- AMLO y ¿el nuevo corporativismo?
- T-MEC y la limpieza de “charros sindicales”
Juan Barrera Barrera
Hace tiempo que no recordábamos al movimiento obrero como en estos días. Realmente ya no hay tal movimiento, como se conocía a las organizaciones sindicales corporativizadas al Partido Revolucionario Institucional (PRI) desde su nacimiento y su contraparte de organizaciones gremiales independientes.
Este mes el presidente Andrés López Obrador estuvo en dos eventos importantes de organizaciones disímbolas, una de nuevo cuño, la Confederación Autónoma de Trabajadores Empleados de México (CATEM) y otra octogenaria, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) en su estrategia de atraer más y más apoyos a su proyecto de nación. Los trabajadores son parte importante en los procesos de producción de todos los países, capitalistas o en vías de…
La productividad de las empresas depende en mucho de los trabajadores, pero en México como en ningún país de Latinoamérica tienen los salarios más bajos. Hoy el gobierno presume de haber aumentado los ingresos, ojala y siga esa tendencia, en más de tres décadas. No ha habido productividad como la requiere un país del tamaño de la economía mexicana, debido en buena medida a los bajos salarios y la mano de obra de baja calidad.
Tanto los empresarios como los gobierno se oponían a los incrementos salariales que no fueran más allá de dos o tres pesos diarios, con el falaz argumento de que son inflacionarios y que no podían dar mayores incrementos porque, amenazaban, habría descapitalización de las empresas y por lo tanto despidos masivos de personal.
El factor laboral en el T-MEC
Pero dos factores, uno interno y otro externo, coincidieron para cambiar la mentalidad de los empresarios: el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y el de Donald Trump. Como consecuencia del segundo un tercero: la revisión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Pronto vinieron las presiones de Washington sobre nuestro país vía directa del presidente estadounidense más antimexicano en la historia de las relaciones bilaterales. Entre ellas la relación comercial que a Trump le pareció que México tenía una posición más ventajosa, por lo tanto había que regresar las empresas estadounidenses a su país, porque México las atraía tramposamente por la mano de obra barata y le robaba empleos a sus paisanos.
De tal suerte que el nuevo tratado trilateral comercial, el famoso T-MEC, incluye un apartado laboral que tiene que ver con la democracia sindical, ya que en la Casa Blanca se percataron, lo mismo en el equipo de López Obrador (la nueva ley laboral mexicana tiene su espíritu en la democracia sindical), de que los viejos liderazgos sindicales eran un obstáculo para el desarrollo capitalista, porque estaban acostumbrados a la corrupción, una cantidad importante de dirigentes eran o son millonarios. Muchos de ellos se convirtieron en empresarios (otra vez Romero de Deschamps, o el cetemista Joaquín Gamboa Pascoe).
En ese sentido, el senador Napoleón Gómez Urrutia, dirigente de la nueva Central Internacional de Trabajadores (CIT), se pronunció por una política laboral hacia el mercado interno, a través de lograr la recuperación del poder adquisitivo del salario y el apoyo a la industria nacional.
AMLO y el neocorporativismo
Las un nuevas relaciones comerciales México-Estados Unidos tenían que fincarse sobre un nuevo paradigma sindical y salarial (el sector automotriz es el mejor ejemplo), lo mismo las nuevas relaciones políticas con el nuevo gobierno de la Cuarta Transformación debían de cambiar para el sostenimiento de un nuevo régimen ¿neocorporativismo?
De ahí que el presidente López Obrador haya asistido, la semana pasada, al 84 aniversario de la añeja Confederación de Trabajadores de México, pilar fundamental no solo del PRI, sino del sistema político mexicano, que jugó un papel importante en la contención de las demandas de los trabajadores y, por lo tanto factor de la estabilidad política y social de México durante más de medio siglo.
Carlos Romero apartado de sindicato de trabajadores petroleros, Elba Esther del magisterio y la poderosa CTM (ceteme, como era más conocida) sin peso gremial y político, y su partido, el PRI, en crisis profunda, no tiene otra alternativa de sobrevivencia que asirse al nuevo ocupante de Palacio Nacional.
El secretario general de la CTM, Carlos Aceves del Olmo, viejo zorro del sindicalismo, ha sopesado el signo de los nuevos tiempos. Ayer con bombos y platillos hizo suya y de la central obrera la candidatura presidencial del candidato oficial, José Antonio Meade, hoy oportunamente (es parte de la estrategia) le demuestra su amor a AMLO.
El mandatario mexicano tendrá dos centrales que se crearon con su gobierno: La CIT y la CATEM, ésta dirigida por el senador suplente, Pedro Haces Barba. Apoyan al gobierno de la 4-T pero aseguran que no pertenecen al gobierno, su papel, o uno de ellos, será sustituir al desvencijado corporativismo nacido en la década de los años treinta. Sí, muchos años con ese sistema sindical.