Perfiles Políticos

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Los errores de ayer, aciertos de hoy

Francisco J. Siller (*)

Como en 2009, la historia se repite. Ese año durante la pandemia del H1N1. Hugo López Gatell mostró férrea defensa a no practicar pruebas masivas, estuvo en contra del cierre del país decretado por el presidente Calderón y falló en la estimación estadística de la infección.

Ahora los errores se vuelven aciertos. La única diferencia es que ante las fallas en enfrentar al H1N1, Calderón separó a López Gatell a tiempo de causar un daño mayor y se tomaron provisiones, aún cuando el costo político fue alto. Hoy ese es un lujo que el gobierno no puede o no quiere darse.

Son condiciones diferentes entre el H1N1 y el Covid-19. Los 70,715 infectados y 1,172 muertes —aún cuando se estiman que fueron diez veces más—, no se comparan a las cifras actuales de 295 mil contagios y 35 mil fallecimientos. El punto de convergencia está precisamente en López Gatell.

Hace once años, como ahora el subsecretario de salud Prevención y Promoción de la Salud —ex director adjunto de Epidemiología en 2009— apostó a mantener la capacidad hospitalaria “bajo control”, es decir que siempre existan camas y respiradores disponibles.

Esa política de evitar las pruebas masivas que promueve López Gatell es un arma de dos filos. Si no se hacen, hay camas suficientes disponibles. Si se hace y la epidemia se focaliza, las existentes no serían suficientes. Eso es ignorar la realidad y convertir a muertos e infectados en números fríos, muy fríos.

Tanto en las mañaneras como el la conferencia de las 7 de la noche, el gobierno federal ha cacareado a la rosa de los vientos que en México no hay hospitales desbordados, como ocurrió en otros países, en el aplanamiento de una curva que es ascendente —plena de fechas fallidas— y en estadísticas incompletas.

En México, por políticas tendientes a evitar la saturación de camas de hospital, se prefirió enviar a casa a aquellos que manifestaron síntomas y solo recibir a los casos graves, aquellos en que el alto índice de mortalidad era prácticamente inevitable y fue precisamente López Gatell, el autor de tal barbaridad.

Si en 2009 el hoy subsecretario cometió errores, era de esperarse que once años después los haya corregido, que no vuelva a tropezar con la misma piedra, pero no. Simplemente ha vuelto a repetir la misma receta, pero con una diferencia: Abandonó su postura científica para mezclarla con la política.

Mala combinación, sobre todo cuando esta raya en el fanatismo. Se convirtió en férreo defensor desde su posición científica del presidente, en eso de retardar el cierre de la economía, de no hacer las pruebas necesarias, de retrasar el uso del cubrebocas y que decir de las giras presidenciales en pleno pico de la pandemia.

También ha sido parte de la embestida presidencial al neoliberalismo y a los medios de comunicación que lo critican por los tumbos que da en el manejo de la pandemia y por sus ocurrencias, como eso de que al presidente lo protege su fuerza moral.

En su defensa y del gobierno, López Gatell ha esgrimido diversos supuestos, como aquel en el que responsabiliza al modelo de los gobiernos neoliberales del PRI y PAN de ser causantes de los contagios del Covid-19, o echarle la culpa a los ricos de haber traído la infección en sus lujosos jets privados.

Otra pifia lópezgatellista fue aquella —apenas este mes— la de responsabilizar a las empresas de productos chatarra de ser culpables de crear las condiciones para el alto número de fallecimientos.

Pero el colmo fue el viernes pasado cuando acusó a los gobiernos estatales de ser responsables de rebrotes por haber acelerado el desconfinamiento, por no proporcionar datos consistentes que permitieran elaborar un semáforo confiable para permitir una evaluación del riesgo segura.

Y la receta la repitió el sábado al afirmar que la culpa en el aumento desmedido de infectados es a causa de la ciudadanía que no ha respetado las medidas sanitarias con el uso del tapabocas y respetado la sana distancia, pero no toma en cuenta todos sus mensajes encontrados que confunden a la gente. Y los de su jefe.

Y para concluir…

Una reclamación escuchada en un paradero del Metro. Palabras repetidas miles de veces en diferentes sitios, circunstancias y personas:

—Señora, ¿dónde está su tapabocas?
—¿Que?
—Si no lo usa, no puede pasar…
—¿porqué me voy a poner un bozal, si López Obrador no lo usa..?
Para el anecdotario del coronavirus…

(*) CEO y Editor de Infórmate