Entresemana

Culto, científico y…

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Moisés Sánchez Limón

De alguna manera debe calificarse y sancionarse a la irresponsable conducta de quien juega con el destino de un país. Y no se trata de filias y fobias políticas; es el elemental sentido común que a los animales alerta frente al riesgo inminente que, de no activar sus mecanismos de defensa, les puede costar la vida.

¿Recuerda usted cuándo llegó a México la alerta emitida por la Organización Mundial de la Salud por la eclosión de un virus originado en China y que avanzaba hasta convertirse en pandemia?

Este coronavirus conocido como COVID-19, al amanecer de este 2020 había alcanzado el nivel de pandemia que en países como Italia y España fue desdeñado, con esa displicente actitud del ser humano que se siente invencible y vacunado contra cualquier enfermedad pero que volvió a caer ante uno de estos males del nuevo milenio.

Y, mire usted, en Estados Unidos, lo acontecido el pasado fin de semana, entre viernes y lunes llevó a cambiar radicalmente la opinión del ensoberbecido Donald Trump, quien sin duda tiene atado a su futuro político la reelección en noviembre de este año en la presidencia de Estados Unidos, al discurso tendente a convencer al electorado estadunidense de que es el mejor, el líder máximo y admirado de la primera potencia mundial.

La soberbia amancebada con el interés político, politizado el actuar de los dirigentes sociales, de sedicentes jefes de estado (con minúsculas) que invocan al credo religioso, salpicado de superstición como convocatoria subliminal para dejar sentado en el inconsciente popular de que son seres redivivos dueños de la verdad, sabedores del destino humano. El Niño Fidencio de principios del siglo pasado.

Así Donald Trump que apenas el viernes de la semana pasada dijo no tener planes para declarar a todo el territorio estadunidense en confinamiento obligatorio para enfrentar la pandemia de coronavirus.

De acuerdo con los reportes de prensa publicados, en conferencia de prensa ofrecida en la Casa Blanca, Trump sostuvo:

“No creo que algún día lo consideremos necesario (…) Se hizo en California, se hizo en Nueva York, estos son dos puntos calientes (…) Pero si vas al Medio Oeste o a otro lugar, ven todo esto en la televisión y no tienen los mismos problemas”, justificó.

Incluso, aseguró, “estamos ganando esta guerra”. ¿Le suena familiar esa baladronada?

En contraste, subrayado contraste, el gobernador del estado de  Nueva York, Andrew Cuomo, adelantó el mismo viernes que a partir del domingo (22 de marzo) todos los comercios no esenciales de ese estado cerrarían sus puertas y estarían prohibidas las reuniones de cualquier número de personas para frenar el avance del coronavirus. “Estamos todos en cuarentena ahora”, acotó el político que antepuso el interés social.

Cualquier parecido con este proceder de Cuomo que imitaron algunos gobernadores mexicanos, es de elemental sentido común, deje usted el factor político, éste es un asunto de sobrevivencia.

Así, fue bienvenida la decisión de medidas sanitarias tomadas por gobernadores como los de Guanajuato y Jalisco, Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila, Yucatán y el Estado de México e incluso la jefa de Gobierno de la capital del país, aunque la señora Sheinbaum y el licenciado Del Mazo Maza procedieron cuando el agua les llegaba a los aparejos con el riesgo de una severa crisis sanitaria por dejar avanzar a la segunda fase al COVID-19.

Pero le aludía a este cambio de parecer del licenciado Trump que finalmente tres días después reconoció la gravedad de la situación del COVID-19 en Estados Unidos y que pandemia empeorará con el incremento de casos en ese país.

Por eso avanzó en decisiones en el intento de que, dijo, esto sea «mucho menos malo». Igual, en conferencia de prensa, Trump aceptó la realidad. «Tenemos a mucha gente muriendo por la enfermedad».

Y es que, hasta el amanecer del lunes habían muerto en Estados Unidos 458 personas por COVID-19, mientras los casos aumentaron a por lo menos 35 mil contagiados.

Pero Trump sigue montado en el factor político, en su reelección, tanto que quiere reducir las interrupciones relacionadas con el COVID-19 y estimó que Estados Unidos estará abierto a los negocios «más pronto que en tres o cuatro meses».

Sostuvo que si el coronavirus inició como un problema médico, no permitiría que se convierta en un problema financiero. Aunque este factor ya le estalló y se reflejó en la caída de la bolsa de valores.

A partir de esta experiencia de un populista de ultraderecha, conservador y fundamentalista neoliberal, qué espera a México con un gobierno que se ha declarado en el lado contrario de la acera, con el añadido de una insultante postura de invencible frente a cualquier mal, porque tiene el poder de convencer y la capacidad de engatusar.

No cabe duda que en México hay una enorme capacidad para atender contingencias del nivel de esta pandemia que se puede contener, atacar y erradicar o encontrar la vacuna para reducir su nivel de peligro para la vida humana. Pero cuando ésta capacidad médica la sujeta el poder político, voluntarista de un hombre, entonces el país está en el riesgo de una catástrofe sanitaria.

Dice el inquilino de Palacio que desde hace tres meses, tres meses, su administración se preparó para enfrentar a esta pandemia que, al lunes 23 de marzo de 2020, a nivel mundial tenía el reporte de 332 mil 930 casos confirmados (40,788 casos nuevos) de COVID-19 y 14,510 defunciones (1,727 nuevas defunciones).

¿Aprestos en México desde hace tres meses para enfrentar a un virus que se identificó el 1 de diciembre del año pasado, de acuerdo con las fuentes oficiales citadas en Wikipdeia, en Wuhan, capital de la provincia de Hubei en la región de China?

Hasta el lunes, en México suman 367 casos confirmados de COVID-19; hay mil 865 negativos, 826 sospechosos y 4 decesos, dos de ellos registrados este día, es decir, lunes 23 de marzo: uno reportado en Jalisco y uno más en la Ciudad de México.

El Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell Ramírez, informó que de los 367 casos confirmados de COVID-19, 80% son casos importados, el 19% casos asociados a la importación y el 1%, es decir, 5 casos, no tienen antecedentes identificables de importación.

Además, la zona metropolitana será de mayor transmisión, ante la alta densidad poblacional. Y desde el lunes opera la cuarentena que habrá de concluir, según las previsiones, el 20 de abril próximo. Está en marcha la Jornada Nacional de la Sana Distancia.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, México está en la fase 2 de la pandemia, cuando la transmisión es de humano a humano, ya no es importada, es decir, estamos en una situación grave y hasta este martes la administración del licenciado López Obrador anunció lo que se aplicará en busca de enfrentar a esta emergencia sanitaria.

¡Ah!, pero el domingo se atrevió a convocar:

“(…) No apanicarnos, vamos hacia adelante y no dejen de salir, todavía estamos en la primera fase. Ya nosotros, yo les voy a decir cuándo no salgan pero, si pueden hacerlo, eh, y tienen posibilidad económica, pues sigan llevando la familia a comer a los restaurán a las fondas, porque eso es fortalecer la economía familiar, la economía popular. Eh. No hacemos nada bueno, no ayudamos si nos paralizamos sin ton ni son, de manera exagerada. Vamos a seguir haciendo la vida normal y, en su momento, el presidente les va a decir cuando hay que guardarnos”, declaró el inquilino de Palacio ante la mirada sorprendida de su anfitriona en un restaurante de Oaxaca, cuando cerraba su enésima gira por esta entidad.

¿En qué se parecen Trump y López? Y qué culpa tenemos los mexicanos que pensamos diferente a quien el matrimonio Ackerman-Sandoval califica como presidente científico y el más culto que ha tenido la patria. Usted tiene la palabra. Conste.

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