Dice la ONU que el crimen organizado opera como Estado
Norberto Vázquez
El Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes correspondiente a 2021 al que se tuvo acceso revela como el narcotráfico ya socializó sus actividades.
En México ya lo hemos visto. El crimen organizado entrega despensas. Organiza a candidatos a cargos de elección popular y amedrenta o mata a los opositores. Paga a ciudadanos necesitados para enfrentar a las fuerzas del orden y orquestar manifestaciones para que se vayan de sus zonas de operación. Tienen sus propios equipos de defensa, su Ejército, en pocas palabras. Y por si fuera poco, su autónomo mecanismo para manejar el dinero ilícito (lavado de dinero). Cobran impuestos (la extorsión, derecho de piso), violan Derechos Humanos (secuestro, trata de personas). Sobornan a autoridades municipales, estatales y federales.
Este es el mal de México y Centroamérica. El Informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) correspondiente a 2021 al que se tuvo acceso, revela como el narcotráfico ya socializó sus actividades. Opera como un mini Estado.
De acuerdo a este informe, los grupos delictivos organizados siguen explotando la subregión de Centroamérica y el Caribe como zona de tránsito y reexpedición en el tráfico de drogas con destino a América del Norte y Europa.
Durante el período 2020–2021, estos grupos delictivos adaptaron rápidamente sus actividades a consecuencia de la pandemia de Covid-19 y los confinamientos que se impusieron a raíz de esta.
Para la ONU el empeoramiento de la delincuencia y la violencia alimentadas por los cárteles de la droga y las bandas, combinado con la fragilidad de las instituciones, han aumentado las desigualdades y la agitación política en algunas de las razones que explican el incremento del número de refugiados y solicitantes de asilo procedentes del norte de Centroamérica como El Salvador, Guatemala, Honduras y de Nicaragua en los últimos años.
Incluso, agrega el informe, durante la pandemia los grupos delictivos de Guatemala y las bandas de El Salvador parecieron asumir funciones del Estado, no solo asegurando que los habitantes permanecieran en sus casas y aplicando toques de queda y cuarentenas, sino también prestando servicios básicos.
El ejercicio del control social en las comunidades locales por parte de grupos delictivos organizados mediante acciones de solidaridad y atención, en lugar de la habitual coacción violenta, en un momento de crisis mundiales, tal vez indique un mayor interés de los grupos delictivos por involucrarse más en actividades legales, lo que a su vez les ayudaría no solo a conseguir más poder económico, sino también a aumentar su poder social y político.
Y lo peor, por el confinamiento los carteles aumentaron su oferta de drogas. Esto se debe a que la abrumadora demanda a que han estado sometidos la infraestructura y los sistemas de atención sanitaria de algunos países de la región durante la pandemia, puedo haber causado interrupciones en los servicios de tratamiento del consumo de drogas.
El problema es muy grave. El alto consumo de enervantes está desestabilizando gobiernos completos. En 2021, los países de Centroamérica y el Caribe comenzaron a aplicar la Estrategia Hemisférica sobre Drogas 2020 de la OEA y el Plan de Acción Hemisférico sobre Drogas 2021–2025. El gobierno de México debería tener claro esto. A lo largo y ancho del país, los grupos del crimen organizado le están compitiendo la gobernabilidad al Estado mexicano. El presidente López Obrador no asistirá a la Cumbre de las Américas. Grave error. El dilema del narcotráfico y el crimen organizado, se tiene que abordar de manera transnacional.
En México, no es urgente, es súper urgente la elaboración de políticas en materia de drogas encaminadas a reducir al mínimo las consecuencias sociales y de salud pública, así como promover la inclusión social con un enfoque orientado al tratamiento y la recuperación, teniendo en cuenta, entre otras cosas, las necesidades específicas de las poblaciones de riesgo.
A López Obrador no le debe temblar la mano para combatir al crimen organizado. Yo no quiero un país gobernado por rufianes, ladrones y pillos. Mal vivientes que decidan la libertad de las personas, ese, sería, el peor de los escenarios para México. Y en la ONU lo saben.