Política Global

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  • Colombia: protestas sociales por impuestos; gobierno reprime
  • Iván Duque y su mentor Álvaro Uribe están sobre las cuerdas
  • Diálogo pero con acciones concretas

Juan Barrera Barrera

En medio de la tercera fase de contagios por la pandemia del coronavirus, Colombia se ha visto envuelta, desde hace diez días, en una ola de paros y protestas sociales en contra del gobierno conservador de Iván Duque que en el momento menos oportuno intentó imponer una reforma tributaria.

¿Qué fue lo que detonó el descontento de los colombianos que tiene contra las cuerdas al uribismo? Diversos analistas coinciden en que la situación actual no tiene precedentes en la dramática historia de esa nación sudamericana y por lo tanto el desenlace es de pronósticos reservados.

Las protestas, cuyos jóvenes han sido los principales protagonistas, se iniciaron después de aprobarse nuevos impuestos que afectan principalmente a la población de menos recursos, una medida con la que el gobierno pretendía hacerse de recursos frescos, lo equivalente a un 2% del PIB, para reactivar su precaria situación financiera derivada de la crisis sanitaria.

En realidad, todos los partidos políticos estaban de acuerdo en la necesidad de una reforma fiscal, pero no lesiva a los intereses populares. El presidente no reparó en las consecuencias de su reforma hasta que apareció el descontento en las calles de las ciudades más importantes del país. Al cuarto día de enfrentamientos callejeros decidió retirar su iniciativa y aceptar la renuncia de su ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, autor de la ley, siempre a las órdenes, al igual que Duque, del ex presidente Álvaro Uribe.

Sin embargo, las protestas del llamado “Paro Nacional” en lugar de amainar se han intensificado al igual que las críticas a Duque debido a la brutal represión de las fuerzas de seguridad contra los inconformes que hasta el día de hoy viernes la cifra de muertos supera ya los 40, en su gran mayoría de jóvenes, más los heridos y desaparecidos, a las que se suman las acusaciones de mujeres por violación y demás violaciones a los derechos humanos.

Pobreza y rezago social, telón de fondo de la crisis

Aunque la reforma fue el detonante de las protestas, el talón de fondo es un enorme rezago social que se incrementó con las consecuencias de la pandemia. En 2020 Colombia perdió 6.5% de su PIB y la tasa de desempleo fue del 15.9% y la pobreza escaló hasta el 42.5%, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). La reforma, llamada Ley de Solidaridad Sostenible, aumentaba la canasta de bienes gravados con el IVA del 39 al 43%, incluía a las personas que ganaran 2.5 millones de pesos colombianos (700 dólares al mes).

Las movilizaciones masivas son producto del descontento más amplio contra el presidente colombiano que no tiene empatía con las demandas sociales, aunque intentaba resaltar los presuntos beneficios sociales como la renta básica, pero resultó muy inoportuna por la cercanía de las elecciones presidenciales y legislativas del próximo año.

El presidente Iván Duque ha designado como mediador del gobierno con los inconformes al Alto Comisionado para la Paz Miguel Ceballos, quien anunció que se reunirá con los líderes de las protestas el próximo lunes, pero el diálogo incluye a otros sectores de la sociedad. Los dirigentes han externado su disposición al diálogo, pero directamente con Duque Márquez, sin intermediarios. El miércoles, el presidente tuvo un primer encuentro con representantes de diversos sectores económicos quienes propusieron “un diálogo con grandeza”.

El partido oficial se apuró a informar que “en democracia el diálogo no puede ser forzado por la violencia y la delincuencia. Ante la grave situación que amenaza la estabilidad democrática, el Centro Democrático propone que gobernadores y alcaldes, con la coordinación del Gobierno Nacional, convoquen mesas de discusión”.

En las mesas de discusión participarían “estudiantes, iglesias y confesiones religiosas, profesores, trabajadores, sindicalistas, empresarios, comerciantes y demás organizaciones de la sociedad civil”, propone el partido fundado por su ideólogo el ex presidente Uribe Vélez, personaje influyente en la vida política de Colombia.

Es decir, Álvaro Uribe va al rescate de su delfín y pretende asumir la iniciativa y control de la agenda del diálogo. Pero su movimiento político se encuentra debilitado y rebasado, lo mismo que el gobierno, por la fuerza desbordante de las movilizaciones masivas contra el régimen.

La misiva insta a detener inmediatamente la violencia, pues “la destrucción de la economía sólo ahonda las quiebras, el desempleo, la pobreza. Solo conduce a la ruina y a la imposibilidad de superar la pandemia”. Un discurso de doble moral a todas luces, porque Álvaro Uribe ha sido uno de los principales partidarios de rechazar con violencia las manifestaciones sociales, al defender que policías y militares tienen derecho a utilizar las armas en las protestas.

El movimiento uribista se encuentra sobre las cuerdas

La protesta ha sido de las más populares que ha habido en Colombia, ya que alrededor del Comité Nacional del Paro se han congregado líderes sindicales, estudiantes, indígenas y ambientalistas que tienen acorralado no solo al gobierno de derecha que desde el 2019 enfrenta masivas protestas en todo el país que regresaron con más fuerza a partir del 28 del mes pasado, sino a su partido y a su líder político, Álvaro Uribe.

¿Está cerca el fin del uribismo? Es la pregunta recurrente que priva en los círculos políticos del país sudamericano conmocionado por los excesos de la fuerza contra las protestas y por la zozobra social y política.

En algunas ciudades se han presentado disturbio y choques entre encapuchados infiltrados en las manifestaciones que cometen todo tipo de fechorías a los establecimientos y la fuerzas pública que ha dejado más de 40 muertos. La ONU, gobiernos de otros países y defensores de derechos humanos han cuestionado los abusos policiales.

Una de las primeras acciones del gobierno derechista sería la de someter a los grupos violentos infiltrados en las manifestaciones pacifistas, ampliar el horizonte democrático (consultar a la población en temas sensibles como la reforma tributaria que ni siquiera entró al Congreso, por ejemplo), urge reactivar al sector rural, gratuidad en educación superior, mejores servicios de salud en regiones pobres, acelerar la vacunación, entre otras iniciativas.

Iván Duque hizo mal los cálculos políticos. Posiblemente creyó que por la prohibición de los conglomerados por la tercera ola de contagios, nadie saldría a protestar por su reforma tributaria, peo se encontró con un movimiento popular de gran fuerza que pone en alto riesgo el proyecto conservador del Partido Centro Democrático en las elecciones presidenciales y legislativas del próximo año.