Considerada como una generación apática de la cual no se espera nada, de repente tomaron las calles y se convirtieron en grandes activistas. Los jóvenes apagaron sus flamantes celulares para palear, para picar, para remover escombros con manos desnudas o enguantadas
José Ma. Gijón Anaya
La generación millennial, también conocida como generación Y, es aquella franja de la población que nació entre los años 1981 y 1995, la cual ha sido caracterizada por la facilidad con la que se ha adaptado al vertiginoso desarrollo tecnológico de los últimos años. No obstante, también se la ha definido por su apatía.
Reticencia a salir al mercado laboral, poca fe en el panorama político, nula previsión al futuro, enajenación y mal uso de las herramientas digitales son algunos de los defectos con los que se les ha reprochado a los miembros de este grupo social. Prácticamente se la ha considerado como una generación de la cual no esperar nada.
Y, sin embargo, fueron aquellos millennials, aquel sector que representa el 24 por ciento de la población mexicana, de los primeros en salir de sus hogares tras el sismo de 7.1 grados Richter que sacudió al país el pasado martes 19 de septiembre para ayudar en las labores de rescate y asistencia a las víctimas.
En paralelismo con el fatídico acontecimiento ocurrido hace 32 años, los jóvenes apagaron sus flamantes celulares para palear, para picar, para remover escombros con manos desnudas o enguantadas. Largas filas humanas se dieron cita en Avenida Fray Servando, en Alvaro Obregón, en Petén y División del Norte, en el colegio Enrique Rébsamen, por mencionar algunos puntos de desastre.
Además, mediante el uso de redes sociales, fueron compartiendo las necesidades de cada punto en velocidad récord. Agua, linternas, gasas, arneses o cuerdas; todo al alcance de un mensaje en WhatsApp.
Para el segundo día de la tragedia monopolizaron la organización y distribución de víveres para los damnificados por el terremoto. Brigadas compuestas por jóvenes de distintas edades, escolaridades y clases sociales partieron en camiones, autos, motos y bicicletas para transportar las donaciones a las zonas de desastre, los albergues y los comedores comunitarios.
Los universitarios de todas las instituciones ayudaron con otras tareas. Estudiantes de Medicina y Psicología ofrecieron atención a las personas afectadas, mientras que los de Ingenieria se encargaron de la revisión de inmuebles para evitar posibles colapsos. Hasta grupos de cuentacuentos se formaron para tranquilizar a los niños de los albergues.
Por su parte, las redes sociales se transformaron en grandes tabloides donde constantemente se informaba de nuevos puntos donde se requería la asistencia de las autoridades. Desde zonas de la ciudad como Xochimilco o Iztapalapa, pasando por otras entidades federativas como Puebla o Morelos, la generación Y se dio a la tarea de sacar a la luz lo que muchos medios con mayor infraestructura, al parecer, no pudieron.
Así, la generación del milenio, asociada con la decadencia de los tiempos modernos, demostró ser todo menos indiferente al llamado de su nación. En esta ocasión la patria recordó que, el cielo, un soldado en cada hijo le dio.