¡Alto al asesinato de periodistas!
Norberto Vázquez
Entre el 2006 y el 2021, la Unesco ha documentado al menos 128 homicidios cometidos contra periodistas en nuestro país, sólo por debajo de Iraq, pero arriba de Siria
Hace unos años reflexionaba con mi amigo periodista Armando Rojas Arévalo sobre el asesinato de Manuel Buendía Tellezgirón. Rojas y Buendía, fueron entrañables amigos, que por años cubrieron juntos las actividades del ex presidente Miguel de la Madrid. Nuestra teoría sobre el crimen de Buendía, era que fue un hecho concertado, pero cuando el poder, daba golpes certeros y en sigilo. Hoy amigo lector, estamos peor de lo ocurrido aquella noche del 30 de mayo de 1984 cuando victimaron a Buendía. Hoy, cualquier rufián, con el mínimo de poder, asesina periodistas.
Lo peor, son cobardes homicidas que se esconden en las sombras de la clandestinidad. En la edición 2017 de la Clasificación Mundial de Libertad de Prensa de Reporteros sin Fronteras incluyó a 180 países, de los cuales México y Cuba presentaron las peores condiciones para los periodistas de Latinoamérica (en los lugares 147 y 173 de la lista, respectivamente).
Según este reporte, México es posicionado en el nivel denominado “situación difícil”, siendo uno de los países con menor libertad de expresión en América Latina. Un dato, el Committee to Protect Journalists, clasifica a los asesinos de periodistas a nivel mundial en seis categorías: gobiernos, militares, paramilitares, grupos políticos, muchedumbres y residentes locales. Yo, en México, agregaría al principal: el lastre del crimen organizado, donde cualquier líder de quinta de “San Pedro Chinches Bravas”, es capaz de mandar a asesinar a periodistas.
Así de claro: la mayoría de los abusos que se cometen contra periodistas son realizados por funcionarios públicos o personas que se encuentran en el poder. En los últimos años, podemos comprobar que la rivalidad delincuencial es, en gran medida, la responsable de que los grupos y cárteles del crimen organizado atenten contra la vida de reporteros.
Entre el 2006 y el 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), ha documentado al menos 128 homicidios cometidos contra periodistas en nuestro país, de los cuales solamente 17 han sido resueltos, lo cual quiere decir que al menos 86% de estos delitos se mantienen impunes.
Los datos del Observatorio de la Unesco sobre periodistas asesinados, que se basan en información proporcionada por el país en el que tuvo lugar el homicidio, plasman que desde 1998 al 2021, México es el segundo país con más asesinatos de periodistas a nivel mundial sólo por debajo de Iraq, pero arriba de Siria.
Según la Unesco, un periodista o un miembro del personal de los medios de comunicación es asesinado cada cuatro días en el mundo. En el caso de México, los datos indican que los crímenes han ido al alza desde el 2009.
Para la Fiscalía General de la República, y otras locales, un centenar de investigaciones siguen en curso, pero, por ejemplo, algunas se han quedado sin resolver, entre ellas: el homicidio de Gerardo Nieto Álvarez, ultimado el 26 de junio del 2015; la muerte de María de Rosario Fuentes Rubio, suscitada el 15 de octubre de 2014; el caso de Antonio Gamboa Urías, asesinado el 10 de octubre de 2014 y el de Nolberto Herrera Rodriguez, atacado el 29 de julio de 2014. El motivo, que no “existían evidencias contundentes que permitieran acreditar que los hechos en los que perdió la vida, hayan sido derivados de su actividad periodística”.
En la actual gestión federal, al menos 39 asesinatos de periodistas se han reportado de diciembre de 2018 a febrero de 2022, en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. En este año, el asesinato de Marco Ernesto Islas, –el tercero de un periodista en Tijuana— es el quinto a nivel nacional. El 10 de enero fue asesinado Luis Gamboa en el estado de Veracruz; el fotoperiodista Margarito Martínez fue asesinado frente a su casa el lunes 17 de enero; el 23 de enero se notificó la muerte de Lourdes Maldonado, mientras que Roberto Toledo, fue asesinado a comienzos del mes de febrero en Michoacán.
La impotencia es más que evidente. Vivimos en un país, que para mal, se puede todo. Compañeros que por su labor, y con una precaria infraestructura para difundir su información, son asesinados. Mientras los cobardes asesinos y corruptos están felices por las calles. ¡Alto al asesinato de periodistas!