Entresemana

De tigres, demonios y querubines

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Moisés Sánchez Limón

¿Usted le cree a las encuestas? Yo tampoco, aduciría en la paráfrasis de la maestra Elba Esther Gordillo en su pleito personal con Roberto Madrazo por la dirigencia nacional de PRI, pero en este caso en el gancho del que se ha colgado Andrés Manuel López Obrador para asumirse en virtual Presidente electo, un falso escenario como se ha demostrado recientemente en el análisis de cómo se elaboran las encuestas.

Y en la acera de enfrente hay incredulidad respecto de las encuestas que regatean el segundo sitio. Ricardo Anaya las descalifica y acusa al gobierno de la manufactura de las que lo mandan al tercer sitio.

En contraste, José Antonio Meade ha evitado treparse a esas encuestas que lo llevan al segundo sitio e incluso ubicándolo hasta cuatro dígitos atrás de López Obrador. ¿Confianza en el voto duro y la estructura revitalizada? Hay una apuesta del candidato de la coalición PRI, PVEM y Nueva Alianza, sin duda. Y no, no se le observa ese nerviosismo del que le acusa el tabasqueño. ¿Usted lo vio nervioso?

Pero, vaya, es elemental esta dispersión de puntos, cada quien asume sus responsabilidades mas no la autoría de aquellas que a todas luces son falsas, pagadas o cuchareadas como acuñó Andrés Manuel.

Por supuesto, no se ha descubierto el hilo negro, cuando desde hace un buen tiempo dejaron de ser creíbles estos levantamientos de opinión, una vez que realmente grado de error es mayor el que citan al calce.

Así, hay que reiterar que López Obrador ha descalificado a las encuestas, cuando le son adversas. Al diario Reforma lo mismo lo ubica en ámbitos del servicio a lo que llama la mafia del poder que le da absoluta credibilidad cuando el resultado le beneficia.

Sin duda, mal estaría en no encontrarse donde se encuentra, un individuo que se ha pasado en campaña más de una década en busca de la Presidencia de la República. Si usted pregunta por López Obrador en cualquier parte del país, una amplia mayoría de ciudadanos dirá que lo conoce y, a falta de contrincante, asumiría que ganaría la elección presidencial.

Así, cuando Ricardo Anaya fue nominado en coalición por el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano a la Presidencia, se instaló en el segundo sitio de la preferencia del voto, a partir de las encuestas de opinión levantadas por las empresas más conocidas.

Candidato en tiempo y forma por la coalición PRI, PVEM, Nueva Alianza, José Antonio Meade Kuribreña se fue al tercer sitio; elemental como ocurrió con Jaime Rodríguez en el cuarto, antes de que Margarita Zavala desistiera de continuar en campaña presidencial.

Pero, a medida que han avanzado las campañas, los números han ido en la vía de escenarios reales, aunque las dizque más influyentes encuestadoras mantienen a López Obrador a la cabeza, sin explicar que el universo de encuestados no es representativo y que la metodología utilizada deja mucho que desear.

Lo cierto es que de pronto, cuando por ahí aparecieron resultados de encuestas que instalan a José Antonio Meade en el segundo sitio, apenas a cuatro o seis puntos de López Obrador, éste ha entrado en una especie de negación de la realidad con evidente preocupación que le ha llevado a ordenar a sus operadores que insistan en la urgencia de cuidar el voto.

Ayer, por ejemplo, en su discurso de cierre de campaña en el Estadio Azteca, amén de pretender congraciarse con “los jóvenes del 68”, a cuya participación destacó sin citar un fundamento, aunque recordó a los líderes de oposición como Valentín Campa, Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, López Obrador llamó a votar porque, adujo, “vale más que sobre y no que falte; este es un asunto muy importante: todos a participar. Vamos a ganar pero nuestro triunfo debe ser contundente (¿?)”.

Y más, en el último jalón dijo que buscará la unidad hasta donde se pueda pero, acotó, “tampoco vamos a apostar por la unanimidad”, porque no será una dictadura y “se va a respetar el derecho a disentir. Nuestros opositores siempre tendrán respeto y nunca los veremos como enemigos. Vamos por el camino de la concordia. México somos todos, quiero ser un buen presidente de México”.

El hecho es que, en sus mensajes de campaña, fue insistente en advertir que, pese a que van arriba en las encuestas, no deben confiarse. ¿Dónde la seguridad en el primer lugar? ¿Dónde la baladronada de asumirse ganador? ¿Dónde el aplomo y la soberbia de hace un mes?

Así, cuando advirtió la posibilidad de que haya fraude electoral y no gane los comicios del 1 de julio próximo, aludió al riesgo de soltar al tigre, un eufemismo que alude a la violencia postelectoral, poniéndose a salvo de la responsabilidad de esa situación, aunque de alguna manera la asumió cuando dijo que él no actuaría para calmar al tigre y se iría a su rancho La Chingada.

¿Le creemos? Porque apenas el lunes último, en el cierre de campaña en Morelia, Michoacán, declaró que es inevitable que gane la contienda presidencial y advirtió que aunque no lo quieran sus adversarios “voy a tomar posesión y me van a tener que poner la banda presidencial el 1 de diciembre”.

¿En serio? ¿Y qué pasará si pierde la elección? ¿El tigre sobre Paseo de la Reforma y las principales ciudades del país? ¿Volverán los anarcos del 1 de diciembre de 2012 en los alrededores del Palacio Legislativo de San Lázaro? Sí, estos que en los primeros meses de la administración de Peña Nieto pretendieron incendiar al país cuando el crimen organizado creció instalándose como poder de facto en diferentes regiones de la república.

¿Cómo va a cumplir que los programas que ha prometido comenzarán desde el 1 de diciembre de este año y que habrá becas para todos los que estudian preparatoria y nivel medio superior, porque impulsará la educación gratuita para reducir la deserción escolar?

Prometió volver a Morelia como presidente electo para detallar los beneficios que recibirán los michoacanos, si gana la contienda presidencial. ¿Recuerda usted cuando Felipe Calderón, que es moreliano de nacimiento, dijo que a Michoacán le iba a ir muy bien, pero muy bien cuando fuera Presidente? ¡Vaya! La guerra declarada en esas tierras al crimen organizado fue como facturarla a nombre de los michoacanos.

El caso es que el escenario se le ha descompuesto a Andrés Manuel, tanto que, le comentaba, le preocupa el resultado de las encuestas que ya no le dan los porcentajes de hace unas semanas. En ese ánimo dijo que, pese a ir muy arriba en las encuestas es necesario no confiarse y emitir un voto masivo en las elecciones del próximo uno de julio.

En sus redes sociales –éstas que bien controlan a favor sus operadores con falsos seguidores–, refirió que las encuestas le dan entre 25 y 30 por ciento de la intención de voto. Ya no alude a más del 30 por ciento.

Pero, como le refería, urgió: “No hay que confiarse. La mafia del poder existe y los jefes están desesperados. Es indispensable el voto masivo, que el triunfo sea contundente y que podamos decir ´tengan para que aprendan´».

Y, bueno, también el lunes la dirigente en turno de Morena, Yeidckol Polevnsky –en realidad se llama Citlalli Ibáñez– advirtió que de haber fraude se van a encontrar con el diablo. ¿Es advertencia? ¿Cuál es el temor? Es evidente que cuando los números ya no les fueron del todo positivos y se dieron cuenta de que José Antonio Meade creció exponencialmente, en el cuarto de guerra de Andrés Manuel se prendieron los focos rojos.

¿Un milagro? No, simplemente las encuestas demostraron que su universo no es tal y, aunque sus porcentajes no mentían, la franja de indecisos, de los que no respondieron o no saben, es mayor a la de los que declararon que votarían por López Obrador.

Y, bueno, no hay que dejar de lado a aquellos a los que se denomina priistas vergonzantes o que, como diría Felipe Calderón, son los mexicanos que llevan un PRI dentro. También no es casual ese cambio de chaleco de perredistas, priistas, panistas, neoaliancistas, verdes, rojos, colorados, azules y etcétera que de pronto se dieron cuenta de que estaban en la trinchera equivocada, aunque en ésta se encumbraron e incluso amasaron fortunas que no tienen explicación.

Cada quien con su cada cual, cada político de las ligas intermedias, e incluso de las ligas mayores que se han encontrado en privado para acordar escenarios del día después, que han decidido incurrir en esa mascarada harto conocida y que abona en el descrédito.

En fin, tigre o demonio, ángeles o querubines como advertencia de lo que puede ocurrir si hay fraude electoral, lo cierto es que en estas campañas que ayer miércoles concluyeron, escenarios salpicados de sangre y demagogia, de la oferta del México Feliz, de la amnesia selectiva, de los insolentes y mezquinos cambios que son traiciones y deslealtades, fueron el ejemplo de lo que no debe ser.

El voto es libre y la tendencia de las encuestas fue el espejo de muchas insatisfacciones, rechazos y hartazgos. El domingo próximo, como dicen los clásicos, será la verdadera encuesta. Resulte lo que resulte, México no se acaba ni terminaremos enfrentados. Digo.

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