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El mayor negocio de Miguel Díaz-Canel

Norberto Vázquez

El gobierno cubano en 2018 recaudó 6.300 millones de dólares por la exportación de servicios médicos, lo que constituyó su mayor fuente de divisas

Cuando el 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov anunciaba en un discurso televisado al mundo que oficialmente la superpotencia comunista Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) dejaba de existir, la industria azucarera cubana se vio desfondada. Los socialistas le compraban toda la zafra. Pero inmediatamente el régimen de la isla miró a otro sector que la podría suplir: los médicos de exportación.

Según un informe de la organización Cuban Prisoners Defenders (CDP), una ONG con sede en España que hace campaña por los derechos humanos en Cuba y está vinculada al grupo opositor Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), los médicos reciben en promedio entre el 10% y el 25% del salario pagado por los países de acogida, y el resto se lo quedan las autoridades de Cuba.

Con más de 30 mil médicos cubanos activos actualmente en 67 países, muchos en América Latina y África, pero también en naciones europeas como Portugal e Italia, las autoridades de Cuba tienen reglas estrictas para intentar evitar que los ciudadanos deserten una vez en el extranjero.

Miguel Díaz-Canel lo sabe. Al salir de Cuba los médicos que forman parte de las misiones se deben someter al Reglamento Disciplinario del régimen que en su artículo 168 sostiene que los profesionales no pueden casarse en el exterior, no deben salir más allá de las 18 horas, tienen que vigilarse entre sí mismos (llámese espionaje paraestatal) y deben volver a Cuba tras el final de la misión.

En caso contrario, les deparará una prisión de 8 años al regresar en algún momento a La Habana y sus familias serán castigadas en la isla.

El régimen cubano los usa como moneda de cambio para penetrar ideológicamente en los países. Los médicos de las misiones son sometidos a un estatus de esclavitud moderna con bajos salarios, restricciones humanitarias, de familia e incluso en vigilancia permanente.

A pesar de las presiones a las que son sometidos los profesionales que participan en estas misiones, la opción de no ir es aún peor. La diferencia salarial entre permanecer en Cuba o integrar una misión es tan marcada, que incluso teniendo que entregar más del 75% de su salario a las autoridades cuando se opta por trabajar fuera de la isla, sigue resultando una oportunidad de prosperar.

Además, el que se niegue a ir a una misión puede ser señalado como contrarrevolucionario y recibir un castigo, como la asignación de un trabajo en una población alejada.

Por otra parte, al que escape de una misión le queda prohibido volver a Cuba en ocho años. ¿Quién querrá regresar?

El problema con esto, es que estas personas en realidad no son médicos, sino que son operadores políticos que manda la dictadura para adoctrinar y esparcir la ideología comunista.

Esto es algo que está ampliamente documentado en otros países como Brasil donde han llegado estas misiones.

El dato ya está en México. El Gobierno Federal pagó 255 millones de pesos para que 585 extranjeros cubanos sin estudios vinieran a hacerse pasar por médicos, cuando no lo son, y a tratar pacientes mexicanos graves y no graves en plena pandemia.

De acuerdo a una petición de información al Insabi, ese dinero fue a parar “a la dictadura cubana” ya que la transferencia se hizo a las cuentas oficiales del régimen, no a los supuestos médicos.

Así lo constata el contrato entre la CDMX y el régimen cubano. Cobraron hasta en Euros.

Se pagaron 255 mdp por 585 falsos médicos durante tres meses, es decir, cada uno nos costó a los mexicanos 437,390.05 en total. Mientras un médico mexicano titulado en nuestro país, gana en el IMSS 17,000 pesos mensuales. Y ahí viene otros 500. La lógica de este proyecto no la encuentro ni en México, ni en Cuba.