- Claudia Sheinbaum en el informe de AMLO
- Demasiada dependencia política de la Jefa de Gobierno
- Por favoritismo presidencial, plan “B” Ebrard-Monreal
Juan Barrera Barrera
La segunda mitad del gobierno ha comenzado con cambios sustanciales en el gabinete presidencial (renuncia de Olga Sánchez Cordero a la Segob y la llegada de Adán Augusto López Hernández, y la salida del consejero jurídico, Julio Scherer). Según la tradición y mecánica del andamiaje político de México, son cambios naturales, además de necesarios, en el ejercicio y desgaste del poder, movimientos que se inscriben en el proceso de sucesión presidencial.
Y también como es natural, quien lleva la batuta en el control del juego sucesorio es precisamente el presidente en turno. Andrés Manuel López Obrador no deja pasar foros importantes para expresar sus preferencias por la funcionaria, en este caso, para sucederle como fue la ocasión por su Tercer Informe de Gobierno.
Durante la ceremonia en el salón Benito Juárez de Palacio Nacional, este primero de septiembre, fue muy evidente el sitio en que se ubicó a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo. La científica estuvo en primerísimo lugar con relación a los demás integrantes del Gabinete y aspirantes presidenciales.
Marcelo Ebrard, el contrapeso real al interés del presidente en el hándicap presidencial, realmente no se veía, a pesar de su estatura. Ya por la tarde el canciller subió una foto a su cuenta de Twitter como evidencia de que estuvo en el evento presidencial y atajar posibles especulaciones.
Era muy visible la figura de la gobernante citadina, cuyas inclinaciones políticas de su jefe hacia su persona van creciendo que incluso en ojos de los otros tiradores a la candidatura por la oficialista Morena, pudiera parecer una actitud presidencial discriminatoria, pues no hay piso parejo, podrían sostener sin temor a equivocarse, en la carrera hacia el 2024 y, como ya sabemos, con las decisiones del mandatario no se puede competir.
Demasiada dependencia política de Claudia
El apoyo obradorista a Sheinbaum Pardo más que provocar celos y recelos en otras personalidades interesadas en la nominación y en otras corrientes internas de Morena, pueden generar un malestar mayor bajo la percepción de que la decisión por la candidatura oficial ya está tomada, no obstante lo prematuro de los tiempos, en favor de Claudia, que se ha destacado por su lealtad, a ciegas, a toda prueba, y que según esto, es la única que garantizaría la continuidad del proyecto de la Cuarta Transformación.
La dependencia política (léase lealtad) de la Jefa de Gobierno de la CDMX con respecto a AMLO, es mayúscula. El presidente no duda en salir de inmediato en su defensa cuando no le va bien. El ejemplo más reciente fue la caída electoral, mínima, de Morena en los comicios locales de la Ciudad de México, que dio motivos al mandatario para arremeter contra la clase media que, según él, sufragó en contra de los candidatos oficiales, voto que fue decisivo para minar la hegemonía de la izquierda y dividir electoralmente el territorio capitalino.
Sheinbaum es un ejemplo claro de la debilidad del Gabinete López obradorista, que contrasta con la figura de un presidente fuerte (en una encuesta reciente del periódico Reforma arroja que AMLO sale bien evaluado, pero no así sus colaboradores) que ejerce un control férreo sobre sus subalternos, a quienes les enmienda la plana cada vez que se atreven o cometen el error de hacer declaraciones que no son del gusto del Ejecutivo.
El ejemplo más reciente lo vivió Delfina Gómez, secretaria de Educación Pública, con lo de la carta compromiso de corresponsabilidad que pedirían las escuelas a los padres de familia para el regreso a clases presencial, requisito que las autoridades educativas habían acordado en un documento de diez acciones, pero después de la polémica que suscitó la aparición de una carta apócrifa, a López Obrador le pareció, con su acostumbrada retórica, una medida burocrática, lo que llevó la funcionaria tuvo que tragar sapos y negar que esa medida la haya propuesto la SEP.
Por favoritismo de AMLO alianza Ebrard-Monreal
Pero un proceso sucesorio muy adelantado podría perjudicar al delfín de AMLO en lugar de favorecerla. Claudia Sheinbaum no la tiene fácil con la pérdida de territorio moreno en varias alcaldías (nueve de 16) y su reducida hegemonía que tendrá Morena en el nuevo Congreso local.
Los acontecimientos violentos que se registraron en las afueras de la sede de Donceles en días pasados entre la fuerza pública y los alcaldes opositores son un adelanto de que el gobierno local podría enfrentar en caso de no llegar a acuerdos con la llamada Unión de Alcaldes de la Ciudad de México (UNA-CDMX) para asegurar la gobernabilidad en los tres años que le restan a la precandidata presidencial morenista, que le permitan llegar a la meta lo menos estresada posible. El apoyo de AMLO igual le puede ser perjudicial al interior de Morena que puedan sentirse marginadas del proceso.
Pero si Claudia tiene un panorama político complicado en el ejercicio de la gobernabilidad con la oposición envalentonada por el avance electoral, Marcelo Ebrard tiene en su secretaria una crisis de la diplomacia cultural por la renuncia del agregado cultural en la embajada de España, Jorge F. Hernández, y luego la de su jefe, Miguel Márquez por la designación de la joven escritora Brenda Lozano, cuyo nombramiento no le cayó nada bien al presidente López Obrador por críticas hechas a su investidura.
Por fortuna para la 4-T hasta ahora esos asuntos no le han arrebatado la conducción del proceso sucesorio, tampoco son signos de un posible declive de la fuerza política del mandatario, ni merman su índice de aprobación que sigue siendo alto. El sitio de encuesta de encuestas, oraculus, le otorga un 60% de popularidad, porcentaje sostenido durante 17 meses.
Pero el camino hacia el 2024 aún es largo y puede convertirse en una vereda muy escabrosa si AMLO se afana en seguir siendo el jefe de precampaña de su alumna en perjuicio de los demás competidores que sí cuentan con un plan B (Ebrard y Monreal tejen alianzas, ya sea en Morena o en otra formación política) de lo que la Jefa de Gobierno carece.