Perfiles Políticos

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Ejército, caos y estado fallido

Francisco J. Siller

El filosofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) expresó que “Un político divide a las personas en dos grupos: en primer lugar, instrumentos; en segundo, enemigos”. Palabras que pintan de cuerpo entero a Andrés Manuel López Obrador. Que polariza la vida nacional y busca el enfrentamiento entre “chairos” y “fifis”. Sembrando dudas y enconos. Ahora sin delicadeza alguna, habla de un “golpe de estado”, en sus amadas redes sociales.

Que irresponsabilidad que un jefe de estado adelante hechos que a nadie le pasan por la cabeza. Quizá él tiene otros datos que le permiten sembrar la duda. Quizá ve a las aves de rapiña rondar sobre su cabeza. O quizá ya se dio cuenta que sus errores discursivos lo están enfrentando con las críticas de los mandos castrenses del Ejército y la Marina. ¿es que ve y espera un rompimiento?

Es aquí donde entra el general Carlos Gaytan Ochoa, quien el 22 de octubre en un desayuno –en instalaciones de la Sedena– con el secretario Luis Cresencio Sandoval González, externó el sentir de un grupo de generales. “Nos preocupa el México de hoy. Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”. ¿Es que de ahí parte el rumor del famoso “golpe de estado”?

Lo cierto es que el presidente debe recapacitar y recapitular sus acciones de gobierno y dejar de enfrentar a la sociedad mexicana. El militar dijo que con unidad el país pudo ver sus aspiraciones satisfechas y se construyeron los objetivos nacionales y como en ausencia de ese valor se perdieron territorio y soberanía, el pueblo resultó lastimado, la economía entró en crisis, y el país tuvo que emprender su recuperación, casi desde cero.

Son palabras para el análisis y la reflexión, sobre todo cuando el general Gaytán Ochoa sostiene que vivimos en una sociedad polarizada políticamente, porque la ideología dominante –que no mayoritaria–, se sustenta en corrientes pretendidamente de izquierda, que acumularon durante años un gran resentimiento. Que existen frágiles mecanismos de contrapeso, que han fortalecido al Ejecutivo.

Un Ejecutivo que propicia decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para “decirlo con suavidad”. Hay inquietud ofensa y preocupación. Incluso cuando refirió a los valores axiológicos sólidos que forman a los militares, que ahora chocan con las formas con que hoy se conduce al país. Honor, valor y lealtad para con el pueblo de México, ¡si, para con el pueblo de México!

Después de ese discurso – he hablado cuidando mis palabras–, López Obrador debe sentirse inquieto y aun más, debe estar cuestionando la lealtad del Ejército, del que es comandante supremo, al que no escucha, pero que le advierte que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido.

En 11 meses de gobierno, López Obrador se ha enfrentado con la sociedad, empresarios, periodistas –que le muerden la mano– y sí pretende seguir haciéndolo con el Ejército, como lo ha hecho desde su última campaña presidencial. Acusarlo de masacres y violaciones a los derechos humanos inexistentes y ahora amarrarles las manos, está tomando un camino equivocado. Tanto como lo es culpar a anteriores gobiernos de su falta de eficacia.

Aunque lo niegue desde su púlpito mañanero, los mexicanos vivimos en un régimen democrático. Que hay necesidad de perfeccionar instituciones y leyes, es cierto. La mejor prueba de que democracia hay, está precisamente en que él es el Presidente de la República y no Meade o Anaya, o por qué no, “El Bronco”. Nos costó una transición de 80 años llegar a un México en el que sí se respeta el voto de los electores.

Y si hablamos de libertad de expresión, el presidente pretende hacernos creer que hoy la tenemos por él, porque él la permite y la promueve. Que mentira tan falaz. La libertad de la que gozamos los periodistas –y cualquier mexicano–, la garantiza la Constitución en sus artículos 6º y 7º, pero para él los periodistas somos “chayoteros”, vendidos al sistema, demerita nuestra calidad de informadores. No somos aplaudidores. No.

Señor presidente, los periodistas somos testigos de la historia. Los gobernantes se van y aún seguimos aquí. No somos perros, ni mordemos a quien nos quitó el bozal. Tampoco somos paleros, como muchos que van a sus mañaneras. Muchas veces hacemos preguntas incómodas. Ese es nuestro trabajo. Si usted quiere que veamos la realidad nacional bajo su óptica, eso está difícil. El crítico de ayer, hoy es el criticado.

Si no quiere que se repita el show de la mañanera del 31 de octubre –consecuencia de la anterior por la “captura” de Ovidio Guzmán López–, no pierda la paciencia. Su informe de lo ocurrido en Culiacán dejó múltiples dudas que contestó con vueltas, recovecos y retórica. Así pues que cuando los verdaderos periodistas preguntan –no los youtubers invitados a diario– se esperan respuestas claras, concisas y verdaderas.

Pero no todo es Culiacán ni Ovidio, ahí esta el caso Bonilla en Baja California. Que la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero esté avalando la legalidad del periodo de gobierno ampliado, deja mucho que desear. El gobierno envía señales encontradas, como la “Chimoltrufia”: No nos hágamos tarugos, pos ya sabes que yo como digo una cosa digo otra. Y vendrán más preguntas incomodas. Que conste.

No debe esperar ni aplausos, ni reconocimientos de la prensa nacional a la que acusa de estar al servicio de los conservadores. Recuerde que esa prensa a la que critica difundió sus campañas presidenciales fallidas, e incluso lo apoyó en incontables ocasiones. Que hubo críticas, sí, ese es nuestro papel: Encontrar el pelo en la sopa y jalar el hilo hasta sacar la madeja (o la de 8 columnas).

Democracia y libertad de expresión. Eso no es algo que se lo debamos a usted. Se lo debemos a los gobiernos que le antecedieron. A las instituciones que ha buscado destruir, una a una. A los partidos políticos que hoy pretende llevar a su mínima expresión –para evitar los contrapesos–, a millones de mexicanos que fueron a las urnas a expresar con toda libertad y sin coacciones ese voto que lo convertiría en inquilino del Palacio Nacional.

Acaso, durante sus campañas políticas –los últimos dos sexenios–, alguien le impidió expresarse y desgañitarse para acusar y criticar al gobierno en turno. No, eso no pasó. Pudo recorrer libremente el país, sin que se le impidiera el paso o la realización de sus mítines y asambleas populares. Que hubo medios que lo “tiraron a loco”. Pues sí. Que lo calificaron como “un peligro para México”, también. Ese es el juego entre libertad de expresión y democracia.

Hoy afirma que cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente, justa y amante de la legalidad y de la paz, que no permitiría otro golpe de Estado. Pero olvida que su “mayoría” es en realidad una democrática minoría. De un padrón de alrededor de 89.1 millones de electores, los candidatos “enemigos” obtuvieron 24,861,705 votos, contra 30,113,483, de chairos, Amlovers y despistados. Apenas una diferencia final de 5,271,778 votos.

Que nos dice ello, que por ahí hay 25,124,812 electores –esperando que alguien los convenza para el 2021– que por cualquier razón prefirieron no acudir al llamado democrático de las urnas. Ciudadanos que sumados a los “conservadores” y “reaccionarios” que no votaron por usted, hacen un universo de casi 50 millones de votos. La situación puede revertirse.

Habra reflejo, ya sea en las intermedias o en la revocación de mandato en 2022.

P.D.

Lista de agravios de AMLO ncontra el Ejército y la Marina:

1. Pensar que podría convertir a las fuerzas castrenses en policías de la Guardia Nacional, porque México no necesita un Ejército.

2. Despedir al Estado Mayor Presidencial, porque a él lo cuida el pueblo.

3. Acusar a las fuerzas castrenses de (inexistentes) masacres y violaciones a los derechos humanos.

4. Desestimar las palabras de los generales, acusándolos de tener intereses contrarios a su 4T.

5. Amarrarles las manos y permitir que el crímen organizado se burle del Ejército.

6. No reconocer que el Ejército es el garante de la paz social de que disfrutamos, tras la Revolución y los primeros años tormentosos del México moderno.

7. Creer que su sola palabra, le ganará la lealtad de las Fuerzas Armadas. Que debe recibir todo, sin dar nada.

Hechos son amores…

Francisco J. Siller
CEO y Editor de Infórmate