Moisés Sánchez Limón
En aquellos días de las vacas gordas, cuando por instrucción presidencial debíamos aprender a administrar la riqueza generada por el boom petrolero que puso a México en los cuernos de la Luna con el pozo Cantarell en la Sonda de Campeche, hasta de avión presidencial se cambió.
La fuente, es decir, los reporteros encargados de cubrir las actividades presidenciales en esos días de la administración de José López Portillo, viajábamos en el sucesor del DC-6 Francisco Zarco, conocido como “Pancho Fayucas”, por razones elementales de lo que transportábamos cuando la gira presidencial tocaba las entonces zonas libres y se aplicaba el Plan DM3 –deme tres televisiones, deme tres equipos de sonido…–.
Ya se ha escrito de los aviones utilizados por los presidentes de la república desde Miguel Alemán, llamado “Cachorro de la Revolución”, quien viajaba en un C-47 Skytrain bautizado El Mexicano, que hoy es pieza de museo para recordar los años de la modernización de México de la mano de la galopante corrupción en el gabinete presidencial, sui generis deporte que se desparramó hacia los amigos y compadres.
Y, bueno, estaba en aquellas giras con la fuente en la Presidencia de López Portillo, cuando a la caída del Pancho Fayucas fue habilitado como transporte para la fuente un avión similar tipo Elektra, al que así llamábamos y estaba dotado hasta de una sala de descanso en la que se adoraba al Dios Baco y se jugaba dominó y póker.
Reporteros con memoria y que no se ruborizan ni santiguan con revelaciones de esa naturaleza, como la de una reportera que en un avión bimotor de la Comisión Federal de Electricidad cargó en las piernas un televisor durante el larguísimo viaje de La Paz, Baja California, a la Ciudad de México.
Bien, estábamos en el Elektra que fue sustituido por el Quetzalcóatl II, que junto con el Quetzalcóatl I (dos Boeing-727) fue comprado de segunda mano a Mexicana de Aviación y acondicionados para servicio del presidente López Portillo, admirador de la serpiente emplumada, el dios Quetzalcóatl, y los reporteros que cubríamos la fuente presidencial.
López Portillo usaba un Hawker Siddeley HS 125, que compró la administración de su antecesor, Luis Echeverría, quien instruyó modificarlo y así ocurrió con lujos desmedidos, en aquel sexenio del que el licenciado López Obrador abreva tesis y propuestas de sedicente honestidad y, sobre todo, austeridad franciscana. ¡Sopas!
El caso es que la adquisición de los TP-01 ha sido parte del folclore político mexicano que lleva de la mano la crítica y censura por los excesos en que se asume incurren los presidentes con aires de jeque árabe.
Vaya, el defensor de la “Renovación Moral de la Sociedad”, el presidente Miguel de la Madrid Hurtado que llegó a combatir la galopante corrupción practicada en el gobierno de don Pepe López Portillo, instruyó comprar un Boeing 757, bautizado “Presidente Benito Juárez” –en serio–, pero fue severamente criticado por su alto costo.
Don Miguel ordenó venderlo, aguijoneado y descalificado por la oposición política de esos días de los 80, pero luego debió recomprarlo porque el Quetza 1, herencia del sexenio de don Pepe, tuvo fallas y se volvió inseguro para transportar al Presidente de la República.
Mire usted, desconozco cuánto se gastaba en las giras presidenciales dentro y fuera del país, pero hasta mediados de la administración de Carlos Salinas de Gortari se llegó a usar un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para transportar en las giras internacionales a los reporteros de la fuente presidencial, en otras ocasiones viajábamos en el mismo Boeing 757 que utilizaba el Presidente.
¿Quiénes viajaban en esos aviones de la flota presidencial? Integrantes del gabinete, gobernadores, políticos y empresarios invitados a las giras presidenciales y, por supuesto, los reporteros y periodistas asignados a la cobertura de las actividades del Presidente de la República.
La cercanía con integrantes de las ligas mayores y el propio Presidente daba la posibilidad de enriquecer la información. Y el trato a la prensa era de respeto, aunque no faltaban las malquerencias.
Recuerdo a colegas del entonces crítico y profesional UnomasUno, de Excélsior y El Sol de México, Ovaciones, Rotativo, La Prensa, Novedades y El Heraldo de México que compartían el viaje como colegas entrañables pero siempre dispuestos a pelear por su pieza informativa y defender la exclusiva.
Y quienes eran designados para cubrir la fuente presidencial como la Legislativa, eran reporteros fogueados, cultos en buena parte y, sobre todo, reporteros que sabían lo que preguntaban. ¿Se atendían recomendaciones? Sin duda, mas con la conciencia tranquila y en la consideración de que se trataba del juego que todos jugamos. ¿Corrupción?, depende, como dice el clásico, del cristal con el que se mire.
Pero, no había juegos pueriles ni se caía en ese garlito del perro que se persigue la cola en infinito intento.
Y es que, dígame si miento, esto de armar el escándalo por el TP-01 José María Morelos y Pavón, como ñoño pretexto para descalificar a las administraciones de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, llamándolas corruptas y ejemplo del boato y los excesos en el gasto público, es una ofensa al sentido común de millones de mexicanos, no de todos porque hay un importante segmento que se traga todas las baladronadas del inquilino de Palacio Nacional (pa-la-cio-na-cio-nal).
¿Usted cree en esa mañosa rifa de un avión que no es rifa del avión porque éste se venderá a un machuchón que pidió el anonimato?
Por favor, seamos serios. Lamentable que los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina se presten a una broma de mal gusto que ha servido para desviar la atención de aquellos problemas de suyo graves con consecuencias graves, como es la pandemia del coronavirus que está en la ruta de llegar a los 50 mil fallecimientos, 50 mil hogares resentidos con el licenciado López Obrador por la pésima forma en que ha conducido, como Presidente, este problema sanitario.
Así, en esto de la reedición de la venta del avión presidencial, después de las descalificaciones de inicio de semana, Andrés Manuel preguntó:
“¿Qué decía Morelos en sus Sentimientos de la nación?
“Que se modere la indigencia y la opulencia –se respondió–, que se eleve el salario del peón, que se eduque al hijo del campesino, igual que al hijo del más rico hacendado, que haya tribunales que defiendan al débil de los abusos que comete el fuerte. Morelos, que encarnaba la lucha por la igualdad, imagínense. A lo mejor si le hubiesen puesto Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna, Porfirio Díaz, Carlos Salinas de Gortari, tendría más apego a la realidad. ¡Cómo hacer todas estas cosas! Era otro mundo.
“Ahora es gobierno del pueblo para el pueblo y con el pueblo. Y sé muy bien que esto no les gusta a mis adversarios, les ofrezco disculpa por las molestias que les puedan causar mis palabras, pero ya es el momento de decir basta y acabar con la corrupción y de seguir impulsando la transformación de México. Un cambio verdadero, donde todos podamos vivir con justicia de manera fraterna, que haya igualdad, que seamos verdaderamente solidarios, sin odios, sin rencores, un México amoroso, un México con felicidad”, sustanció la perorata y, como no queriendo se acordó del coronavirus:
“Estamos padeciendo de una pandemia que ha producido mucha tristeza, fallecimientos, pero no debemos de abandonar el propósito fundamental de transformar a México, porque esto produce desigualdad y la desigualdad es de los peores virus que pueden haber, la corrupción es la peste más funesta que afecta a los pueblos. Por eso vamos hacia adelante”.
Sí, por eso. El ocurrente y dicharachero licenciadopresidente. Conste.
@msanchezlimon