Entresemana

Respeto

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Moisés Sánchez Limón

Aquella mañana del 1 de diciembre de 2000, cuando Ernesto Zedillo Ponce de León entregó a Vicente Fox la banda presidencial, ese símbolo de poder, del máximo cargo de elección popular en México, el respeto a la investidura del Presidente de la República tendría su primer desencuentro de lo que acontecería durante los siguientes seis años, de tropiezo en tropiezo a cargo del propio Presidente.

No fue sorpresa la ausencia de respeto a sí mismo, como Presidente de México, que había demostrado como candidato presidencial del PAN, en una campaña en la que la señora Marta Sahagún Jiménez apisonó la ruta a Los Pinos.

Sí, mediante una estrategia de negociación con los poderosos corporativos de la prensa mexicana, y sedicentes líderes de opinión, que implicaba censura e incluso despido de quienes osaban cuestionar, criticar que no denostar ni mucho menos difamar al guanajuatense que equivocaba sus hábitos personales con los que debía atender y practicar, así le incomodara como el jefe de Estado al que aspiraba desde el día en que decidió ser gobernador de Guanajuato, cuando la bancarrota familiar era inocultable.

Recuerdo aquel mediodía en el hotel Nikko, cuando mi amigo Manuel Gómez me presentó a Vicente Fox Quesada, que en calidad de gobernador electo de Guanajuato había acudido a una reunión-desayuno-conferencia de prensa.

Dicharachero, Vicente me pidió, para platicar de las tareas que se le avecinaban en Guanajuato, acompañarlo a una reunión que tendría con corresponsales extranjeros en un inmueble de avenida Cuauhtémoc. No tenía chofer ni automóvil propio en la ciudad de México, hasta donde me percaté, porque lo trasladaban en un automóvil compacto.

¡Vaya suplicio! Con la estatura de Vicente íbamos como sardinas en ese automóvil.

En algún momento, en el trayecto de ese caluroso mediodía, le pregunté cuándo iría a ver al presidente Ernesto Zedillo a Los Pinos.

–¿Y qué le voy a ver a ese pendejo!—me respondió Fox Quesada.

–Bueno, Vicente, es el procedimiento; eres gobernador electo y es un procedimiento de cortesía, aunque sean de diferente partido—palabras más, palabras menos recuerdo haberle referido.

–No, no. Yo no tengo por qué ir a verlo; que vaya a Guanajuato si quiere verme—insistió Vicente en abierto rechazo a relación alguna con el entonces Presidente de México, de quien recibiría la banda presidencial, el símbolo del poder. Y el 1 de diciembre del año 2000 no lo desdeñó.

Pero, así es esto de la política y de los rencores. Ernesto Zedillo no hizo gira alguna a Guanajuato, mientras Vicente Fox fue gobernador, lo hizo en un par de ocasiones cuando el gobernador sustituto fue Ramón Martín Huerta, a partir del nueve de agosto de 1999.

 Y Vicente Fox transitó tal cual falto de respeto a la investidura presidencial; él labró con creces la ausencia de respeto a sí mismo. Y nunca reclamó críticas en la prensa, no en lo personal porque su vocera, la señora Sahagún lo hizo en el cargo y después como su esposa. Hay varios colegas, yo el primero del sexenio foxista, damnificados de esa política, si puede llamársele así, de comunicación sustentada en el cobro de facturas.

Fox se asumió Patiño de Adal Ramones en una gira por el estado de Michoacán, que comenzó en Lázaro Cárdenas y concluyó en Morelia. Vicente en los chistoretes, Vicente entre la broma y el insulto a sus contrincantes, las tepocatas y víboras prietas, la falta de respeto a Francisco Labastida y a Cuauhtémoc Cárdenas en esa campaña de bajo nivel discursivo pero de abundante oferta populista de un candidato de la derecha, apoyado por las fuerzas de la ultra y del conocido pero siempre negado Yunque de nacencia y presencia guanajuatense.

Vicente que el 1 de diciembre del año 2000, después de desayunar tamales y atole en la zona de La Lagunilla, con niños de la calle al cuidado de una amiga suya a la que luego le quedó a deber la oferta de apoyo, se fue a oír misa en la Basílica de Guadalupe, acudió al Palacio Legislativo de San Lázaro a rendir protesta como Presidente de México, el primero que rompía la hegemonía priista.

Y cuando rinde protesta –prevista en el artículo 87 constitucional—manifiesta esa falta de respeto al ordenamiento legal:

“Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me conferido”.

Pero, cuando cita: “mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión”, de su ronco pecho le sale la improvisación populista: »por los pobres y los marginados”.

Y mire usted, cuestión de recordar que a su discurso lo tituló “La Revolución de la Esperanza”. Vaya coincidencias con la tesis del hoy inquilino de Palacio.

Y la investidura presidencial perdió el respeto que exige el máximo cargo, éste al que el ciudadano Vicente Fox logró arrumbar como una reliquia de museo, cuando cualquier mexicano, sin patrioterismos, le tiene el respeto que entraña.

Las botas de charol, las giras de boato al exterior, la ausencia de valor al cargo que representó. ¿Respeto? Nunca lo demandó porque nunca lo tuvo por la investidura ni por el país al que representó en el concierto mundial, éste en el que México perdió liderazgos.

Viene a colación esta larga recapitulación por lo que ocurre con el licenciado Andrés Manuel López Obrador, el señorpresidente, a quien le preguntaron, en la conferencia mañanera ofrecida al inicio de esta semana en Xalapa, Veracruz:

–(…) hubo una reunión entre gobernadores del PAN y tuvieron varias resoluciones en esa reunión, una de ellas es exigirle al gobierno federal un nuevo pacto fiscal y entre los cuestionamientos está, según ellos, que se está acechando a las instituciones y a los organismos autónomos y se está yendo hacia una república monárquica. Me gustaría saber su opinión respecto a los cuestionamientos, pero también a las propuestas.

–Pues no voy yo a caer en dimes y diretes—respondió López Obrador–. Yo gobierno con apego a la Constitución y a lo establecido en las leyes (…).

“¿Qué es lo que pasa? También, para hablar con franqueza.

“Que vienen las elecciones, ya van a haber elecciones en 15 estados de los 32, elecciones de gobernador, va a haber elecciones en Chihuahua, va a haber elecciones en Querétaro; entonces, se quiere tener un posicionamiento político. Es legítimo, se entiende.

“Y también vienen elecciones para renovar la Cámara de Diputados. Entonces, quisieran los partidos opositores tener mayoría en la Cámara de Diputados, ganar esas gubernaturas.

“Yo lo único que les pido es que se actué con responsabilidad y que no se mezclen las cosas. Una cuestión es lo partidista y otra cuestión es el gobierno. Partido, como su nombre lo indica, es una parte, gobierno es todo. Entonces, que actuemos todos con responsabilidad.

“Y también decirles que yo no me voy a dejar o no voy a permitir que se menosprecie, que se ningunee a la investidura presidencial. Tiene que haber respeto, no lo que sucedió recientemente, que un gobernador acusa de que el gobierno federal o desde la Presidencia, desde los sótanos del poder se está alentando a grupos opositores en ese estado, si ya no se está en los tiempos del autoritarismo”.

¿Cuándo le perdió López Obrador el respeto a la investidura? El mismo momento en que, incluso en su discurso de toma de posesión, lejos de llamar a la unidad sin condiciones, descalificó a sus contrincantes.

¿Cuándo se perdió el respeto como Presidente de todos los mexicanos? Cuando a sus críticos y quienes no piensan como él los llamó conservadores, fifís, golpistas, chayoteros, machuchones y etcétera, etcétera.

Y su ejemplo ha cundido en quienes como Cuitláhuac García Jiménez, gobernador de Veracruz, se han mimetizado en su equipo.

“Finalmente, por lo que se ha declarado en algunos estados decir: nosotros no coincidimos con la visión de algunos gobernadores, colegas míos, cuando digo nosotros me refiero a un servidor y su equipo de gobierno estatal, nosotros pensamos que no son momentos de hacer grupos; al contrario, es de unir el esfuerzo de todos los estados en torno al interés nacional de salir adelante.

“Sinceramente me parece hasta una intención de agruparse como golpista, perdón, pero lo veo de esa manera, separatista, sería mejor la palabra, separatista, el hacer grupos para empezar a diferir de una estrategia que debe ser nacional”, dijo el gobernador, aunque luego lo corrigió Andrés Manuel. Ya había un exceso de falta de respeto que luego se extendió hacia los veracruzanos que lo esperaban a la salida de El Lencero, en la localidad de Emiliano Zapata, proximidades de Xalapa.

Ahí despreció a familiares de desaparecidos y desaparecidas que esperaban hablar con él, que requerían de su ayuda. No volteó ni a ver a los padres y madres de familia que se apostaron en las afueras del batallón para pedir justicia por sus familiares, como refiere la colega Billie Parker en su plataforma informativa.

“De nada valieron ni las suplicas o las exigencias de justicia, el Presidente de la República ignoró a las familias de personas desaparecidas en su visita a Xalapa.

“Pese a que el primer compromiso de uno de sus gobernadores favoritos Cuitláhuac García, quien en su toma de protesta lanzó hasta una comisión para la búsqueda de desaparecidos, el desdén presidencial hacia el dolor de familias que esperan respuestas y acciones para localizar a sus queridos y frenar la desaparición forzada, que continua en Veracruz, no obtuvo la atención de la presidencia de la Republica.

“A su salida, ni una mirada merecieron las y los familiares que a gritos exigían los atendiera”, cita la crónica en la plataforma de la colega Billie Parker.

¿Respeto, Andrés Manuel? Digo.

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