos actos?

Que tengan cuidado porque en una de esas los voy a acusar con sus mamás, con sus papás, con sus abuelos, porque estoy seguro que los abuelos, las mamás, los papás, no están de acuerdo, me dejo de llamar Andrés Manuel. Estoy seguro que los ven o los verían como malcriados, que no deben de andar haciendo eso, les darían hasta sus jalones de orejas, hasta sus zapes. Eso también.

Hasta aquí esta respuesta de quien juró respetar y hacer respetar a la Constitución General de la República y las leyes que de ella emanen. Lamentable, señor Presidente, lamentable. Seamos serios, señor Presidente. Gánese el respeto y obtenga la estatura de estadista como hombre de leyes, no con dicharachos. No es presidente de su calle ni siquiera de su colonia o barrio, es Presidente de la República. Conste.

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