Importación de gasolinas, negociazo a raudales

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  • Pemex revende en más del doble el combustible
  • Reforma energética a la inversa
  • Plan de negocios de la paraestatal, sin claridad 

Agustín Vargas*

En noviembre de 2018, justo un mes antes de que terminara la administración de Enrique Peña Nieto dimos a conocer en las páginas de la revista Hábitat Mx bajo el título “Importación de gasolinas en México, negocio a raudales” (HBT. 145. Ed. Nov. 2108), algunos datos sobre la importación de combustibles y las enormes ganancias que le representaron a Pemex y a los importadores en el sexenio pasado.

Durante los últimos años, el sector energético del país ha venido en picada pese a la reforma constitucional del 2013 que, supuestamente, lo revitalizaría. Eso aún no sucede y son muchos los mexicanos que pensamos que eso no pasará al menos en un muy largo plazo. En cambio, eso sí, se pagan ya algunas consecuencias: encarecimiento de petrolíferos que repercute en los bolsillos de la población y generación de jugosas ganancias para los importadores de combustibles.

La importación de gasolinas en México representa un gran negocio para Pemex y el Gobierno Federal, pues la empresa a través de sus subsidiarias afiliadas al Grupo PMI (Petróleos Mexicanos Internacional) revende en el país a más del doble del precio que paga por el combustible que adquiere de las refinerías de Estados Unidos, principalmente.

De diciembre de 2012 a agosto de 2018, de acuerdo con los últimos datos oficiales que se disponían hacia finales de octubre del año pasado, el aumento del precio de la gasolina alcanzó casi 80%, lo que afectó gravemente la economía de las familias mexicanas.

Las ganancias exactas y el destino de los recursos que se obtienen por el diferencial de precio entre la compra y venta de los combustibles se maneja con mucha discrecionalidad dentro de la administración de Pemex y sus subsidiarias, así como en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, encabezada ahora por Carlos Urzúa, y que es la que fija el precio de venta al consumidor final.

Pero la situación para bajar los precios de las gasolinas, detener las crecientes importaciones y transparentar el destino de los ingresos que se obtienen por el diferencial de los precios de importación y las ventas internas, no cambiará en la administración de Andrés Manuel López Obrador, por dos razones fundamentales:

Primero, el nuevo gobierno no se aventurará a cancelar de tajo la jugosa fuente de ingresos que representa la importación de gasolinas y, segundo, el Presidente López Obrador ya anunció que al menos durante los tres primeros años de su administración seguirán los gasolinazos, en tanto se construyan nuevas refinerías.

Si bien con la reforma energética se implementó la liberalización del mercado de las gasolinas, que en teoría beneficiaría a los consumidores, hasta el momento los resultados no han sido positivos para la población, excepto para los importadores.

El Gobierno Federal estimó que las importaciones de gasolinas mostrarían un crecimiento promedio anual de 4.1%, con lo cual se espera que en 2019 México importe el 53.3% de los petrolíferos que utiliza actualmente. Estos datos fueron asentados en la Prospectiva de Petróleo y Petrolíferos 2013-2027, documento realizado por la administración de Enrique Peña Nieto previo a la reforma energética.

Aunque el Gobierno Federal tenía previsto aminorar el impacto de las importaciones de combustibles con la construcción de la Refinería Bicentenario de Tula, anunciada durante el sexenio de Felipe Calderón y cancelada luego de la aprobación de la reforma energética, el entonces secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, señaló que en el sexenio de Enrique Peña Nieto ya no construirían nuevas refinerías, sino la política sería modernizar las que se tienen. Aunque eso no sucedió y la producción continúa estancada.

Datos del Departamento de Energía de Estados Unidos revelan que en la última década las exportaciones estadounidenses de productos derivados del petróleo a México aumentaron 152%.

El diferencial

México importa alrededor de 600,000 barriles diarios, que representan 1.5 veces todo el volumen de combustibles que producen las seis refinerías del país o 60% de la demanda nacional. En los primeros cinco meses del año, Petróleos Mexicanos (Pemex) ha comprado gasolina de origen estadounidense en sus tipos regular (similar a la Magna y Premium) a un precio promedio de 71.36 dólares por barril.

El precio promedio de las gasolinas de origen estadounidense que compra Pemex en las refinerías de la Unión Americana es de 8.85 pesos por litro, considerando un tipo de cambio promedio de 19.74 pesos por barril, el cual equivale a 159.11 litros.

En México el precio máximo de la gasolina Magna, la de mayor demanda, se vende en promedio en 19.00 pesos por litro, es decir, 10.15 pesos más cara que en Estados Unidos, sin incluir impuestos, costos de transportación y ganancias del vendedor.

Los factores que encarecen el precio de la gasolina al consumidor final luego de la importación del producto son los costos por la transportación, almacenamiento y distribución, los impuestos, y las ganancias del vendedor.

Con la transportación, almacenamiento y distribución de las gasolinas que llegan a México el costo se eleva 11%. Si al precio promedio de las gasolinas que se importan de Estados Unidos (8.85 pesos por litro) se le agrega este 11%, la cotización del petrolífero se eleva a 9.89 pesos por litro.

Una tercera parte del precio al consumidor final se explica por los impuestos, que en promedio suman otros 5.55 pesos por litro a la cotización. El último componente del precio final es la ganancia del vendedor, que en promedio se lleva 80 centavos por cada litro que comercializa.

Entonces ¿estará justificado el enojo del señor Presidente López Obrador con el Wall Street Journal por la información “volada” que dijo publicó el periódico neoyorquino sobre una presunta disminución en las compras de gasolina por parte del gobierno mexicano? Si así fuera, sería algo así como dispararse uno mismo al pie.

Plan de Negocios de Pemex, sin claridad

Lo que sí es un hecho es que justo en Nueva York, el mayor centro financiero del mundo, es que por el momento lo que tenga que ver con Pemex, que dirige Octavio Romero Oropeza, no es atractivo para los inversionistas, por la nula claridad de su información y sus proyecciones en el corto y mediano plazo.

De acuerdo con la agencia Bloomberg, funcionarios de Pemex y de la SHCP viajaron la semana pasada a aquella ciudad para reunirse con analistas e inversionistas con el objetivo de asegurar al mercado que la compañía petrolera mexicana está restaurando su capacidad de refinación y producción tras haber perdido inversiones. Sin embargo, el mensaje no surtió efectos, y la percepción es que existe falta de claridad en el programa de financiamiento y sobre cómo se alcanzarán los objetivos de producción.

Esto último ya lo habían puesto de manifiesto las principales agencias calificadoras en octubre pasado. Conforme avance el año, se podrían ir disipando o aumentando las dudas sobre el plan de negocios de Pemex, identificado por los analistas como uno de los principales riesgos de la economía mexicana para esta administración.

Pemex se encuentra en una coyuntura complicada porque la estrategia contra el robo de combustible por parte del gobierno del Presidente López Obrador se ha traducido en escasez de combustible, principalmente en 10 Estados del país.
Aunque es muy complicado hacer una evaluación del impacto sobre la economía y en los mercados financieros, al momento debe ser mínimo. Sin embargo, esta situación cambiaría si el desabasto se prolonga durante varias semanas más.

De ser el caso, podrían notarse impactos negativos en precios, confianza del consumidor y empresarial y con ello, aumentar el riesgo interno, lo que presionaría al peso mexicano. O sea, una negativa reacción en cadena sobre la economía nacional y eso ya lo están advirtiendo varios sectores productivos.

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*Periodista, director de la Revista Hábitat Mx