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Juan Barrera Barrera
El régimen de Daniel Ortega ha entrado en una total descomposición ideológica, muy alejado de los ideales del movimiento sandinista que lo llevó al poder. El comandante está en un proceso de peligrosa conversión hacia una nueva dictadura nicaragüense, moderna, a través de reformas constitucionales represivas y atentatorias de las libertades y de los derechos humanos.
El objetivo principal de Ortega Saavedra y de su esposa, poeta y vicepresidenta, Rosario Murillo, es mantenerse en el poder político mediante elecciones totalmente controladas, antidemocráticas. El 7 de noviembre están programados los comicios presidenciales en los que la pareja buscará continuar por un cuarto periodo consecutivo en el Palacio Presidencial.
Pero el régimen autoritario ha decidido despejarle la vía a Daniel Ortega mediante la persecución y detención arbitraria de cinco candidatos opositores. Pero no solo políticos, también han sido apresados líderes sociales, ex guerrilleros, empresarios y periodistas críticos del régimen orteguista (no se le puede llamar sandinista al gobernante que ha traicionado los ideales originarios de César Augusto Sandino y por los que los nicaragüenses se alzaron en armas para derrocar la dictadura de Anastasio Somoza).
Daniel Ortega con sueños de dictador
El gobierno de Managua ha reformado la constitución para controlar totalmente los demás poderes autónomos: el poder Judicial, la Asamblea Nacional y el órgano electoral. Durante el movimiento estudiantil de 2018 permitió la creación de grupos paramilitares para reprimir a las diversas expresiones de descontento callejero y aterrorizar a la población en general, allanando domicilios, medios de comunicación y ni la Iglesia se ha salvado de la represión.El saldo: 320 muertos, cientos de presos políticos y miles de exiliados, según informe de la CIDH.
Ortega Saavedra y su grupo han dejado de ser una opción real de izquierda en la región centroamericana. Este 19 de julio se cumplirán 42 años del triunfo de la revolución iniciada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional que terminó con el poder dictatorial que la familia Somoza mantuvo desde 1937.
El régimen represivo nicaragüense se aísla cada vez más tanto de los gobiernos del hemisferio occidental como del resto del mundo y las condenas por las constantes violaciones a los derechos humanos se le acumulan en los organismos regionales e internacionales.
Este martes, 59 países, varios centroamericanos, europeos y Estados Unidos en la sede de los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, votaron una moción condenatoria del gobierno de Nicaragua, de la que se abstuvieron los gobiernos de México y Buenos Aires. La semana anterior también asumieron la misma posición diplomática en el seno de la OEA.
Eje Buenos Aires-México asume tibia posición
Pero el lunes, en forma coordinada, los gobiernos de México y Buenos Aires decidieron dar un paso concreto y llamaron a consulta a sus respectivos embajadores en Managua por el ambiente de represión que la pareja Daniel Ortega-Rosario Murillo ha intensificado en las últimas semanas en contra de aspirantes opositores a la presidencia de Nicaragua, empresarios, ex guerrilleros, líderes sociales y periodistas.
Ambas naciones en su posición diplomática ponen énfasis en la grave situación de los derechos humanos por la que atraviesa la nación sandinista, debido a la violencia desatada por el Estado nicaragüense, argumentando el derecho a la autodeterminación y no injerencia en asuntos políticos de otros países.
Sin embargo, en otros planos políticos y diplomáticos se cuestiona como un argumento débil para no comprometerse a condenar al gobierno de Daniel Ortega, aunque hay coincidencia en la exigencia a Managua de liberar de inmediato a todos los presos políticos.
México y Argentina advierten en la iniciativa de la OEA una intención deliberada de intervenir en el proceso electoral de Nicaragua que de entrada rechazan, pero sobre todo por la desconfianza que le tienen a ese organismo regional que ha perdido mucha credibilidad por el papel protagónico de Luis Almagro en los asuntos internos de algunos estados miembro (casos Venezuela y Bolivia).
El poderoso senador texano, el republicano Bob Menéndez, ya tiene lista una nueva ley electoral lista para aplicarse en el país centroamericano. Son realmente pocos los apoyos diplomáticos en el Hemisferio Occidental con que cuenta el gobierno nicaragüense por lo que es recomendable que no desdeñara las recomendaciones de México y Argentina.
La tentación del poder absoluto
El brazo represor gubernamental ha alcanzado a cinco aspirantes: a la lideresa opositora Cristiana Chamorro (su padre, el periodista Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado por órdenes del dictador Anastasio Somoza); el académico Félix Madariaga; el diplomático Arturo Cruz; el ex viceministro de Hacienda Juan Sebastián Chamorro y el domingo fueron detenidos el periodista Miguel Mora Urbina, que también había hecho público su interés por participar en los comicios presidenciales, y María Fernanda Flores, esposa del ex presidente Arnoldo Alemán.
La oleada de arrestos, hasta este jueves, suma ya 19 opositores al régimen entre los que se incluyen tres héroes de la revolución sandinista, compañeros de armas de Daniel Ortega Saavedra: Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco y Hugo Torres.
A todos ellos el régimen dictatorial que pretende extenderse por un cuarto periodo consecutivo (cinco años más) se les investiga por “haber realizado actos que menoscaban la independencia, la soberanía y la autodeterminación, incitar a la injerencia extranjera en asuntos internos, pedir intervenciones militares, organizarse con financiamiento de potencias extranjeras para ejecutar actos de terrorismo y desestabilización” (Ley 1055).
Una acusación totalmente desmesurada. Ortega Saavedra no puede continuar por esa brecha. Debe mirar hacia el pasado inmediato, la historia reciente. Está estirando la liga al máximo y en cualquier momento puede reventar. Dejar en libertad a todos los presos políticos, los de antes y los de ahora, sería una señal de madurez política, lo contrario sería exponer a su nación a un baño de sangre innecesario.
Son momentos de aprender la lección histórica para no terminar cediendo a la tentación del poder absoluto y pasar a la historia al lado de los Somoza.