Juan Barrera Barrera
El desafío se cumplió y el domingo el gobierno y el parlamento de Cataluña, contra toda prohibición del Gobierno Nacional de España y del Tribunal Constitucional, se aventuraron a llevar a cabo el referéndum mediante el cual se pretende llevar al territorio autónomo hacia la independencia, en medio del caos de la votación y de la reprobable violencia extrema de la Policía Nacional y de la Guardia Civil desatada contra los votantes y organizadores del proceso.
El daño para España y Cataluña está hecho. La sordera, la intolerancia, un falso patriotismo y la falta de sensibilidad y oficio político tanto del presidente del gobierno español, el conservador Mariano Rajoy, y de los partidos políticos tradicionales, el gobernante Partido Popular y el Socialista Obrero Español; y las dos nuevas formaciones Podemos y Ciudadanos.
Ante la amenaza del movimiento independentista, encabezado por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, el Estado español enfrenta su peor crisis política con sus regiones autonómicas en los 40 años de vida democrática post-franquista.
En el caso catalán, sus atribuciones constitucionales habían sido disminuidas desde el 2010, y desde entonces los roces y desencuentros entre el Gobierno central español y las autoridades catalanas, fueron escalando a tal grado de haber llegado a un punto acaso sin retorno con la posible declaración de independencia de la región autónoma.
El escenario político en España hoy más que nunca es sombrío, incierto. El movimiento secesionista se ha exacerbado más de lo que ya estaba por el autoritarismo y el grave error de Rajoy de haber ordenado a los cuerpos policiacos tratar de impedir una expresión democrática mediante la represión.
El discurso del Rey y de Rajoy
La grave situación que vive la península Ibérica ha rebasado a todos los actores políticos del establishment español, incluyendo al jefe de Estado, el Rey Felipe VI, quien el martes decidió dar un mensaje, inusual, transmitido por la televisión oficial dada la gravedad de la crisis política.
El contenido del discurso del Rey, sin embargo, en lugar de intentar buscar la distención, la concordia y de tender los puentes para el diálogo con los independentistas, como lo haría cualquier jefe de Estado, realmente abona más a la discordia y a la división, y tampoco ayuda al restablecimiento de la vida democrática.
Es entendible la defensa del Rey Felipe VI del orden constitucional, pero no mueve un dedo del renglón del discurso que ha venido utilizando de manera irresponsable el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, en el sentido de señalar como los culpables a los independentistas de la extrema situación político-social.
Después de la represión que ordenó el domingo 1 de octubre durante la consulta, Mariano Rajoy justificó la decisión argumentando; “Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Somos el Gobierno de España, yo soy el presidente y he asumido mi responsabilidad”. Y añadió: “Hemos cumplido con nuestra obligación, hemos actuado con la Ley y sólo con la Ley”.
Al responsabilizar a Carles Puigdemont de los hechos violentos ocurridos el domingo en Cataluña, el cuestionado mandatario español sostuvo que “Se ha demostrado que nuestro Estado democrático tiene recursos para defenderse de un ataque tan serio como el que se intentó perpetrar con este referéndum ilegal. Renuncien a dar nuevos pasos en un camino que no conduce a ninguna parte”.
Vaya forma tan intolerante de Mariano Rajoy de justificar la violación a los derechos humanos de un sector de la población que ejercía su derecho a votar, lo que en ninguna democracia es delito alguno, todo lo contrario, la reafirma y la fortalece. Del dirigente del Partido Popular no nos extraña la criminalización de la libre expresión democrática, pero del Rey.
En su menaje a los españoles “ante una situación de extrema gravedad”, por el riesgo de proclamación de independencia de Cataluña, el Monarca avala el discurso de Mariano Rajoy, refiriéndose a cómo “determinadas autoridades de Cataluña, de manera reiterada, consciente y deliberada, han venido incumpliendo la Constitución y el Estatuto de Autonomía, que es la Ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas y su autogobierno”.
En referencia a la Generalitat y al parlamento catalanes, Felipe VI de Borbón afirma que esas autoridades “se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia” y con ello, agregó “han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común”. O sea, juez y parte.
En el discurso del Rey no hay una sola mención a los condenables hechos de violencia del domingo, ni mucho menos de aliento a los heridos, ni tampoco a uno de los valores de la democracia moderna como es el diálogo para dirimir diferencias. No, solamente hay espacio para la acusación y para señalar culpables.
¿Inevitable la independencia de Cataluña?
Irresponsable el discurso del Monarca que solo aviva la llama del nacionalismo catalán y exalta los ánimos confrontacionistas con los republicanos. No hay liderazgos políticos españoles que puedan atraer, unir, negociar el futuro inmediato de España y Cataluña, junto con las otras 16 provincias autonómicas.
La respuesta del gobernante catalán, Carles Puigdemont, al discurso del Rey fue breve y concisa: “Así no” e insistió en la idea de la mediación, pero sin renunciar a la proclamación de la independencia. Entonces, para qué diablos es la mediación ¿para el reconocimiento internacional de la autodeterminación de Cataluña? Fácil, ¿no? ¿Hay algún mediador posible a la vista?
Las posiciones están muy encontradas entre el centro político de Madrid y la región autónoma. El problema con Cataluña no es únicamente un asunto de carácter jurídico, lo es también político y social. Se atreverán las partes en conflicto a iniciar la reorganización del país bajo principios federalistas o a reformar la Constitución obsoleta para reconducir las relaciones institucionales entre la región autónoma y España. Realmente muy difícil.
Puigdemont comparecerá el lunes en el parlamento catalán en donde se espera con gran expectación declare la independencia de Cataluña, de manera unilateral, como lo establece la ley del referéndum, que está suspendida por el Tribunal Constitucional, para convertirse en una República. La crisis que viene es impredecible.