La Nicaragua de Daniel atrapada en el pasado
Norberto Vázquez
Esos días quedaron atrás. De niño los sandinistas eran mis ídolos, para esa generación, Nicaragua encarnaba en 1979 la vuelta de aquellos golpes, nuestro Vietnam latinoamericano, inspiración y esperanza de movimientos de liberación que se daban en Centroamérica.
Se trataba de un pueblo pobre, pero firme y decidido, que le plantaba cara al imperio de los Estados Unidos y de daba una bofetada al sistema capitalista duro, a ese que no veía al humano y sólo se iba sobre los recursos naturales.
Hace más de 44 años Daniel Ortega se vistió de nuestro héroe. Cabeza de una revolución que reivindicó su dignidad en abierto desafío a la mayor potencia del mundo y transformó las estructuras de un país pobre, desigual e injusto. ¿Pero que pasó? Un pueblo que mutó rápidamente empujado por la corrupción de un grupo en el poder encabezado por Ortega.
En 2018, las órdenes del presidente centroamericano contrastaban con la realidad de ese país cuando sus tropas policiales y sus huestes paramilitares comenzaban un ataque despiadado contra los supuestos rebeldes.
El aparato oficialista de propaganda, que cuenta con la generosa ayuda de periodistas venezolanos y medios chavistas, no puede ocultar una realidad que salta a la vista entre represión, asesinatos y torturas.
Así de fácil: nada queda del guerrillero Daniel Ortega, aquel revolucionario que, tras pasar siete años en prisión, luchó contra el dictador Anastasio Somoza y tomó Managua hace más de cuatro décadas para convertirse en un héroe, una especie de Che Guevara centroamericano sin carisma, pero respaldado por una revolución.
Esto no es de ahora, durante años Daniel Ortega ha aplastado metódicamente la disidencia, reprimiendo con violencia a los manifestantes, socavando las instituciones democráticas y realizando detenciones masivas.
La privación de la ciudadanía a cientos de personas parece ser una nueva táctica de su gobierno. Las decisiones fueron ampliamente condenadas, incluso por grupos de derechos humanos que afirmaron que podrían violar el derecho internacional.
La lista de personas afectadas incluyen a una conocida poeta, Gioconda Belli, a un reconocido periodista, Carlos Fernando Chamorro; a un ex dirigente sandinista, Luis Carrión, y a una destacada activista de derechos humanos, Vilma Núñez.
Que decir de las elecciones del 7 de noviembre de 2021 con siete aspirantes a la presidencia de Nicaragua en prisión, acusados de lavado de dinero y delitos contra la patria…eso le está costando condenas internacionales.
En 2007 Daniel Ortega llegó a la presidencia de Nicaragua rodeado de circunstancias favorables: altos precios de los principales productos nicaragüenses de exportación (café, carne de ganado vacuno y oro), volumen de reservas internacionales en óptimo nivel y el bono demográfico de una pirámide poblacional con una baja proporción de población dependiente y, por consiguiente, un alto potencial de solvencia en las finanzas de la seguridad social.
La crisis de la seguridad social de abril de 2018 fue el detonante de una serie de protestas que, al ser reprimidas con metralla, se levantó en marchas masivas, tomas de universidades, destrucción de los coloridos árboles metálicos —emblema del poder del vicepresidente y esposa de Ortega, Rosario Murillo— y barricadas que bloquean calles y carreteras principales.
Luego de la violenta represión de las protestas, el gobierno de Daniel Ortega retomó el control del país y asumió su cuarto mandato consecutivo, tras detener a los principales candidatos opositores.
Detenciones arbitrarias, actos de violencia, amenazas de muerte, espionaje: este fin de año está marcado por una nueva serie de ataques graves contra la prensa nicaragüense independiente.
Reporteros sin Fronteras (RSF) ha denunciado la tendencia autoritaria del gobierno de Daniel Ortega y ha alertado sobre el riesgo de que la libertad de prensa se extinga de manera progresiva en el país.
Ortega ejercerá como jefe de Estado hasta 2027, por cuarto vez consecutiva. Rosario Murillo, vicepresidenta y esposa de Ortega, también juró por un período de cinco años.
Es una tristeza ver como las tiranías se reproducen en nuestra América Latina. Ningún proyecto revolucionario por muy noble que sea, ha cuajado en las sociedades de nuestro continente: Cuba, Venezuela, El Salvador, y otros tantos siguen atrapados con demagogos idealistas de los años 50 del siglo pasado. Daniel Ortega, es muestra de ello.