Entresemana

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El ministro y yo

Moisés Sánchez Limón

¡Sssórdenes, je-fe!

Por eso, por eso la lisonja sin rubor, rayana en la plenitud cortesana y la rabiosa defensa hasta la ignominia del ministro que, en vivo y a todo color, ensalza a la doctora Sheinbaum.

Por eso insulta a la ingeniera candidata y la acusa incapaz de hilar una frase sin script de por medio, pero sabe que miente porque ella tiene fundada respuesta a todo. Es mal pecho el del señor ministro.

¡Seamos serios, doctor Arturo Zaldívar Lelo de Larrea!

Pero, bueno, primo hermano, así es esto de los fanatismos y la pérdida del decoro frente al Duce que le llamaba por teléfono y le daba línea con esas finas recomendaciones del jefe del Poder Ejecutivo Federal, al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es decir, el jefe del Poder Judicial de la Federación.

El ministro y él, él y el licenciado presidente que, en el ocaso del poder, cuando se le acaba la fuerza de la mano izquierda no controla la secrecía de sus acuerdos porque, muy a modo, quiere dejar claro frente al respetable que él es quien manda. Él.

Así, señoras y señores, Andrés Manuel se rasca el cuello y desliza el índice por la nariz limpiándosela en evidente nerviosismo, evidencia de que miente y blofea y cabalga en lomos de la perversa impunidad.

Impúdico, dueño del poder, el oligarca de Palacio, el licenciado López Obrador ha desnudado al señor ministro. Y finalmente corrobora que cuando en aquellas tardes Zaldívar dejaba su oficina en el edificio de la Suprema Corte para cruzar la calle de Corregidora y apersonarse en el despacho presidencial que, justamente, mira hacia esa esquina con la avenida José María Pino Suárez.

¡Ajajá, pillín! Ibas a recibir línea y rendir cuentas. ¡A sus órdenes, señor presidente!

Y mire usted que, en la mañanera la pauta para la infidencia que encuera al doctor Zaldívar Lelo de Larrea fue el caso del joven corrupto que engañó al mismísimo presidente con denuncias carentes de pruebas. ¿O será que Su Alteza Serenísima utilizó al ex director de Pemex para salpicar lodo y crear sospechas en torno a, digamos, el culto Enrique Peña Nieto?

Porque los dichos del joven Emilio Lozoya Austin posibilitaron meter a chirona al abogado Juan Collado y al exsenador panista Jorge Luis Lavalle, amén de salpicar a personajes como a los exsenadores Luis Miguel Barbosa Huerta –fallecido en ejercicio del poder como gobernador del estado de Puebla—y David Penchyna Grub e incluso a Ricardo Anaya.

Sí, los acusó de haber recibido sobornos millonarios para aprobar la Reforma Energética. Y el caso Odebrecht. Y puro cuento, puro rollo, el garlito que desvió la atención de la opinión pública de aquella ofensiva forma de gobernar con el rencor de por medio, para centrarse en el escándalo y regodearse con los dichos de Lozoya Austin que rompió un pacto de impunidad porque le ganó el gusto por el pato laqueado y la colega Lourdes Mendoza lo pilló y mostró ante el respetable fuera de la prisión domiciliaria.

Por eso, cuando en una segunda vuelta el caso Lozoya vuelve a llamar la atención cuando nuevamente.

Hace un par de días un juez le concede la excarcelación y, justo al cumplir dos 27 meses y 17 días en prisión, abandonó el Reclusorio Preventivo Norte para seguir en prisión domiciliaria, con grillete electrónico de por medio para que no se fugue, el proceso por los delitos de cohecho, asociación delictuosa y lavado de dinero que le fueron fincados pero que, ¡caray!, ha librado.

¡Recórcholis, señor ministro! Usted sale a escena en paños menores porque así lo decidió el protagonismo del licenciado López Obrador.

Y es que, en la mañanera preguntan al licenciado presidente por el caso de Emilio Lozoya y si considera ese fallo del juez que le dictó prisión domiciliaria, como otra derrota de la Fiscalía General de la República y si piensa presentar alguna nueva denuncia.

“Pues va la fiscalía a atender este asunto (…) esto tiene que ver con los jueces, con el Poder Judicial, que dejan libres a todos: delincuentes presuntos, presuntos delincuentes de cuello blanco y presuntos delincuentes de la delincuencia organizada, del crimen organizado. Jueces, magistrados, ministros”, respondió aparentemente indignado el Duce López Obrador.

Así, protagonista porque se asume hasta la muñequita del pastel de los quince años, acusó:

“Porque están ahora en contra de nosotros, porque el Poder Judicial está dominado por la oligarquía corrupta, está al servicio de una minoría corrupta, son empleados de ellos, no representan al pueblo de México”, dijo en esa insistente acusación para someter al Poder Judicial, a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Pero ¿qué es lo que está sucediendo con el trabajo de la fiscalía? ¿No ha sido suficiente para lo que ha encontrado de revés por parte del Poder Judicial?, preguntaron al licenciado López Obrador y…

“No, sí hay muchas pruebas, pero el Poder Judicial está en un plan de otorgar perdones, de hacer valer la impunidad, de no aceptar la prisión preventiva (…)”, citó y mostró a Arturo Zaldívar Lelo de Larrea como su cuerda de transmisión que tenía sometida a la Corte hasta que llegó al relevo la ministra Norma Lucía Piña Hernández.

Lea usted la confesión del licenciado López Obrador:

“Cuando el ministro (Arturo) Zaldívar (Lelo de Larrea) estaba de presidente de la corte había más recato. Todavía, cuando había un asunto así de ese tipo, de este tipo, nosotros respetuosamente interveníamos, porque es que no sólo es la libertad, aun cuando se trate de libertad domiciliaria, para políticos, sino la delincuencia organizada, con mucho poder.

“(…) Pero cuando se daban estos hechos y estaba Zaldívar, se hablaba con él y él podía, respetuoso de las autonomías de los jueces, pero pensando en el interés general, pensando en la justicia, en proteger a los ciudadanos ante el crimen, hablaba con el juez y le decía: ‘Cuidado con esto’. Si viene mal la averiguación, porque el ministerio público en vez de poner que detuvo a la persona, detuvieron a la persona a las 9:00 de la mañana, encontró de que lo detuvieron a las 11:00, y con ese hecho podía dictar la libertad.

“(…) Entonces, él ayudaba. Llega la señora (Norma Lucía) Piña (Hernández) y dice: ‘Los jueces son autónomos’, o sea, licencia para robar, o sea, hagan lo que quieran, porque así tiene fuerza al interior del Poder Judicial; o sea, es una relación de componendas y de complicidades, como si se tratara de una mafia”.

¿Qué le parece? El Ministro y el presidente, su jefe mandamás en la Corte.

–¿O sea –preguntó una colega en la mañanera al licenciado López Obrador–, que sí impacta el hecho de que esté la ministra Norma Piña en casos como el de Lozoya? ¿Si hubiera estado Zaldívar se habría podido hacer algo para continuar con la medida?

–Sí, sí. Y en muchos otros casos. O sea, si hubiese estado Zaldívar, difícilmente se le descongelan las cuentas a la esposa de García Luna. Zaldívar no hubiese contratado a un asesor de García Luna que trabaja ahora de ayudante de la presidenta, Irma (Norma) Piña –respondió Su Alteza Serenísima sin rubor.

¿Qué dirá el doctor Zaldívar Lelo de Larrea? De pena ajena. Servil, defiende rabiosamente a la doctora Sheinbaum y, misógino aplaudidor, condena y descalifica a la ingeniera Xóchitl Gálvez.

Por eso, por eso, primo hermano.

He ahí la causa de tú encabronamiento porque la presidencia de la Corte quedó en manos de quien sostiene que la ley sí es la ley. El señor ministro y tú. ¡Vaya docilidad! Los juegos perversos del poder en manos de la, dizque. honestidad valiente. ¿Más de lo mismo con la doctora Sheinbaum! ¡En la madre, Drakko! Digo.

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